CUANDO LA VOZ INTERNA IMPORTA MÁS QUE LOS SUPLEMENTOS

Estamos tan metidos en la carrera por vivir más y mejor que se nos olvida lo esencial. Tomamos magnesio, omega 3, vitaminas, antioxidantes y cualquier cosa que prometa longevidad, pero prestamos poca atención a cómo nos hablamos. Y esa conversación silenciosa vale más que todos los suplementos que podamos ingerir en años.

Si te fijas, cada vez que aparece un pensamiento que te inquieta tu cuerpo reacciona al instante. El corazón se acelera, las manos tiemblan, la piel se enrojece y el estómago se encoge. Esa reacción no es casual, es la fisiología de lo que piensas. Tus palabras internas se convierten en señales químicas que recorren tu cuerpo como si fueran verdad absoluta.

Lo que no se ve se olvida. Por eso ignoramos la salud mental hasta que duele. Reaccionamos tarde porque los pensamientos no hacen ruido, pero desgastan igual que cualquier enfermedad. Y sin una mente tratada con cariño ningún suplemento podrá hacer el trabajo por ti.

Si quieres empezar a cuidarte de verdad, empieza por cambiar la forma en la que te hablas. Háblate como te hablaría tu mejor amiga, esa que te conoce, que te quiere sin condiciones, que te recuerda tus virtudes cuando tú solo ves defectos. A partir de ahora, pregúntate por qué pudiendo usar su voz eliges hablarte con dureza.

Imagínala sentada a tu lado. Pregúntate qué diría ella cuando fallas, cuando dudas, cuando no llegas. Esa es la voz que necesitas. Esa es la voz que sana. Porque al final el cuerpo responde a lo que le dices. Y si puedes hablarte con amor, para qué seguir haciéndolo desde la herida.

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