EL ESPEJO DEL MONJE

En un antiguo monasterio del Tíbet, vivía el joven monje Tenzin, quien era muy rápido para ver los defectos en los demás. Decía que el cocinero era torpe, que el hermano mayor era arrogante, que el novicio nuevo era demasiado lento… y así cada día encontraba un nuevo blanco para su crítica silenciosa.

Un día, su maestro, el anciano Karma, lo llevó a una sala vacía. En el centro había un gran espejo de cobre, ligeramente empañado por el tiempo.

—Observa —le dijo.

Tenzin se acercó y vio su rostro reflejado, pero también las huellas de sus propias manos marcadas en el metal, dejadas allí sin notarlo.

—¿Qué ves? —preguntó el maestro.

—Veo mi cara, pero también manchas.

—Las manchas no están en tu cara, pero tampoco en el espejo. Son tuyas. Así sucede con lo que juzgas en los demás: muchas veces no estás viendo al otro… te estás viendo a ti mismo, pero no lo sabes.

Tenzin guardó silencio.

Desde ese día, cada vez que algo en otro le molestaba, se preguntaba:

“¿Dónde está esto en mí que no quiero ver?”

Con el tiempo, se volvió más compasivo. Ya no señalaba, sino que se preguntaba. Ya no juzgaba, sino que comprendía. Y en esa comprensión, se conoció a sí mismo.

Quizá lo  que te molesta del otro es, a menudo, el espejo que te muestra lo que aún no has sanado en ti.

CUANDO EL CEREBRO NECESITA COMPAÑÍA

En Egipto me llamó la atención algo que parecía inacabado y, sin embargo, estaba lleno de propósito, las casas se construyen por etapas. Cada familia deja un piso sin terminar para que, algún día, sus hijos levanten allí su hogar. No era abandono, era previsión, un símbolo de continuidad y pertenencia. Aquella imagen me recordó que el ser humano está diseñado para crecer junto a otros, no en soledad.

El neurólogo Facundo Manes lo explica con claridad, el cerebro es un órgano social. Su equilibrio depende del contacto humano, de la sensación de formar parte de algo más grande que uno mismo. La soledad crónica, según diversos estudios, tiene efectos comparables al tabaquismo o la obesidad, no solo afecta al ánimo, también daña el sistema inmunitario, el corazón y la memoria. Sentirse solo duele porque el cerebro procesa el aislamiento como una amenaza física.

Antes, las familias convivíamos o vivíamos muy cerca. Compartíamos tiempo, cuidados, problemas y celebraciones. Esa red de vínculos sostenía la salud emocional y creaba sentido. Hoy habitamos casas más cómodas pero emociones más frías. Hemos ganado metros y perdido contacto. La modernidad nos hizo independientes, pero también nos volvió invisibles unos para otros.

Quizás debamos aprender de aquellas construcciones egipcias, dejar espacio para que otros continúen, para seguir conectados a una historia común.

Conviene recordar que las relaciones cercanas y el contacto afectivo liberan oxitocina, dopamina y serotonina, neurotransmisores que fortalecen la memoria, la empatía y la resiliencia. Cuidar los vínculos no solo da sentido a la vida, también cuida el cerebro.

LA MÚSICA QUE DESPIERTA LA CALMA

A quienes nos apasiona la música tenemos claro el efecto que tiene sobre nosotros y nuestro estado interior. Hay canciones que no solo se escuchan, se sienten. Entran en el cuerpo, bajan el pulso y aquietan la mente. 

Existe reciente estudio de Mindlab International y demostró que la música puede ser medicina. En su experimento, los participantes realizaban tareas estresantes mientras se medían su ritmo cardíaco, presión arterial y respiración. Al escuchar distintas piezas, una canción destacó sobre todas Weightless, de Marconi Union. Diseñada junto a terapeutas del sonido, logró reducir la ansiedad hasta un 65 % y disminuir la frecuencia cardíaca en torno al 35 %.

