He de reconocer que este año el fútbol lo está dando todo para marcar la diferencia. El feminismo tuvo su momento con la fructífera lucha de nuestras jugadoras. El racismo tuvo su momento con la defensa del madridista Vinicius y y ahora gracias a Nico Williams y Lamine Yamal podemos afrontar el debate de los menores e inmigrantes que a veces es tan impresentable como descorazonador.
En un mundo cada vez más interconectado, en el que cada vez nos necesitamos más unos a otros, miles de niños menores no acompañados llegan en condiciones infrahumanas a países desarrollados en busca de un futuro mejor.
Huyendo de la pobreza, la violencia y la desesperanza, cargando consigo sueños de una vida digna y segura. Sin embargo, al llegar a su destino, a menudo se encuentran con un nuevo tipo de desafío: el racismo y la xenofobia que impone el miedo a los que cómodamente les esperamos.
Estos niños, vulnerables y solos, enfrentan barreras que van más allá de las económicas. La discriminación racial y el rechazo social los excluyen de las oportunidades que tanto anhelan. En lugar de encontrar refugio, se enfrentan a prejuicios y estigmatización, dificultando su integración y desarrollo.
Es crucial que como sociedad reconozcamos el valor y la humanidad de estos niños, de los otros. No son cifras ni estadísticas; son seres humanos con un potencial inmenso, algunos de lo demuestran a la menor oportunidad, siendo capaces de enriquecer nuestras comunidades con su diversidad y resiliencia.
Abramos nuestra mente y juntos transformemos el miedo y la ignorancia en empatía y colaboración, asegurando que ningún niño sea dejado atrás. Para que todos puedan tener las oportunidades que estos dos cracks que están haciendo tan feliz a todo un país.
Como decía Mandela “los niños no solo son el futuro de la sociedad sino el futuro de las ideas».Algunos, como estos, con su ejemplo ya demuestran que son el presente más prometedor.
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