La importancia de quienes dirigen gobiernos, administraciones, empresas u organizaciones es hoy mayor que nunca porque no basta con ocupar un puesto, hace falta un cambio profundo de cultura y de mentalidad.
Antes, eran los conocimientos técnicos los que otorgaban poder. Quien sabía algo que los demás no dominaban no tenía competidores y ejercía su liderazgo copiando, innovando o improvisando sobre la marcha. El puesto era suyo y la organización se adaptaba a él o ella.
Hoy la realidad es otra. Navegar la incertidumbre no necesita líderes que confíen ciegamente en sus capacidades como elefantes en cacharrería. Necesita personas con las habilidades de un entrenador que sepan escuchar, preguntar lo adecuado en el momento justo y rodearse del mejor talento para tomar decisiones sabias frente a riesgos constantes.
Liderar ahora significa integrar, reconocer y dar voz a todos. Significa aprender cada día para no quedarse atrás, y construir equipos sólidos para no quedarse solo. Significa comprender que la curiosidad y la apertura son fortalezas, no debilidades. Aprender con gusto a diario.
Este tiempo requiere líderes capaces de sostener conversaciones profundas a diario y seguramente muchas difíciles, un sentido claro de justicia, compromiso y previsibilidad. Personas que entiendan que la incertidumbre no se domina, se navega. Y que el talento vivo y compartido siempre será mejor brújula que cualquier certeza individual.