La ciencia explica este efecto con precisión. Weightless comienza a unos 60 latidos por minuto y desciende lentamente hasta los 50, ayudando a que el cuerpo sincronice su ritmo con el de la música, un fenómeno conocido como entrainment. 

Además, su estructura fluida evita que el cerebro anticipe los compases, liberándolo de la tensión de estar siempre “preparado”. Este tipo de armonía reduce el cortisol y activa circuitos de recompensa y bienestar en el sistema límbico. Escucharla es permitir que el cerebro y el corazón respiren al mismo tiempo.

Incorporar esta práctica al día a día es sencillo. Basta con reservar unos minutos, cerrar los ojos y dejar que el sonido haga su trabajo. La música no necesita que la entiendas, solo que la sientas. 

Convertirla en un ritual antes de dormir o en momentos de sobrecarga puede ser un antídoto real contra el estrés. Cuando el cuerpo se armoniza, la mente se aquieta. Lo mismo que la usamos para activarnos y bailar. 

Si escuchas música con ritmos progresivamente más lentos entrenas al sistema nervioso para entrar en coherencia, fortaleciendo la autorregulación emocional y la capacidad de concentración. Prueba con Weightless aquí te dejo en enlace. 

LA MEMORIA DEL DOLOR

Debemos ser conscientes de los despegos que tiene nuestro cerebro, es decir, de cómo funciona en automático. El cerebro tiene un sesgo curioso. Guarda los insultos durante veinte años y olvida los halagos en apenas treinta días. No es casualidad, es supervivencia. Evolucionamos para recordar el peligro, para anticiparlo y protegernos. Pero esa misma estrategia que nos salvó de los depredadores nos juega hoy una mala pasada.

Guardamos frases, miradas, desprecios que se quedaron grabados a fuego y seguimos rumiándolos cada vez que algo nos hace sentir inseguros. En cambio, los elogios se desvanecen rápido, como si no tuviésemos derecho a creerlos del todo.Imagina a estas alturas como está tu balance. 

La neurociencia demuestra que las palabras activan los mismos circuitos que el dolor físico. Por eso un comentario hiriente puede doler igual que una caída. Sin embargo, también sabemos que el cerebro es plástico y puede reentrenarse.

Cada vez que registras un reconocimiento o un gesto amable, estás fortaleciendo las conexiones de la amígdala con la corteza prefrontal, la zona donde se regula la emoción y se equilibra la razón.

El cerebro olvida rápido lo positivo porque no lo repetimos. No lo escribimos. No lo celebramos.

Te propongo entrenar otra forma de guardar en tu cerebro que te sea más favorable para ti y para los que conviven contigo. 

Durante 30 días anota tres halagos o gestos amables que hayas recibido. No importa si son pequeños. Leerlos de nuevo activa los mismos circuitos de placer y autoconfianza que cuando los viviste. Así, poco a poco, tu cerebro aprenderá a darles el mismo valor que a los recuerdos dolorosos.

NO ESCONDAS EL AMOR

Quiero reflexionar sobre la importancia de no esconder el amor y practicar decirlo, y demostrarlo conscientemente, a la familia, a los amigos, a quienes muestran su amabilidad y a quienes lo necesitan para minar esa coraza que, de forma consciente o inconsciente, han decidido tristemente vestir para la vida.

Hace años que la edad no perdona, de forma natural, perdemos  a seres queridos y les echamos mucho de menos, pero lo que sí es imperdonable es tenerles y no decirles, y demostrarles, lo mucho que les queremos en lugar de esperar a llorar su ausencia.

Querer y sentirse queridos es una necesidad humana a la que prestamos poca atención, empeñados en disfrazarla con cosas materiales, planes exóticos y una búsqueda constante del placer, cuando tenemos desatendido lo más importante, el amor a nuestro alrededor.

