En muchas organizaciones y empresas, la formación interna y el coaching son vistos como un gasto en lugar de una inversión. Se espera que las personas tengan inquietudes, dinero y tiempo para que se adapten, aprendan por sí solos y sean “resolutivos”.
Pero cuando el mercado cambia y las necesidades evolucionan, esas mismas empresas y organizaciones buscan desesperadamente al trabajador unicornio. Ese alguien que ya tenga todas las habilidades, experiencia y actitud perfecta, sin haber pasado por ningún proceso de desarrollo dentro de la compañía.
El problema es que los unicornios, como todos sabemos, no existen, o si lo hacen, son escasos y costosos. Mientras tanto, estas personas que podrían haber crecido con formación constante se marchan o quedan desactualizados.
Según un estudio de la Harvard Business Review, las empresas que invierten en formación continua tienen un 47% más de retención de talento y un 24% más de productividad. Y si no, haz como yo e invierte en ti mismo, cree en el aprendizaje continuo en tener mente de aprendiz y curiosidad infantil.
Desde la neurociencia sabemos que el aprendizaje no es un evento puntual, sino un proceso continuo. El cerebro necesita repetición, aplicación práctica y actualización para consolidar conocimientos y adaptarse a nuevos desafíos.
Si una empresa u organización no fomenta este desarrollo, esas personas quedarán atrapados en la obsolescencia funcional, y en lugar de potenciar el talento interno, se verán obligados a salir al mercado en busca de un perfil ideal que probablemente no exista.
El verdadero talento no se encuentra, se cultiva. Quien apuesta por la formación constante no solo construye equipos más capaces, sino que evita la frustración de perseguir lo inalcanzable. ¿Formar o buscar unicornios? La respuesta es evidente.


