Seguro que has ido a enviar un mensaje a alguien o a buscar una información o correo y has pasado al menos el doble de tiempo que esperabas viendo vídeos en alguna red social.
Digo viendo porque nuestra reducida atención nos da para averiguar en cinco segundos si estamos interesados o no en el asunto. Esto no nos da para nada sesudo o escrito.
Alguien que está dedicado a que esto ocurra encuentra rápidamente el patrón de lo que nos gusta y nos entretiene y manipula para mantenernos enganchados a este tipo de navegación loca.
Si esto lo exigieran de algún modo parecería una tortura pero como parece que lo hacemos natural y voluntariamente, descartamos esa opción explicándonos a nosotros mismos lo interesante que es lo que vemos y que todo el mundo lo hace.
Esto que ahonda en nuestros sesgos y nos impide ampliar nuestras opciones disponibles respecto de todo. Nos hace que consumamos lo mismo con la única intención de acabar sin aprender nada, reforzando nuestras creencias y con el desagradable sentimiento que implica la comparación constante.
Tenemos miedo a que la tecnología nos conquiste por la fuerza sin darnos cuenta de que a todas horas le abrimos la puerta sin pensar. Alimentando su poder con nuestro tiempo y nuestros datos.
No estoy de acuerdo con prohibir sino con entender y aprender. Lejos de darme miedo me apasiona. Aunque hay veces que dar un paso atrás y entender cómo nos afecta es un triunfo sobre nosotros mismos que abre nuestro mundo y nos ayuda a disfrutar de todo lo que tenemos más allá de nuestras pequeñas e interesantes pantallas. Decidamos nosotros más allá del útil algoritmo.


