¿Te «reseteas»?

reiniciar

¡¡Oh la culpa!! Esa gran compañía que cuando se instala en tu mente te hace merecedor de todas las adversas vicisitudes que te pueda arrojar el azar. Que no te deja dormir, que rememora y magnifica  una y otra vez el momento, lo que hiciste, lo que pudo ser y no fue, lo que tenías que haber dicho, una y otra vez hasta desear encontrar el botón de on y off de tu cerebro para acabar con el tormento. Todo esto tumbado en el sofá o recostado en la silla…sin actividad.

Y,¿ para qué? Para nadaaaaaa. Para conseguir que esa tortura absurda gaste todas tus energías, las que necesitas para levantarte y seguir adelante, viviendo, equivocándote, acertando y   disfrutando. Sin embargo te arrojas en sus brazos, ofreciéndole tu autoestima y hablándote como el peor de tus enemigos.

 

Y en qué basas esos argumentos, en creencias que ni siquiera son tuyas, son de tu familia, de tus amigos, de la televisión, de las revistas, ¿por qué te las aplicas todas?, ni siquiera te das cuenta de que muchas se contradicen.

Piensa que en otro ordenador hay otra persona escribiendo como yo, que opina y sustenta sus argumentos en lo que lee y estudia, pero eso no significa que sepa todo, que conozca todo, que sea lo correcto, que lo interiorice igual, que lo exprese de la misma manera. Ni que crea que te va a afectar de esa forma. Por eso, yo siempre te invito a que pruebes y lo integres si te funciona, sino lo desechas y a otra cosa.

Seguramente es la culpa, ese sentimiento el que te hace menos productivo durante el día por no dejar de reprocharte no ser igual que los demás, o no hacer lo que se supone, que dicen demás, que es lo mejor. Ser diferente, único, es algo maravilloso, no algo que lamentar. Seguramente lo has hecho hasta ahora, porque nunca te lo has cuestionado.

Tú como quien más te quiere, te perdonas, con el propósito de ser y hacer mejor, qué necesidad hay de castigarse el resto del día, si cada segundo  que pasa es otra oportunidad para empezar de nuevo y hacerlo mejor.

Imagina que cualquier jugador de élite que falla una canasta, un  penalti o pierde un juego, no pudiese sobreponerse a ese sentimiento de culpa. Seguramente tendría difícil volver a encestar, a marcar o a ganar otro juego. Sin embargo ellos entrenan pasar página, ir a la siguiente toma. No tienen botón de encendido y apagado pero si  de reinicio.

Tu mente tiene que encontrar el clip que introducido en ese pequeño orificio más de cinco segundos procure que te reinicies y dejes atrás el bloqueo. Que se cargue todo tu software libre de virus y te permita seguir con tus tareas concentrado.

Imagina esa situación y piensa cuál va a ser tu rutina de reinicio, piensa si tendrás un botón en alguna parte de tu cuerpo que podrás apretar o quizá consista en un movimiento determinado, un giro, un salto, una palabra en voz alta. Recuerda que esta rutina sólo servirá para reiniciarte de tus bloqueos por la culpa así que no puede ser algo que hagas para recordar otra cosa.

La  próxima vez que te asalte la culpa, quiérete, desbloquéate, libérate. No lo utilices como excusa para tu inactividad y tus lamentos. Si los demás no te castigan, tampoco lo hagas tú. ¡¡Dale a reiniciar!! 😉

foto:regonline

¿Libre de culpa?

crimen

El primer libro que recuerdo me impactó de manera sobrecogedora fue “Crimen y Castigo” de Dostoievski, lo leí después de acercarme a este autor tras “Humillados y Ofendidos” y definitivamente se convirtió en mi favorito. Te dejo este link por si te interesa.

En esta novela psicológica comprendí como muchos seres humanos compartimos ese diálogo interior, a veces, desesperado,que cuestiona casi todo y castiga con insistentes preguntas acerca de qué nos impide hacer, qué es el bien y el mal y si es  éste último, justificable en alguna situación.

“Si el hombre lo tiene todo al alcance de la mano, y como buen holgazán, deja que todo pase ante sus mismas narices…esto es ya una axioma… es chocante que lo que más temor inspira a los hombres sea aquello que les aparta de sus costumbres”

También aprendí una lección, de las más importantes de mi vida y que a partir de entonces no me ha dejado: “Hacer lo  correcto”.

A través de los distintos personajes de la novela y de las tribulaciones del protagonista, entendí que cada uno debemos asumir nuestras consecuencias, vivir con los sentimientos de responsabilidad y gestionar el de culpa con nuestras herramientas.

Siempre he tenido claro que debería vivir conmigo, con  mi conciencia antes que con cualquiera de las opiniones o modas externas y decidí que siempre mi intuición basada en mis valores prevalecería ante cualquier atajo o vía fácil que se me ofreciese.

Además descubrí de esta manera tan sencilla y que me ha ahorrado tantos sinsabores, que mentir y engañar, puede ser algo que dé algún resultado inmediato pero que a medio o largo plazo destruye la confianza en uno mismo, desgasta en demasía y produce el efecto de desdibujar los límites entre el bien y el mal para siempre. Casi todo lo puedes llegar a justificar en aras de la supervivencia, pero no te desharás del sentimiento.

Entendí que dentro de nosotros hay un deseo de ser rectos, y de actuar correctamente que una vez traicionado no es gratuito vivir con él.

Tener la conciencia satisfecha construye la autoconfianza, porque cuando sabemos que hemos hecho algo injusto como dice Schwartz ocurren dos cosas negativas: “Primera nos sentimos culpables y esta culpabilidad da al traste con nuestra confianza. Segundo, otras gentes, más tarde o más temprano, se dan cuenta y pierden su confianza en nosotros. Haga lo que es justo y mantenga su confianza. Esto es pensar por sí mismo en el éxito”.

Recuerda que puedes engañar a una persona durante tiempo  pero no a todas todo el tiempo.

Si vivimos en una sociedad en la que la confianza es un principio básico que sostiene nuestras relaciones e intercambios, sostenerla y aumentarla, no sólo te ayudará en tus objetivos sino que será fundamental para tus éxitos.

Sé una persona en la que se pueda confiar y siéntete libre de culpa.