RÉQUIEM POR TRUDEAU 

Librar  batallas dentro de los partidos políticos es una rutina deportiva que tiene unos claros perjuicios para el ciudadano frente a una selección de las élites que  no es más que lo queda en cada casa.

Leyendo la renuncia del canadiense Trudeau no puedo menos que certificar que los líderes influyentes y necesarios tienen los días contados. Por eso me gusta recordar y anhelar la vuelta de todas esas inteligentes, trabajadoras y comprometidas personas que podían estar a los mandos  de los gobiernos en este y en otros países. 

Sé que si no fuese porque al final los partidos se pueblan en la base y después colonizan toda la organización con personas cuyos talentos se basan en mover la silla a otro, por detrás, de manera deshonrosa, alentando donde pueden bajas pasiones y egos listos para sobrepasar a las propias personas.

Afecta a la salud mental y física tener que dirigir un país o una organización con toda la concentración y empeño que uno necesita y requieren  si verdaderamente se  quiere transformar, resolver y hacer algo y a la vez tener que zafarse de modos que uno no solo no practica sino que se niega a aprender y aprovechar para seguir. 

Al final los ejércitos leales no son más que escudos humanos temerosos del talento que se cierran para que  crezcan los que así han llegado y una vez ocupen su puesto se  comience sobre este  el procedimiento de destitución con intrigas y calumnias.

He conocido personas válidas y valientes que trataron de evitar esta selección de prebostes, acabando malamente por tener que disculparse por el supuesto bochorno de no saber luchar con esta fauna y abandonar pero si es en esas condiciones de vigilar el país y sus “fusiones” y la espalda a la  vez. 

La pregunta que podemos hacernos es cómo dejar de sobrevivir votando lo menos malo y devolver el poder  a los que quieren avanzar y transformar. 

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