Células madre para hacer carne comestible, para que vuelvan a crecer los dientes, sangre sintética que sirve a todos los grupos sanguíneos… Vivimos tiempos que se mueven más rápido que nuestra capacidad de asimilar. Cambios tecnológicos, sociales, climáticos y laborales que antes tardaban décadas hoy ocurren en meses. Y sin embargo, no todos miramos hacia el futuro con los mismos ojos.
Están quienes se bloquean, se aterran, prefieren no pensar en lo que viene y si hablas de su sector se ponen a la defensiva. Como si negar el futuro pudiese detenerlo. Lo comprendo, tanta incertidumbre asusta, y no todos crecimos en entornos que entrenaran la flexibilidad o la curiosidad como una fortaleza. Todo lo contrario mantenerse y no cambiar era digno de admirar.
Pero también existimos otros. Los que miramos hacia adelante con curiosidad, hambre de aprender, con ganas de adaptarse, con fe en que el cambio no siempre es una amenaza, sino una oportunidad. Personas que no necesitamos tenerlo todo claro para seguir avanzando. Que probamos, nos equivocamos, y lo volvemos a intentar.
La gran pregunta es: ¿estamos desarrollando las habilidades que este mundo en transformación necesita? Curiosidad, pensamiento crítico, adaptación, escucha activa, visión de futuro… ¿Tenemos cerca personas que nos animan a ejercitarlas? ¿Las promovemos en nuestros equipos, en nuestras familias, en nosotros mismos?
Porque estar rodeados de gente que no teme al futuro nos cambia el presente. Nos empuja, nos activa, nos enseña que lo desconocido no es sinónimo de peligro, sino de posibilidad. Y eso, si se entrena y se contagia, puede convertirse en una cultura compartida.
Quizá no podamos predecir el futuro. Pero sí podemos prepararnos juntos mejor para abrazarlo. Y esa, ya es una forma de construirlo. No lo dejemos en manos de los demás. El coraje de hacerlo también nos transformará. Empieza hoy, piensa en cómo será tu mundo en 10 años.


