Aunque parezca mentira esta noche en la opinión pública las celebraciones se suceden a ambos lados de las bancadas bipartidistas. Como siempre todos ganan y todos cumplen el objetivo. Como siempre los ciudadanos somos los que perdemos.
En ambos casos la arrogancia que sugiere y muestra una ceguera ante nuestros intereses y los de los avances de nuestra sociedad ha hecho de las suyas.
En un caso era Sófocles el que recordaba que “todos los hombres tienen equivocaciones, pero un hombre correcto cede cuando reconoce que su camino está mal y decide repararlo. El único crimen en el mundo es el orgullo.” Y a pesar de esta razonable y antigua recomendación él escenifica su derrota como un triunfo a pesar de no tener de antemano los votos, y saberlo imposible, pone el solfa al Jefe del Estado y se lanza a un sainete.
El libreto del sainete se basa en beber de su propia medicina, tanto acusar a los demás de no presentarse a las investiduras demonizando la lógica actitud si uno no reúne los votos, que desconociendo que nuestro parlamentarismo exige conseguirlos, organiza la pantomima de hoy acompañada de sacar a los españoles a pasear como si no tuvieran algo más importante y útil que hacer.
En la otra esquina del ring la arrogancia hace que esté celebrando la ideaca de sumir a su contendiente en una supuesta humillación histórica dejando que su más fiel y descarado sofista sea quien se mida como sparring para crear ese efecto estratega de “soy el puto amo”.
Da igual si la Institución no se lo merece e incluso si parece peligroso que incluso el máximo interesado se lo tome a guasa. Aunque bien cabe en su caso la gran y certera frase de Unamuno “refinada soberbia es abstenerse de obrar por no exponernos a la crítica.” Como siempre no sabría ni qué cara poner, encajar no es lo suyo.
Otro día escribiré sobre las nefastas consecuencias que la arrogancia de los líderes tiene en sus organizaciones y en sus países.
Hoy solo les diré lo que el sabio Loquillo “ser chulo es un arte” y les queda a ambos mucha mili.