No esperes ni un día más. Sobre todo, no esperes a tener que susurrarlo cuando la otra persona ya no lo pueda oír. Llena tu corazón y el suyo. Haz algo por este mundo. Aunque no estés acostumbrado y te sientas ridículo al principio, la práctica hace al maestro y quien más lo va a agradecer es tu corazón. Si no lo haces ya, empieza hoy.

VIVIR DESPACIO

Cada vez que hablo con alguien y me cuenta sus planes  creo que vivimos atrapados en la prisa como si cada minuto debiera llenarse de tareas, conversaciones, pantallas o productividad y planes y más planes.

Creemos absurdamente  que parar es perder el tiempo, que debemos prestar atención a nuestra mente productiva, cuando en realidad es la mejor inversión para nuestra salud mental y física. El cerebro no está diseñado para un bombardeo constante de estímulos, necesita momentos de vacío para reorganizarse y generar nuevas conexiones.

El llamado “modo por defecto” del cerebro, ese que se activa cuando no hacemos nada, es clave para la creatividad, la memoria y la autorreflexión. Cuando descansamos la mente, las ideas se reordenan, surgen soluciones inesperadas y recuperamos energía para lo que viene después.

En culturas como la japonesa existe el “ma”, ese espacio entre cosas que da sentido a todo lo demás. Igual que las pausas en la música permiten apreciar la melodía, el silencio y la calma en nuestra vida permiten que lo esencial destaque.

Vivir despacio no significa renunciar a los sueños ni a los logros, significa sostenerlos con un ritmo humano. Dar un paseo sin auriculares, mirar por la ventana sin propósito, sentarse a respirar y sentir el cuerpo sin esperar nada. Esos instantes son los que nos devuelven la claridad y la fuerza para seguir.

Te dejo un pequeño consejo práctico, programa en tu día diez minutos de “no hacer nada” de verdad, sin móvil ni distracciones. Deja que tu mente vague y observa lo que aparece. Quizás descubras que no perder el tiempo es, justamente, aprender a vivirlo.

EL JARDÍN DE LAS MANOS ABIERTAS

“En lo alto de una montaña japonesa, existía un jardín legendario que florecía todo el año. No por su clima, ni por la tierra, sino por las manos que lo cuidaban. El maestro de ese jardín era un anciano llamado Takumi, conocido no por su fuerza, sino por su delicadeza.

Un día, un grupo de ejecutivos viajó hasta allí para conocer su secreto. Al llegar, encontraron a Takumi regando en silencio, observando cada brote con una atención casi sagrada.

—¿Qué técnica usa? —preguntó uno.

—¿Qué fertilizante? —añadió otro.

—¿Cuál es su planificación semanal? —insistió el tercero.

Takumi sonrió y les ofreció una taza de té. Luego les dijo:

—Cada planta es distinta: algunas necesitan sombra, otras sol. Algunas crecen si las dejas en paz, otras si les hablas cada día. Yo no impongo mi ritmo al jardín… me adapto al suyo. No lo exijo: lo escucho.

Los ejecutivos se miraron, incómodos.

—Pero eso lleva mucho tiempo…

—Cuidar nunca es perder el tiempo —respondió Takumi—. Un líder no es quien ordena desde arriba, sino quien cultiva desde abajo. Como el jardinero, observa, nutre, poda con compasión y riega con constancia. La flor no florece por presión, sino por cuidado.

Esa tarde, cada uno volvió a su empresa con una semilla en el bolsillo… y la idea clara de que su equipo no era un ejército que se dirige, sino un jardín que se cuida.”

Os dejo este cuento con el quiero que reflexionemos sobre qué “ Liderar es saber cuándo regar, cuándo podar y cuándo simplemente esperar en silencio a que tu equipo florezca.”

Cualquier equipo, tu familia, tus amigos, tu trabajo. Sé buen jardinero.

LO QUE IMAGINAMOS NOS GOBIERNA

Hoy reflexionando sobre lo que pensamos y el efecto que tiene en nosotros recordé una habilidad que entreno desde hace tiempo y puede que ayude. Seguro que ya sabéis que nuestro cerebro no espera a que ocurra algo para reaccionar. Lo imagina.

