ESCRIBIR PARA NO OLVIDAR

Pasear por Egipto es como caminar entre las palabras de una civilización que no quiso ser olvidada. Cada muro, cada columna y cada sarcófago está cubierto de jeroglíficos, esos dibujos sagrados que hablaban con los dioses y con el tiempo. Y no solo contaban historias… las hacían eternas.

En este viaje me he dado cuenta de algo poderoso: los egipcios no escribían solo para comunicarse, escribían para permanecer. Cada símbolo era un acto de memoria, de magia, de conexión con lo divino y con lo humano. Su escritura nació hace más de 5.000 años y aún hoy sigue hablándonos. No con voz, sino con forma, belleza y sentido.

Aquí, ser escriba era ser puente entre mundos. No todos podían aprender a escribir, pero quienes lo hacían llevaban en sus manos el poder de guardar las leyes, los mitos, las vidas. De hecho, el título de “escriba real” era tan prestigioso que muchos preferían esa función a ser militares o sacerdotes. La tinta, hecha con carbón y ocre, era su arma más poderosa.

Y mientras pienso en esto, recuerdo algo que confirma la ciencia actual, escribir a mano activa zonas del cerebro relacionadas con la comprensión, la memoria a largo plazo y la creatividad. No es casualidad que recordemos mejor lo que escribimos a mano, nuestro cerebro crea un mapa sensorial que refuerza el aprendizaje.

Escribe hoy algo a mano. Una idea, un sueño, una emoción. Hazlo sin prisa. Porque como en Egipto, escribir sigue siendo una forma de dejar huella… en el mundo y en ti mismo.

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