Hacía tiempo que una serie no me dejaba sin aliento.
“Sospechoso: El asesinato de Jean Charles de Menezes” no es ficción, y eso es precisamente lo que la hace insoportable. Es la historia real de una tragedia que muestra, con una crudeza brutal, lo frágiles que somos frente al poder cuando decide protegerse a sí mismo en lugar de asumir responsabilidades.
Cuatro episodios bastan para desmontar cualquier fe ciega en el sistema.
Primero se niega la verdad, aunque haya testigos, vídeos y evidencia. Después se mancha la memoria del muerto para justificar lo injustificable. Y finalmente, con un empujón de la justicia, se cierra el caso… sin culpables y con ascensos.
Lo que ocurrió en pleno corazón de Londres en el siglo XXI pone los pelos de punta, porque no pasó en un régimen autoritario, sino en una democracia consolidada. Y porque podría pasarnos a cualquiera. “Que no me pase”, pensaba, sin poder dormir, con un nudo en el estómago que solo causa la rabia de la injusticia desnuda.
Me reconforta saber que siempre quedan valientes, aunque sean pocos. Personas a las que no les guía otra cosa que hacer lo correcto. Tanto en un lado como en otro. A pesar del alto precio que hay que pagar para nada contracorriente y dar un paso al frente ante la injusticia.
Esta historia no va solo de un error. Va de cómo se blindan los que mandan, cómo se construye un relato para ocultar la verdad y cómo se desactiva el dolor de las víctimas con manipulación y olvido.
Todo eso ocurrió claro, sin el boom de las redes sociales que hay ahora, en las que es más difícil controlar el relato oficial y en el que la verdad, en cualquier caso, está pasando a estar en un segundo plano. Ya solo cree uno lo que le conviene para no alimentar la disonancia cognitiva y seguir viviendo en automático.
Esta serie es una alarma. Un espejo. Un recordatorio brutal de que quien controla la información, tiene el poder, sea quien sea y sin división de poderes real, sin prensa libre, sin justicia independiente, la democracia es solo una palabra vacía. Renovar y reconstruir nuestra democracia pasa por identificar esos poderes hoy.
Y sí, si no lo hacemos pronto, por muy dramático que parezca, puede costarnos la vida.


