Es un lugar común decir que la felicidad está en disfrutar de las pequeñas cosas. Así, en general, sin concretar. Y como no rellenamos ese archivo mental, pierde fuerza dentro de nosotros. Nuestra mente, rápida, se va hacia grandes viajes, posesiones materiales o actividades exclusivas.
Y eso, a pesar de que quienes estudian a fondo la felicidad nos insisten en lo contrario: pequeños gestos amables, gratitud diaria, relaciones sociales sanas y profundas.
Seguimos, sin embargo, atrapados en el bucle de lo grandioso.
Hoy te propongo algo sencillo: llenar la caja de las pequeñas cosas. Esas que te sacan una sonrisa, que te inspiran, que te calman. Que a veces ni sabías que estaban ahí. Es verdad, da pereza coger papel y boli, o abrir una nota en el móvil. Pero merece la pena.
Porque cuando detectamos con claridad lo que nos proporciona ese pequeño placer, lo reconocemos antes, lo valoramos más y lo disfrutamos mejor.
Y es entonces cuando entendemos que la vida sí está hecha de esas pequeñas cosas. Que no son accesorias. Que, unidas, pueden cambiar por completo la forma en que percibimos nuestra felicidad.
Anota ahora mismo tan solo tres pequeñas cosas placenteras que pueden cada día activar tu sistema de recompensa y refuerza los circuitos neuronales ligados al bienestar. En pocas semanas, tu cerebro empezará a detectarlas más fácilmente… y a disfrutarlas más intensamente.


