Hoy he tenido la suerte de asistir a una jornada de la Fundación del Secretariado Gitano como cierre del año dedicado a este pueblo, y me ha resultado imposible no sentir indignación y vergüenza por todo lo que aún no está resuelto desde hace tantos años.
No por falta de discursos, que palabra y postureo no falta sino de leyes. Porque como han recordado “convivir no es coexistir.”Porque “normalizar no es legislar”. Porque hablar de igualdad sin acción es seguir alimentando una desigualdad disfrazada.
Discriminar por identidad, por aspecto o por cultura es una herida que desangra cualquier democracia y es para mí una injusticia a extinguir. Y esa herida se agrava cuando se mezcla con la pobreza, con la falta de datos oficiales, con el silencio institucional. Con lo que llaman “el discurso del asco”.
La comunidad gitana ha sido ejemplo de resistencia pacífica, pero no me extraña que esté cansada de luchar frente a etiquetas. Harta de promesas huecas, de una supuesta discriminación positiva que solo perpetúa el estigma. Harta de que se cuestione su derecho a tener derechos.
No se trata solo de incluir. Se trata de reparar. De reconocer. De legislar. De garantizar, por ley, lo que ya debería ser normal, igualdad de oportunidades, acceso real a la educación, conexión digna con la formación profesional, respeto y protección frente a la discriminación.
Decimos que somos un país avanzado. Pero seguimos sin mirar de frente a quienes llevamos siglos empujando a los márgenes y enjaulándolos en tópicos. Quizá sea hora de que la justicia vuelva a ser también cosa de los juristas.Y de que esta ley deje de ser una promesa.
Agradezco también la oportunidad de conocer al genial Catedrático de Constitucional, Fernando Rey y su arte para arrojar luz y esperanza desde el humor al profundo drama que rodea la discriminación. Menudo Inluencer! Toda mi admiración.




