Muchos luchamos contra la personalidad “todo o nada”, esa que nos empuja a desfondarnos por un objetivo… o directamente a no empezar, porque hacer algo a medias no encaja en nuestro esquema.
Vivir así durante años desgasta. Y por eso, algunos hemos aprendido a aplicar estrategias que suavicen ese patrón. Una de las más simples —y a la vez más poderosas— es esta: “mejor que nada”.
Escuchar una charla TED en inglés para practicar, aunque solo dure 15 minutos, es mejor que nada. Dar un paseo de media hora, mejor que no moverse. Hacer 20 sentadillas, mejor que posponerlo al lunes perfecto. Escribir unas líneas, grabar un vídeo rápido, tener un gesto amable con alguien. Todo eso suma. Todo eso cuenta. Todo eso… es mejor que nada.
No es solo una frase. Es una manera de ganar pequeñas batallas frente a la rigidez mental que nos frena. Una forma de construir una visión más flexible y compasiva sobre nosotros mismos. Porque avanzar un poco, todos los días, nos lleva mucho más lejos que esperar a que todo esté perfecto.
El cerebro refuerza hábitos con la repetición, no con la intensidad. Cada pequeña acción activa los circuitos de logro y motivación. Si repites con frecuencia algo manejable, la dopamina se alinea contigo. Así que recuerda: no necesitas hacerlo todo… solo empezar con algo. Mejor que nada.


