Cualquiera que haya disfrutado de la política a nivel municipal desde una vocacional visión sabe el peligro que tiene la polarización en la corta distancia y los perniciosos efectos de gobernar a golpe de decreto local, europeo o patrio.
Todo el mundo tiene derecho a que su gobierno no le aplique de buenas a primeras reglas y normativas que impactan devastando sectores aunque lo exija la imperiosa urgencia de que no se devaste el planeta. De hecho se llama transición ecológica y no acompasar estas medidas con cambios sustanciales en la situación de los afectados es encender la mecha con las cosas de comer.
La mecha de una bomba que gustosamente prenden y aceleran falsos politicos aprovechados de todo tipo que reclutan cabreados y abandonados con ira para surtir sus maltrechas filas tras sus inútiles y fallidas estrategias y peores decisiones.
A pesar de que asombrosamente en el siglo XXI suenan tambores de guerra más a menudo de lo que muchos pensábamos que podía ocurrir en sociedades cada día más civilizados, a final van a tener razón los economistas que defienden que todo es cíclico, incluso la estulticia humana que no distingue entre lo urgente y lo importante a pesar de la Historia.
Hoy son los agricultores pero pronto serán otros los sectores que afectados por las nuevas normas y programas sufrirán las consecuencias de políticos cortoplacistas y poco útiles que dedican poco tiempo a los datos y menos a la reflexión y al acuerdo en un mundo en el que la incertudumbre deja poco tiempo a la improvisación y menos al pan y circo.