Cuando algo nos genera incertidumbre, como una elección, una reforma, una conversación, una noticia, un giro inesperado en nuestras vidas, no esperamos a ver qué sucede. Imaginamos y casi siempre nos ponemos en lo peor. Y esa imaginación nos genera miedo, bloqueo o rabia, aunque nada haya pasado todavía.

Esa simulación mental es una función esencial del cerebro, prever. Pero cuando no somos conscientes de ella, terminamos reaccionando más a lo que hemos imaginado que a lo que es real.

Lo peor es que cuanto más incierto es el futuro, más negativa es nuestra simulación. Imaginamos más miedos y menos recursos para resolver. Una especie de sesgo evolutivo para sobrevivir… que hoy es seguro un lastre para muchos que incluso aunque no ha ocurrido, ellos mismo etiquetan como “realista” 

¿Y si empezáramos a entrenar otras simulaciones? ¿Y si imaginamos futuros posibles que nos motiven, nos conecten, nos empujen a actuar desde el cuidado y la colaboración?

La tolerancia a la incertidumbre no es resignación. Es la capacidad de vivir sin certezas absolutas, de decidir con valentía en medio del caos, de no dejar que nuestros miedos nos gobiernen por adelantado.

Porque el problema no es no saber, sino lo que imaginamos cuando no sabemos.

Y eso sí podemos cambiarlo. ¿Te atreves? 

LA EMERGENCIA QUE NADIE QUIERE APAGAR

Escuchando a los vecinos de Soto de Viñuelas, dueños de casas calcinadas y vidas al borde del fuego, uno entiende que las llamas no solo arrasan bosques. También dejan al descubierto otra tragedia, la de la alimentada polarización política que nos está quemando por dentro.

No es el cambio climático lo que más daño hace. Ni las tormentas, ni las sequías, ni los incendios. Es la incapacidad de unir fuerzas frente a lo evidente. Es el fuego cruzado entre administraciones que no se hablan porque no comparten color político. Es la mezquindad de negar ayuda si el otro gobierna, aunque el bosque arda.

La verdadera emergencia no está solo en el monte, sino en los despachos. En los protocolos de prevención que se frenan por orgullo. En las medidas que no se aprueban porque “no toca”, aunque se implementen después, maquilladas. En la descoordinación interesada. En la lucha por el relato, aunque cueste hogares.

Y no, no es culpa del Estado Autonómico. Porque cuando gobierna el mismo partido, la cooperación fluye. Entonces no hay dudas ni competencias discutidas. Lo que hay es miedo a perder poder.

Y mientras tanto, arde la tierra, arde la confianza, arde la paciencia.

Hasta que un día lo que se queme ya no se pueda reconstruir.

DISTRAIGAMOS EL DOLOR

Tengo una amiga que, a pesar de la edad y de los dolores que la acompañan cada día, no deja de estar activa. Siempre la ves con amigas, participando en asociaciones, compartiendo momentos de alegría. Muchos se sorprenden de cómo lo hace, pero pocos reparan en la verdadera clave que la sostiene, la capacidad de distraerse del dolor.

Anne Baxter lo explica en su TED con claridad. El dolor no siempre se puede eliminar, pero sí se puede aprender a vivir con él de otra manera. Cuando nuestra mente se ocupa en actividades que nos gustan, cuando nos relacionamos y nos reímos, el cerebro activa circuitos diferentes a los del sufrimiento y genera endorfinas que lo alivian. No es magia, es neurociencia.

El dolor se amplifica cuando lo observamos sin descanso y se atenúa cuando lo distraemos. Por eso mi amiga es un ejemplo vivo de cómo la actitud, el movimiento y la compañía se convierten en un tratamiento tan poderoso como cualquier pastilla.

