Escuchando su discurso en los premios Princesa de Asturias hace poco me volvió a cautivar la forma que tiene de provocarnos. Pero comprobé el efecto que tuvo mencionar liberalismo y capitalismo. Esto evitó que una parte de la sociedad se diera por aludida con el relato y siguiese con su sesgo de confirmación sin atender a nada más.
Siendo de defensora de la libertad podría haberme ocurrido lo mismo y sin embargo, como otras veces, me hizo reflexionar sobre la esencia de la misma.
Es cierto que vivimos en un tiempo en el que opinar parece más importante que escuchar y en el que confundimos libertad con decirlo todo, sin pausa ni filtro. Sin embargo, Byung-Chul Han nos recuerda algo esencial y casi olvidado, el respeto no es una formalidad, es un pilar que sostiene nuestra humanidad. Y hoy está en riesgo.
Sobre todo porque aunque es algo que no depende de nosotros, ya que quien no nos quiera respetar encontrará la manera de no hacerlo, es la base de nuestra sociedad.
El respeto no significa estar de acuerdo ni compartir visión. Significa reconocer al otro como alguien completo, distinto, con un mundo interno que merece ser mirado con delicadeza. Han advierte que la hiperexposición y el deseo constante de mostrarlo todo, explicarlo todo y validarlo todo ha vaciado el espacio sagrado donde el respeto crece, donde algunos nos sentimos cómodos, en el silencio, la intimidad, la pausa, la escucha.
Cuando todo se convierte en espectáculo, dejamos de ver al otro como un ser humano y empezamos a verlo como contenido, opinión o amenaza. Consumimos personas.
Defender el respeto se ha convertido casi en un acto de rebeldía. Implica bajar el volumen del ego y subir el de la presencia. Implica hablar menos de uno mismo y preguntarle más al otro. Implica sostener la diferencia sin querer moldearla.
Empieza en lo cotidiano. En cómo te diriges a quien piensa distinto. En cómo hablas cuando nadie te escucha. En cómo reaccionas cuando no tienes razón. Esa pequeña ética personal es el cemento de cualquier convivencia sana.
Si quieres contribuir a un mundo más humano, no necesitas grandes gestos. Basta con mirar a los demás con dignidad y recordar que ninguna transformación profunda es posible sin respeto. Date por aludido con sus palabras. Haz del mundo un lugar mejor.


