Hoy pasé por ese parque y pensé en que la vida tiene mucho de una partida de ajedrez, llena de movimientos estratégicos y decisiones cruciales. Cada pieza en el tablero representa una faceta de nuestra existencia: el rey, nuestra esencia más profunda; la reina, nuestra capacidad de adaptarnos y enfrentar desafíos; los peones, los pequeños pasos que damos diariamente.
Al comenzar, la incertidumbre nos acompaña, y cada jugada nos abre nuevas posibilidades. A veces, enfrentamos obstáculos inesperados, como un caballo saltando sobre nuestras defensas. Sin embargo, cada movimiento, por pequeño que sea, tiene el potencial de cambiar el rumbo del juego.
En ajedrez, como en la vida, debemos aprender a anticipar, a pensar varios pasos adelante, pero también a adaptarnos a los cambios rápidos. No todo está bajo nuestro control, y habrá momentos en los que perderemos piezas valiosas. Sin embargo, cada pérdida nos enseña una lección, cada sacrificio puede llevarnos a una posición más fuerte.
La clave está en mantener la calma, analizar nuestras opciones y no rendirnos ante la adversidad. Con perseverancia y visión, incluso las posiciones más complicadas pueden transformarse en oportunidades para triunfar.
Recuerda, no se trata solo de ganar o perder, sino de cómo jugamos cada movimiento. Cada partida nos brinda una nueva oportunidad para aprender, crecer y acercarnos a nuestra mejor versión. También me recordó que debo aprender a jugar…


