Mientras seguimos discutiendo si el salario mínimo interprofesional debe tributar o no, seguimos sin abordar el verdadero problema, ¿qué proyecto vital se puede llevar a cabo con ese dinero?, ¿qué motivación puede tener alguien que se lo dan como si fuese un regalo que debe agradecer?
No tenemos un mercado laboral que permita a las personas avanzar y progresar vitalmente. Nos conformamos con contratos precarios, con una estructura productiva anclada en el pasado y con debates estériles que no nos acercan ni un paso al futuro que necesitamos. Tenemos debates de perdedores.
Hace dos años propuse que la inteligencia artificial podía ser el motor de nuestro impulso productivo, la clave para salir de este bucle de baja productividad y salarios estancados. Pero nadie es profeta en su tierra y lo que hace dos años causaba hilaridad, hoy lamentamos patéticamente que llega tarde.
Y hoy, mientras seguimos atrapados en los mismos discursos de siempre, Europa despierta de golpe y se da cuenta de que debe acelerar para no quedar rezagada en una carrera en la que ni siquiera había reconocido que había que correr.
No podemos seguir perdiendo el tiempo. En el último año se han inventado tantas cosas como en los cien años anteriores. La velocidad es de vértigo.
No podemos permitir que la innovación llegue tarde a nuestro país, ni que nuestros debates sigan girando en torno a cómo sobrevivir con lo mínimo en lugar de cómo construir lo máximo. O apostamos por un cambio real en nuestro modelo político y productivo o dentro de otros dos años seguiremos debatiendo lo mismo, mientras el mundo avanza sin esperarnos.


