El concepto de “profesionalizar” la política creo que está mal planteado en el debate actual. Se entiende que esto consiste en que quien se dedica a la política hace lo imposible por quedarse porque no puede dedicarse a otra cosa y lo hace solo porque no tiene otra cosa de la que vivir.
Este argumento que ha sido empleado durante años por personas para convencer de la diferencia entre algunos partidos viejos y nuevos es falaz. Empezando porque son estos últimos los que más tarde se han dejado, a costa de sus valores, atraer por seguir en este mundo, en puestos públicos, concesiones o satélites.
La “profesionalidad” en la política para mí es mucho más. Puesto que ser profesional es hacer un trabajo en las mejores condiciones posibles. Y ya hemos comprobado además cómo es una tarea difícil que ni siquiera quienes han tenido éxito en otros ámbitos de la vida, lo tienen asegurado en estas lides.
Es aprender y estudiar sin denuedo la forma de ser más útil en el servicio a los ciudadanos, escuchando siempre, estando en la calle, siendo cercanos, vigilando en la vanguardia de todos los asuntos, asumiendo los riesgos de no decirles lo que quieren oír y sí explicar constantemente dónde va cada euro, qué retorno de la inversión reporta y en qué ha cambiado el mundo esa política.
Es tener un propósito más allá de uno mismo y mantenerlo a pesar de dudas y miedos. Conectando deseos de pertenencia, anhelos sociales y respondiendo a los retos que un mundo en constante cambio plantea.
Es analizar y estudiar cómo integrar más efectiva y responsablemente a los ciudadanos en el sistema y en las políticas públicas. Potenciando su inclusión, activismo y compromiso y no con dádivas y pesebres. Haciendo que velen por un sistema más equilibrado y justo.
Es entender que es una cuestión colectiva, no individual, donde el ego solo sirve para mejorarse uno mismo y servir a todos los demás mejor. Donde tener razón tiene que estar vinculado a un proceso transparente y diario, participativo y con datos que lo refuerce y legitime.
Comprender la importancia y prioridad de los afiliados con su retención y fidelidad antes que de los futuros votantes, de su compromiso y actitud y por encima de sus intereses personales. Del buen empleo de su talento y expertise por encima de su amistad o sumisión. Puesto que quien cuida a sus embajadores para inspirar a otros, da una idea clara de lo que hará con sus futuros beneficiarios.
Trabajando la confianza y la fiabilidad trazando objetivos claros e indicadores efectivos que no cambian por el oportunismo reinante. Resistiendo el espejismo dopado del corto plazo sobre el reflexivo éxito a largo.
Pocas cosas hay tan necesarias como complicadas por las numerosas habilidades y trabajo personal que se requiere para hacerlo bien y tan sencillas para hacerlo mal o mantener lo malo conocido como copiar los malos modelos de los que participamos habitualmente.
Priorizar todas estas cosas cuesta pero es el camino de crear cultura de lo que debe ser el trabajo político “profesional” y sobre todo lo que ayuda a tomar decisiones personales y de organización.


