LA LECCIÓN DE El “47” 

Seguro que alguno se ha quedado enredado entre el catalán, la ideología  y las subvenciones pero a mí  ver El 47 me ha recordado por qué creo tanto en el activismo y en la fuerza de la comunidad. 

La historia de  Manolo Vital, el conductor que desafió las excusas del Ayuntamiento para llevar el transporte público a Torre Baró es un ejemplo perfecto de cómo la ciudadanía puede lograr lo que las instituciones no hacen. 

Me recuerda a lo que conseguimos en Tres Cantos, donde vivo, cuando decidimos no esperar más por servicios que nunca llegaban. Gracias a la unidad de mis vecinos, logramos independizarnos  y demostrar que la fuerza colectiva puede cambiar la realidad, como tantas veces se ha hecho en Estados Unidos, donde no tienen la esperanza de que el estado les resuelva la vida y se toman su poder en serio. 

La película también me conecta con mi vocación política. En nuestra Comunidad todavía hay indignantes problemas que las administraciones no quieren abordar, como la situación de las personas que viven en la Cañada Real. Se repite la misma excusa de siempre, la misma que en la película: “Nunca es el momento de abrir el melón”. Pero el cambio no llegará si no actuamos. Esto me recuerda por qué me gusta la política y porque soy valiente y no cedo a los cantos de sirena, porque aún queda mucho por hacer y creo que solo el compromiso y la perseverancia nos harán avanzar.

Por último, la historia del conductor de El 47 también habla de vocación en la docencia, algo que llevo en mi ADN. Mi abuela, en plena posguerra, enseñó a leer a 100 niñas en condiciones imposibles; ¡eso sí que era pasión y dedicación y menuda ratio! Mi abuelo, mi madre y mi tía hicieron  ese mismo camino, transmitiéndome el valor de amar lo que haces.

El 47 no es solo una película, además de ser un artículo muy oportuno de nuestra Constitución, es un recordatorio de que, con unidad, vocación y compromiso, los ciudadanos podemos transformar nuestra realidad. ¿Qué estamos esperando para hacerlo?

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