Ayer tuve la suerte de asistir a un torneo de gimnasia rítmica en el que pude observar muchos detalles interesantes que nos sirven para poder reflexionar sobre otras situaciones de nuestra vida cotidiana.
Ninguna de las participantes sobrepasaba los trece o catorce años de edad y había muchas que no llegaban ni a la mitad, por lo que es reseñable que muchas de estas cuestiones las aprendemos de muy pequeños.
Durante las exhibiciones que se llevaban a cabo para entretener al público entre competición y competición comprobé una vez más, lo difícil que es trabajar en equipo, cuando la mayor parte de las veces estamos más ocupados en sobresalir nosotros mismos que en armonizar y coordinarnos con el grupo, aunque en principio nuestra ejecución, nos pueda parecer tan importante, el resultado se mide en conjunto y por lo tanto, lo que habremos hecho con nuestro impacto individual habrá sido perjudicar al equipo y por extensión a nosotros mismos.
Entrenar y entrenar nos hace estar más cerca de nuestro objetivo, esto significa hacer y no solo pensar. Quienes concentradas entrenaban y visualizaban lo que tantas veces habían ejecutado, tuvieron mejores resultados. La mayor parte de las veces nos agotamos inmóviles, pensando en cómo lo haríamos o visualizando el fracaso pero no nos ponemos manos a la obra con la acción. Lo peor es, que el cerebro sí cree que lo hayamos estado haciendo y por lo tanto confundiremos pensar con actuar. Pero ¿tenemos claro la diferencia de resultado que obtendremos?
Durante la ejecución hubo pelotas que no cayeron en las manos adecuadas, mazas que rodaron por el suelo y alguna coreografía que se olvidó sobre el tapiz. Algunas consiguieron superar el escollo, minimizar los daños, seguir adelante y alcanzar el podio, otras no pudieron sobreponerse al error mínimo y encadenaron más, siendo las lágrimas y los brazos de sus entrenadoras, su refugio tras la ejecución. Es sana nuestra relación con el fracaso, con el error… qué miedos debemos trabajar para superar estas situaciones.
Finalmente, todo es la actitud, salir al tapiz con una posición de poder, un paso firme y una sonrisa, y mantenerlo durante los minutos que dura, no sólo mete al público en el bolsillo, sino que te da la suficiente confianza para que todo te salga perfecto. Con esa actitud incluso el error no se nota o se valora integrado en el impecable resto de la ejecución. El éxito no es sólo ir de error en error sin desesperarse, sino ir con actitud.