VIVIR EN SOLEDAD

Nuestra forma de vivir está contribuyendo silenciosamente a un deterioro de la salud mental, marcado por decisiones que nos aíslan. Un dato preocupante es que el sentimiento de soledad incrementa según un estudio de la prestigiosa revista Nature un 31% el riesgo de demencia. 

Por eso es irónico que persigamos la desconexión intencionada de los demás. Creemos que contar experiencias en soledad nos hace más interesantes o nos desgasta menos. Sin embargo, esta desconexión es parte fundamental de los trastornos que enfrentamos hoy.

Parece que la desconexión entre causa y consecuencia nos hace creer que todo es cuestión de genética, dejando la ilusión de que no podemos hacer nada para evitarlo.

Preferimos veleros privados a cruceros, deportivos biplaza a coches familiares, casas en alquiler en lugar de hoteles. Cada vez más, elegimos lo individual sobre lo compartido, y esta tendencia ha convertido a nuestro país en uno de los que más personas viven solas. La soledad deja secuelas físicas y mentales, y todo para evitar la convivencia con otros.

El ideal de compartir, como el cohousing para mayores o el coliving para jóvenes, parece generar más incomodidad que interés. En cambio, nos encaminamos hacia una sociedad donde preferimos la compañía de un ejército de robots, como en la película “Her”, para leer nuestros mensajes o simplemente escucharnos, programados para evitar cualquier discusión.

Es momento de preguntarnos: ¿Estamos realmente diseñados para vivir en soledad o nos estamos alejando de lo que nos hace humanos?

Deja un comentario