Mientras la discusión política se centra en dónde está quien preside cada administración, en este agosto aciago para el fuego, a quienes lo vivimos de cerca se nos encoge el corazón con la impotencia de ver arder nuestro refugio… y, lo más duro, de despedir para siempre a un ejemplar vecino.
Tras un invierno y primavera de lluvias torrenciales, el verde exuberante se convirtió, bajo el sol incesante y el calor extremo, en un mar de matorrales secos, altos como muros. En nuestros paseos por el parque de Tres Cantos lo comentábamos una y otra vez, hasta que por fin fue desbrozado. Esa simple acción preventiva salvó ese rincón. En Soto, algunos vecinos previsores lo hicieron por su cuenta. En el perímetro de Tres Cantos, no.
La prevención es la diferencia entre un verano seguro y un verano en llamas. Es mantener cortafuegos, limpiar caminos forestales y vigilar el monte todo el año, no solo cuando huele a humo.
Hoy, las tormentas secas acechan, y la hierba alta y seca que rodea nuestras ciudades es leña lista para un fuego explosivo, imposible de apagar con temperaturas tropicales.
Gracias, de corazón, a todos los servicios de emergencia, policías, guardias civiles, bomberos, Cruz Roja, Protección Civil, y a tantos vecinos que, sorprendidos en sus casas, trabajaron sin descanso y pusieron todo lo que tenían.
Cuando llegue la primavera, recordemos que el verano se gana en invierno. No en discursos ni en fotos, sino en prevención. Porque si seguimos dejando que todo dependa de una sola persona, seguiremos viendo arder nuestros refugios.

