“No enseñes a otros con palabras, sino con hechos. decía Epicteto. Quienes hemos vivido con un estoico militante como era mi padre sabemos que el ejemplo es la única forma de liderar.
El liderazgo no se define por las palabras, sino por las acciones. Cuando diriges algo, ya sea un equipo, una empresa o incluso tu familia, el ejemplo que das tiene un impacto mucho más profundo que cualquier discurso inspirador.
Tus acciones son el mensaje más claro que puedes enviar. Si buscas compromiso, muéstralo. Si quieres trabajo en equipo, foméntalo con tus propias actitudes. Como líder, eres el reflejo de los valores que deseas ver en los demás y muchos escuchamos solo para comprobar si hay coherencia en la acción.
Las personas no siguen a quienes predican desde la distancia, sino a quienes están en el terreno, viviendo las mismas experiencias. Ser coherente entre lo que dices y haces no solo genera respeto, sino que inspira confianza y motiva a los demás a dar lo mejor de sí mismos. es definitivamente un signo de madurez, algo que escasea.
Te propongo una práctica creativa. Elige un día de la semana para realizar una “acción espejo”. Piensa en un comportamiento que te gustaría ver en tu equipo o en las personas que lideras y encárgate de modelarlo ese día de forma intencional. Por ejemplo, si quieres que tu equipo colabore más, busca formas de colaborar tú con ellos. Si quieres que se cuiden, sal a caminar o come saludablemente con ellos.
La coherencia y el ejemplo crean un círculo virtuoso. Recuerda, no se trata de ser perfecto, sino auténtico y comprometido. Liderar con el ejemplo transforma no solo a los demás, sino también a ti mismo. Suma otra victoria sobre ti mismo.


