VIVIR DESPACIO

Cada vez que hablo con alguien y me cuenta sus planes  creo que vivimos atrapados en la prisa como si cada minuto debiera llenarse de tareas, conversaciones, pantallas o productividad y planes y más planes.

Creemos absurdamente  que parar es perder el tiempo, que debemos prestar atención a nuestra mente productiva, cuando en realidad es la mejor inversión para nuestra salud mental y física. El cerebro no está diseñado para un bombardeo constante de estímulos, necesita momentos de vacío para reorganizarse y generar nuevas conexiones.

El llamado “modo por defecto” del cerebro, ese que se activa cuando no hacemos nada, es clave para la creatividad, la memoria y la autorreflexión. Cuando descansamos la mente, las ideas se reordenan, surgen soluciones inesperadas y recuperamos energía para lo que viene después.

En culturas como la japonesa existe el “ma”, ese espacio entre cosas que da sentido a todo lo demás. Igual que las pausas en la música permiten apreciar la melodía, el silencio y la calma en nuestra vida permiten que lo esencial destaque.

Vivir despacio no significa renunciar a los sueños ni a los logros, significa sostenerlos con un ritmo humano. Dar un paseo sin auriculares, mirar por la ventana sin propósito, sentarse a respirar y sentir el cuerpo sin esperar nada. Esos instantes son los que nos devuelven la claridad y la fuerza para seguir.

Te dejo un pequeño consejo práctico, programa en tu día diez minutos de “no hacer nada” de verdad, sin móvil ni distracciones. Deja que tu mente vague y observa lo que aparece. Quizás descubras que no perder el tiempo es, justamente, aprender a vivirlo.

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