Quizá no siempre podamos elegir la ausencia de dolor, pero sí podemos decidir no darle todo el protagonismo.

Si practicamos cada día una pequeña distracción positiva. Leer, pasear, conversar o ayudar a otros pueden ser analgésicos naturales que tu cerebro agradecerá. Una simple llamada para una divertida conversación puede ser un lenitivo. No lo dudes, ¡llama! 

EL ORGULLO DE NO LEER

No es nuevo que a alguien le parezca moderno e incluso motivo de orgullo decir que no lee. Ahora crear polémica está por encima de casi todo.Captar la atención se lleva a toda costa a pesar de captar también la de todos los que solo se dedican a amenazar e insultar anónima e incivicamente. 

El inicio de todo esto, lo sitúo hace muchos años, cuando cierto personaje televisivo presumió de ello en horario de máxima audiencia. Desde entonces, cualquier valoración intelectual o profunda parece fuera de lugar.

Se instalaron los mensajes cortos, simples y repetitivos. Compramos los packs electorales sin pensar. Las conversaciones profundas pasaron a considerarse innecesarias y demasiado intensas. Y la vida, poco a poco, se ha resumido en vídeos de un minuto, la misma atención que hoy prestamos a casi todo.

Yo sigo siendo activista de la lectura. Defensora de la reflexión y del reposo que imprime cada página. De los beneficios neurocientíficos que hoy la ciencia demuestra y que esta imagen refleja con claridad. Leer fortalece la memoria, reduce el estrés, mejora la regulación emocional, estimula el cerebro y nos protege frente al deterioro cognitivo.

Pero más allá de los datos, leer es vivir otras vidas, viajar sin moverse del sitio y entrenar la mente en la mejor de las gimnasias. Es una forma de crecer y de ensanchar la mirada.

Vivir aventuras y pensar son dos placeres de los que no pienso renunciar, por mucho que algunos se empeñen. Y no porque me crea mejor por hacerlo, sino porque estoy convencida de que leer me hace más humana.

EL PODER ENTRE EL CAOS Y LA COBARDÍA

“El caos es la armonía del gobierno.”

“Es el pueblo quien paga los errores del jefe.”

Estas dos frases de la serie “El gran guerrero”  son un buen resumen y aunque nos habla de los orígenes de Hawái, también refleja conflictos extrapolables y vigentes a lo largo y ancho  del mundo. Aunque la paz siempre se desee, a veces parece que no queda más remedio que la guerra para defender lo propio. ¿O quizá pensemos que ya no merece la pena?

Lo más llamativo para mí es el contraste histórico. Antes, los jefes encabezaban las batallas, arriesgaban su vida y recibían honores y reinaban o gobernaban al menos cuando ellos vencían. 

Hoy, en cambio, los dictadores y gobernantes se refugian en salas de guerra, dando órdenes a distancia, sin arriesgar nada. Deciden pulsando botones, viendo pantallas, escondidos en crueles videojuegos, sin cargar siquiera con el peso de la historia, confiando además en que la ciencia atenúe el único temor real que poseen, envejecer y morir.

La política ya no se mide, por nadie objetivo, en la eficacia de las mismas para mejorar la vida de las personas sino en zascas y creativos discursos. El poder ya no se mide tampoco en coraje personal, sino en la capacidad de distraer al pueblo y eludir las consecuencias.

LA TINTA QUE NUNCA SECABA

“ En un antiguo templo zen al pie de las montañas, vivía un joven monje llamado Riku, conocido por su inteligencia y su obsesión por hacerlo todo perfecto. Su maestro, el sabio Maestro Takuan, le había encomendado una tarea sencilla: escribir una caligrafía con un solo carácter, el que representara el “camino”.

Riku pasó días enteros probando pinceles, mezclando tintas, eligiendo pergaminos. Cada vez que escribía el carácter, encontraba algo que corregir: una línea torcida, un trazo débil, una curva demasiado inclinada.

—No está listo —decía mientras arrugaba otro papel—. Tiene que ser perfecto.

