CUANDO EL SILENCIO TAMBIÉN PRODUCE

Esperas que desesperan, cámaras apagadas, intervenciones eternas, horarios imposibles y aportaciones de paso. Así se siente a veces el trabajo digital, ese que prometía libertad, productividad y equilibrio, y que sin embargo muchas veces termina agotando más que antes. Si lo que buscábamos era flexibilidad y calidad de vida, no podemos quedarnos a medias ni seguir reproduciendo el mismo modelo presencial, solo que a través de una pantalla.

Hoy tenemos herramientas que permiten que la sincronía sea asíncrona, o lo que es lo mismo, que no todo deba ocurrir al mismo tiempo para ser útil. Porque el eterno debate entre búhos y alondras, quienes piensan mejor de noche o de mañana, nunca tendrá solución. Los bostezos de unos son la lucidez de otros, y no todos brillamos al mismo ritmo.

Hay quien reacciona rápido y lanza ideas por minuto, y quien necesita reposarlas sin presión para poder aportar con claridad. Y en medio, las cámaras apagadas, las multitareas disfrazadas de atención y la sensación de que todo ocurre sin verdadera conexión.

Quizá haya que empezar a aceptar que no siempre estar “en línea” es estar presentes. Que una respuesta tardía no es desinterés, sino respeto por el propio ritmo. Que el silencio no es vacío, sino tiempo fértil.

Nuestro cerebro necesita pausas para integrar la información. Las redes neuronales que crean ideas nuevas se activan justo cuando no hacemos nada. Así que la próxima vez que alguien te deje en leído, tal vez esté pensando mejor.

Deja un comentario