EL ESPEJO DE RAJ

Raj era un alto ejecutivo en Bombay, siempre ocupado, siempre corriendo. Desde joven había creído que el éxito era acumular títulos, poder y reconocimiento. Sus días se llenaban de reuniones interminables y noches en las que apenas dormía, convencido de que su esfuerzo lo haría invencible.

Un día, su mentor, un anciano empresario que había construido un imperio desde cero, le hizo una pregunta inesperada:

—Raj, dime, ¿qué ves cuando te miras en el espejo?

Raj sonrió con orgullo. —Veo a un hombre exitoso, con influencia y respeto.

El anciano negó con la cabeza. —Mañana, ve a la orilla del río y mírate en el agua. Luego dime qué ves.

Intrigado, Raj fue al amanecer al Ganges. Se inclinó sobre el agua y vio su reflejo danzar con la corriente. Pero esa imagen no era rígida ni controlada, sino cambiante, vulnerable. De repente, se dio cuenta: había construido su identidad sobre logros externos, pero no sobre quién realmente era.

Esa mañana fue un despertar. Comenzó a observarse con honestidad: su miedo al fracaso, su necesidad de aprobación, su desconexión con sus valores. Aprendió que un verdadero líder no se define por su cargo, sino por su claridad interior.

Semanas después, en una reunión clave, Raj no se centró en demostrar su poder, sino en conectar con su equipo. Escuchó más, habló con propósito y tomó decisiones desde la confianza, no desde la presión.

Cuando su mentor lo vio de nuevo, sonrió.

—Has aprendido, Raj. No se trata de lo que el mundo ve en ti, sino de lo que tú ves en ti mismo. Solo quien se conoce puede liderar con sabiduría.

Desde entonces, cada mañana Raj no solo veía su reflejo. Se reconocía en él.

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