Una semana después, el Maestro Takuan se acercó y vio decenas de pergaminos arrugados tirados en el suelo.

—¿Y el carácter? —preguntó.
—Aún no está bien —respondió Riku—. Siento que no es suficiente.

El maestro sonrió, tomó un pergamino limpio, respiró una sola vez, y con mano firme escribió el carácter. Ni lento ni rápido. Sin dudar. Luego miró a Riku:

—El camino no se perfecciona pensándolo. Se revela andando. La tinta nunca seca en la mente que no actúa.

Riku entendió. Desde ese día, escribió con más intención que miedo, y vivió sabiendo que la belleza del trazo está en hacerlo, no en imaginarlo sin errores.”

Os dejo este cuento para que reflexionemos, a veces quien espera el momento perfecto para actuar, pasa la vida preparando la tinta sin escribir jamás su historia.

CONVERSAR EN LA INCERTIDUMBRE

La importancia de quienes dirigen gobiernos, administraciones, empresas u organizaciones es hoy mayor que nunca porque no basta con ocupar un puesto, hace falta un cambio profundo de cultura y de mentalidad.

Antes, eran los conocimientos técnicos los que otorgaban poder. Quien sabía algo que los demás no dominaban no tenía competidores y ejercía su liderazgo copiando, innovando o improvisando sobre la marcha. El puesto era suyo y la organización se adaptaba a él o ella.

Hoy la realidad es otra. Navegar la incertidumbre no necesita líderes que confíen ciegamente en sus capacidades como elefantes en cacharrería. Necesita personas con las habilidades de un entrenador que sepan escuchar, preguntar lo adecuado en el momento justo y rodearse del mejor talento para tomar decisiones sabias frente a riesgos constantes.

Liderar ahora significa integrar, reconocer y dar voz a todos. Significa aprender cada día para no quedarse atrás, y construir equipos sólidos para no quedarse solo. Significa comprender que la curiosidad y la apertura son fortalezas, no debilidades. Aprender con gusto a diario.

Este tiempo requiere líderes capaces de sostener conversaciones profundas a diario y seguramente muchas difíciles, un sentido claro de justicia, compromiso y previsibilidad. Personas que entiendan que la incertidumbre no se domina, se navega. Y que el talento vivo y compartido siempre será mejor brújula que cualquier certeza individual.

DE LA IRA A LA TIRANÍA

Imaginen que viven en un país donde dos partidos se reparten el poder como si fuera una partida amañada. Años de corrupción, ineficacia y promesas vacías. Gobiernos que parecen gestionarlo todo menos lo que importa.

Imaginen que, hartos de esa farsa, muchos ciudadanos votan por un partido emergente. Uno que habla fuerte, promete acabar con “todo eso” de un plumazo, con soluciones facilonas, frases potentes y mano de hierro. Parece entender vuestro hartazgo, incluso grita por vosotros.

Imaginen que ese partido llega al poder. Y entonces, todo es hierro. Su ley, su orden. Un enemigo interno o externo que sirve de excusa para aplicar el miedo como estrategia de control. El miedo entretiene, paraliza y justifica. Las libertades se estrechan en nombre de la seguridad. Y la crítica se convierte en traición.

Ese ciclo no es nuevo. Ya tiene nombre en muchas partes del mundo. Y lo más inquietante es que empieza con un deseo legítimo de cambio. De justicia. De dignidad. Pero se pervierte cuando los que llegan no quieren arreglar, sino mandar. No quieren representar, sino someter.

Y cuando el pueblo descubre que su rabia fue usada como combustible para otra maquinaria de abuso, ya es tarde. Porque ya hay víctimas. Ya hay guerra. Ya hay enemigos que antes eran vecinos. Ya hay países convertidos en trincheras internas.

El problema no es indignarse. El problema es olvidar que indignarse no debe implicar deshumanizar. Que tenemos una obligación global de proteger, mediar, y garantizar derechos, que no es debilidad, sino la verdadera fuerza.

