EL HOMBRE QUE NO MIRABA ATRÁS

En un antiguo reino de Oriente, vivía un hombre llamado Hao, famoso por su inteligencia… y por su orgullo. Siempre tenía razón. Aunque se equivocara, encontraba formas elegantes de justificar sus errores. Nunca pedía perdón, porque creía que hacerlo lo haría parecer débil.

Un día, mientras caminaba por un estrecho sendero de montaña, tropezó con un anciano que cargaba leña. Hao cayó al suelo, se levantó furioso y gritó:

—¡Deberías mirar por dónde vas!

El anciano, sereno, le respondió:

—Tal vez fui torpe… pero tú venías tan centrado en ti mismo, que no viste nada más.

Hao se alejó refunfuñando, sin mirar atrás.

Días después, se perdió en una espesa niebla. Dio vueltas y vueltas sin encontrar salida. Entonces, escuchó una voz familiar: era el anciano. Había seguido las huellas de Hao, sabiendo que no volvería por donde vino, pues los que no reconocen su error, nunca regresan sobre sus pasos.

El anciano lo guió hasta la salida sin decir nada más.

Al llegar, Hao se giró y, por primera vez, inclinó la cabeza.

—Gracias. Me equivoqué. Perdón.

El anciano sonrió:

—A veces, el camino más sabio no es el que avanza… sino el que se atreve a volver atrás.

Desde ese día, Hao siguió siendo sabio, pero más aún por saber cuándo callar, cuándo pedir perdón… y cuándo dejar de tener razón para tener paz.

Os dejo un magnífico cuento para pensar en todas esas veces que  no reconocemos un error porque creemos que nos hace más fuertes cuando volver   sobre nuestros  pasos no es retroceder, es aprender a ver.

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