Me encanta la música y me chifla bailar. Este finde de semana tuve la suerte de poder disfrutar de la mejor compañía para hacerlo.
Bailar es mucho más que mover el cuerpo al ritmo de la música. Desde un punto de vista neurocientífico, bailar es una de las actividades más poderosas para nuestro cerebro y bienestar.
Cuando bailamos, nuestro cerebro se activa de manera impresionante. Coordinar los movimientos, escuchar la música y conectarnos con las emociones genera una combinación mágica.
Liberamos endorfinas, esas pequeñas moléculas de felicidad que nos hacen sentir más alegres y menos estresados. Si encima lo hacemos con la gente que queremos, doble efecto.
Pero los beneficios no terminan ahí. Bailar también mejora nuestra memoria y la capacidad de resolver problemas. Al aprender nuevas coreografías o improvisar pasos, estamos desafiando a nuestro cerebro a pensar de manera creativa y a recordar secuencias. Es como un entrenamiento para la mente, que además fortalece las conexiones neuronales.
Y no podemos olvidar el poder de la conexión emocional. Cuando bailamos, ya sea solos o con otros, entramos en un estado de fluidez que nos ayuda a desconectar del mundo exterior y a conectar con nosotros mismos. Esa sensación de libertad nos recuerda que podemos ser creativos, sentirnos vivos y, lo más importante, disfrutar del momento presente.
Así que como diría mi amigo Chema, Let’s move, ¡a mover el cuerpo! Bailar no solo nutre el alma, también enciende el cerebro.


