Algunas personas frivolizan con el efecto de tener actitudes positivas y negativas, minimizando su influencia en grupos y equipos pero la ciencia advierte sobre el perjuicio real.
Un ejemplo concreto del «efecto de la manzana podrida» se observa en un estudio realizado por Will Felps, profesor de la Universidad de Nueva Gales del Sur. En su investigación, Felps reunió varios equipos para realizar tareas simples. En algunos grupos, introdujo a una persona con actitudes tóxicas, como alguien que constantemente se quejaba, mostraba apatía o generaba conflictos.
El resultado fue sorprendente: el rendimiento de estos equipos cayó entre un 30% y un 40%, incluso cuando los otros miembros eran altamente competentes. Lo más interesante es que, en lugar de aislar al individuo problemático, los demás miembros del grupo comenzaron a replicar su comportamiento, creando un ambiente mucho menos productivo y armonioso.
Este estudio refleja cómo una sola «manzana podrida» puede afectar significativamente a todo un equipo, incluso cuando el resto de los integrantes tiene talento y buena disposición.
Por eso, es crucial detectar estos comportamientos a tiempo y actuar para proteger la dinámica del grupo, ya sea mediante conversaciones abiertas, el refuerzo de una cultura positiva o, en casos extremos, apartando a la persona si no hay cambios.


