Hoy quiero rendir homenaje a mi amigo Yago, un auténtico virtuoso del clave y un ejemplo de resiliencia y pasión. Hace 12 años, un ictus cambió su vida por completo, obligándole a empezar desde cero. Pero con una fuerza y dedicación admirables, volvió a aprender a tocar el clave, logrando convertirse en un magnífico intérprete que ahora lleva el Barroco a nuevas alturas.
La política nos unió y gracias a eso recientemente tuve el privilegio de escuchar, una vez más, su interpretación del trabajo de Couperin. Fue un regalo para el alma. Cada nota parecía transportarnos a la corte francesa, con su elegancia y sofisticación características.
Yago es para mí un ejemplo, un hombre que no se rindió, que convirtió la adversidad en arte y que hoy nos inspira con su talento y esfuerzo y en mi caso me toca la fibra sensible.
Mi padre era un melómano irredente y el Barroco era su música favorita. Escuchar a Yago fue como si cerrando los ojos fuese a encontrarle de nuevo al cruzar la puerta. Fue un mimo para el alma que le agradezco.
Es la neurociencia la que nos habla de que la música no solo toca el corazón, sino que también activa áreas del cerebro asociadas a la memoria, la emoción y la creatividad. En Yago, esto se traduce en cada interpretación, en cada historia que cuenta con su clave.
Gracias, Yago, por recordarnos que no hay límite para lo que podemos alcanzar cuando combinamos talento, trabajo y amor por lo que hacemos. Eres un verdadero maestro, en la música y en la vida y mi amigo.