Ahora pongan nombre. Cualquier nombre. Cualquier país. Cualquier guerra. Porque este patrón se repite, y estamos normalizando verlo desde la barrera. Me recuerda al famoso poema de Martin Niemöller: “primero vinieron por…”

CONSTRUIR PAÍS 

En política, las palabras importan. Y mucho.

No todo vale para captar la atención. No todo se justifica en nombre de la libertad de expresión.

Cuando usamos términos como guerra, adversario, batalla, machacar, estamos sembrando una semilla peligrosa. Puede que, en quien los pronuncia, no haya intención literal. Pero vivimos tiempos en los que muchos, como comprobamos a diario, no distinguen con su brutalidad la metáfora del mandato.

En un contexto de polarización, ansiedad social y crispación permanente, ese lenguaje se convierte en gasolina. No para encender el debate, sino para incendiar la convivencia.

¿De verdad queremos que nuestra democracia suene a guerra?

¿No hemos aprendido que las democracias fuertes siempre se construyen con acuerdos, no con trincheras?

La política no es un espectáculo. No es una guerra de egos. No es un teatro en el que cada actor exagera su papel para salir en el informativo de la noche.

Es la vida de todos y nuestro futuro. Es servicio. Uno que requiere calma, escucha y mucho más diálogo del que se practica. Seguro que es más difícil que hacer la guerra. 

Cuando alguien abandona su función pública para hacer ruido. Cuando se insultan desde la tribuna. Cuando las amenazas ocupan más espacio que las propuestas…Perdemos todos.

Y la próxima vez, harán falta más insultos, más ruido, más amenazas para que alguien escuche.

No se trata de censurar. Se trata de reflexionar.

El respeto también se elige. Y construir país, más que gritarlo, implica practicarlo.

EL FIN DEL VERANO QUE NUNCA SE OLVIDA

El fin del verano para mí siempre tiene un nombre y un lugar, las fiestas en honor a Nuestra Señora de la Nava en mi querido refugio de Navamorcuende.

Llenar la plaza con las jotas, ver las calles adornadas con la procesión y escuchar a la banda municipal recuperar tradiciones es volver a casa. Este año, vestida de serrana, participar en la ofrenda floral con el centro de nuestra Asociación de Mujeres fue un verdadero honor.

Las charangas con amigos, los momentos en nuestros Bar Venecia de toda la vida, los pasodobles y las orquestas en la plaza que llenan el carné de baile con personas de todas las edades son instantes que te reconectan con la infancia. Aunque la agenda apretada agote, la energía que regalan las risas y los recuerdos se queda para todo el año.

Familia, amigos, canciones, bailes y tradiciones que son parte de lo que somos. Y que gracias a los cientos de fotos se convierten en casi eternas, para revivir cada vez que haga falta ese verano que siempre acaba de la mejor manera posible, entre los míos y en mi lugar.

Siempre agradeceré a mis abuelos que decidiesen quedarse aquí de maestros y darnos la oportunidad de pacer en este maravilloso lugar.

JUSTICIA A VOTAR

Hay  cosas que normalizamos y no son normales y debates que no parecen tener solución y nos acostumbramos pero yo no. Pienso llevarla a cabo no tardando mucho.

Durante años hemos asumido como normal que el poder judicial esté mediatizado por los partidos políticos. Que unos y otros repartan a los jueces como si fueran piezas de ajedrez para proteger sus intereses y blindar sus errores. Pero ¿y si la ciudadanía tuviera voz y voto real en la elección del gobierno de los jueces?

Elegir a quienes juzgan en nombre del pueblo no solo es lo más democrático que existe, sino que es la única forma real de devolverle la independencia a un poder que debería ser intocable. En lugar de pactos de despacho y cuotas de poder, someter a voto popular las candidaturas del Consejo General del Poder Judicial haría que respondieran ante quienes de verdad importan: los ciudadanos.

