NI VOZ, NI CARA, NI COMPROMISO

En las últimas campañas electorales pude comprobar cómo algunos políticos les parecía innovador y efectivo que en lugar de hacer ellos su trabajo llamase a los votantes un bot. La tristeza de comprobar que había gente que creía que eran ellos y la emoción que sentían de haber recibido esa llamada me parecía el colmo en alguien debe dedicarse a la política con la transparencia y a la honradez por banderas. 

Les parecía innovador y hasta gracioso decidir que bastaba con prestarle su voz a un bot. Llamadas automáticas que imitan su voz, su entonación su ritmo su estilo. Como si el simple eco de su voz bastara para convencer a alguien de que les importa. Un timo en toda regla.

Mientras tanto en lugares como California ya se había legislado para exigir que se especifique claramente si quien llama es una persona o un robot. Porque incluso en la era de la inteligencia artificial sigue importando saber con quién estás hablando. La transparencia no es un detalle es un principio.

Cuando nosotros fundamos nuestro partido no nos escondíamos detrás de voces enlatadas. Éramos nosotros quienes cogíamos el teléfono y llamábamos, quienes salíamos a la calle y les visitábamos en sus casas, sabiendo que conectar y mirarles a los ojos no tenía simulación posible. No había atajos. Había convicción.

La política se ha vuelto cómoda para muchos. Una política con políticos y sin ciudadanos a los que servir. Pendientes solo del discurso y el meme pretenden subcontratar el contacto y ahora también la presencia. Pero la pereza es un lujo que no se pueden permitir quienes dicen que quieren representar a los demás. Porque la democracia no se automatiza se construye con presencia escucha y compromiso.

Un robot puede simular una voz pero no puede entender la urgencia del paro la soledad de un anciano ni la esperanza de una madre. Para eso hay que estar. Con la voz con el cuerpo y con el alma. Porque si  te puede sustituir en campaña para obtener votos en poco tiempo te sustituirá en todos tus cometidos y entonces el peligro irá más allá. Pregúntate, si ni siquiera te molestas en escuchar ¿cómo vas a atreverte a decidir por otros?

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