LOS DE SIEMPRE, PARA TODO

Hoy lo hemos visto con “Alegría” y es que, a veces parece que en la televisión, en las redes, en la política es como esa casa en la que se siguen usando los mismos muebles por costumbre, aunque chirríen y ya no encajen en los tiempos que vivimos. No importa el reto ni la función, siempre aparecen las mismas caras, los mismos nombres, los de siempre, los que hacen y saben de todo.

Este fenómeno tiene un nombre del que todos abusan por la ley del mínimo esfuerzo, el efecto de la familiaridad. Cuanto más vemos a alguien, más confianza nos genera. Aunque no sea la persona más preparada. Aunque no tenga la mejor propuesta. Aunque haya fallado antes. La repetición nos tranquiliza, y el marketing y ma política lo saben.

Pero a diferencia de la televisión, la democracia necesita urgentemente algo más que familiaridad, necesita energía, diversidad, nuevas voces, nuevos enfoques. Requiere de personas que no estén desgastadas, que aún escuchen, que tengan algo distinto que aportar para mejorar el sistema.

Sin embargo, seguimos atrapados en un bucle de caras repetidas. Algunos porque les viene bien. Otros porque no se atreven a cuestionarlo. Y muchos porque, simplemente, no saben que hay alternativa.

Lo previsible da seguridad, pero también puede ser el mayor freno al cambio. En tiempos de transformación acelerada, repetir fórmulas caducas solo nos garantiza más de lo mismo. Y lo de siempre ya no basta.Ya queda menos. 

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