En un país donde la desconfianza hacia las instituciones es ya estructural, donde la corrupción parece enquistada y donde la justicia llega tarde o no llega, recuperar el control sobre el órgano que gobierna a los jueces puede ser el primer paso para cambiarlo todo.

Quizá el miedo no sea tanto a la falta de preparación del pueblo, como al exceso de control de quienes no quieren perder sus privilegios. Pero si los ciudadanos votan al parlamento, ¿por qué no van a poder votar también a quienes deben garantizar su justicia?

La democracia se defiende ampliándola, no restringiéndola. Y en España ya va siendo hora.

EL PODER DE COMPARTIR EN VERANO

Hay experiencias que parecen sencillas y sin embargo lo tienen todo. Gracias a nuestra Asociación de Mujeres “El Piélago” hemos podido compartir una actividad física divertida como el Aquagym. Rodeadas de un escenario de sierra imponentemente verde, con el aire limpio de los pinos y un agua fría que se convierte en tratamiento perfecto para el cuerpo, es un lujo disfrazado de rutina veraniega.

Lo mágico no está solo en el ejercicio ni en la vitamina D que el sol regala con generosidad. Está en las conversaciones espontáneas, en las risas compartidas, en la mezcla de generaciones que van desde los 92 hasta los 18 años. Mujeres que quizá nunca hubieran hablado entre sí encuentran en ese espacio un lugar común donde sentirse parte de algo.

El Aquagym se convierte en excusa para lo esencial, crear vínculos, sentirnos vivas, recordarnos que el bienestar no depende de la edad ni de la condición física, sino de la disposición a compartir. La neurociencia lo confirma: reír y hacer ejercicio en compañía libera endorfinas y oxitocina, potenciando la salud física y emocional.

Si además lo compartes con amigas y familia, la experiencia trasciende lo deportivo y se convierte en un ritual de conexión. Porque lo que realmente nos fortalece no son solo los músculos, sino las relaciones que cultivamos en el proceso.

No dejes que los momentos de desconexión de la rutina no sirvan para conectar con nuevas actividades y nuevas personas. Piensa en lo enriquecedor de una actividad que puedas compartir con distintas generaciones. Descubrirás que lo que parece un simple juego puede convertirse en uno de tus recuerdos más felices.

ENTRENAR LA INCOMODIDAD

Los monjes shaolines dicen que la sociedad es débil porque huye constantemente del esfuerzo y del dolor. Su disciplina no consiste en ganar batallas, sino en entrenar la mente para dominar el cuerpo, la respiración y el sufrimiento. Para ellos, la fortaleza no se improvisa, se construye cada día abrazando lo incómodo.

Algo parecido hicieron los espartanos. Desde niños aprendían a soportar frío, hambre y miedo porque entendían que solo la incomodidad forja resiliencia. No eran héroes por naturaleza, lo eran por entrenamiento.

Nuestra sociedad, en cambio, vive en la paradoja de la abundancia. Nunca hubo tantas comodidades ni tanta fragilidad. Un contratiempo basta para descolocarnos. Y la depresión, a menudo, encuentra terreno fértil en esa falta de tolerancia al malestar. Nadie nos enseñó a convivir con él, solo a evitarlo.

La neurociencia confirma lo que intuían shaolines y espartanos. La exposición gradual a la incomodidad regula la dopamina, fortalece los circuitos de autocontrol y nos ayuda a navegar los altibajos de la vida con más equilibrio. Practicar frío, esfuerzo físico, silencio o espera no es castigo, es entrenamiento.

Empecemos por cosas sencillas. La próxima vez que tengas la tentación de buscar lo cómodo, retrásalo un poco. Meterte en elasticidad agua fría de una piscina, una ducha fría de un minuto, subir escaleras en lugar de usar el ascensor, esperar antes de mirar el móvil. No es el gesto, es la práctica. Entrenar la incomodidad hoy es ganar fortaleza para mañana.