Habéis pensado alguna vez en cómo reaccionáis cuando veis o escucháis a alguien que os transmite que está sintiendo una emoción negativa, dolor, miedo, vergüenza, enfado…
Sin mala intención a veces he querido quitarle hierro o animarle, pensando en la incomodidad que me producía no saber qué hacer, sin tener en cuenta que, a lo mejor, esa no era la mejor manera de ayudar a que se deshiciese de esa emoción. Quizá se haya sentido incomprendida por mí cuando he minimizado o relativizado lo que estaba sintiendo. Lo que para ella era real.
A veces lo hacemos porque realmente no sabemos cómo manejar emociones de este tipo, de las que hacen sufrir a los que queremos y pensamos que evitando darlas mucha importancia o demasiado de sí, desaparecerán, o incluso la necesidad de hacer algo por ellas nos deja en manos de un sinfín de consejos y recetas. ¿por qué será que nos cuesta tanto sólo escuchar?
En otras ocasiones, nuestra resiliencia adquirida, nuestra experiencia, nos hacen verlo desde nuestra perspectiva, con nuestras herramientas, nos decimos que esas luchas no tienen importancia. Para nosotros, ya quedan mucho tiempo atrás y también pensamos que ellos debían haberlas superado, pero ¿es justo?, ¿es sano?, ¿ayuda?
En el caso de los niños, el libro “ How to talk so kids will listen and Listen so Kids will talk” de Adele Faber y Elaine Mazlish plantea unas propuestas que se derivan de sus investigaciones y pasan por cuestiones que merecen mi reflexión y creo que podrían extrapolarse al mundo adulto.
- Cuando alguien siente emociones negativas no ayudamos : negándolas ( en realidad tú no te sientes así), ignorándolas (cambiando de tema) o moralizando ( tú lo que tienes que hacer es…)
- Tampoco preguntando el porqué de la emoción, esta cuestión, además de anclarnos a ella y volverla a sentir, nos hace indagar en justificaciones y mentir. Muchas veces, cuando nos sentimos así, creemos que el motivo, tampoco ayudará a que nuestro interlocutor nos comprenda. Es mejor que le pongamos algún ejemplo de cuando nosotros también nos hemos sentido parecido y simplemente reconozcamos el sentimiento en la otra persona, ayudándola a ponerle nombre: enfado, vergüenza, temor…
- No es necesario estar de acuerdo o dar la razón, sólo escuchar, preguntar y entender cómo se siente para que la persona exteriorice la emoción. Aunque no lo consigamos, nuestro interés en ayudar quedará patente.
- Prueba a ver si la persona puede cambiar lo que repite, “ le odio” o “ soy imbécil” por algo más concreto y que suene diferente.
- Sobre todo y lo más importante, no aconsejes, tu experiencia puede no ser de ayuda, porque procede de tu proceso interno y además privas a la otra persona de encontrar sus propias soluciones, y de construir sus propias herramientas a partir de sus propios aprendizajes para que los utilice en el futuro.
- La próxima vez que sea la persona la que decida si tiene importancia o no. Sólo acompáñala en su camino y ESCUCHA.
Reblogueó esto en Gestión de personas – Ing. Gustavo Vittek.
Me gustaMe gusta
Gracias!!!
Me gustaMe gusta
Que importante es acompañar a la persona que está experimentando una emoción negativa.. El mero hecho de estar allí con ella o él hace más liviano el peso del momento. Es fundamental no dar nuestro parecer en función de nuestras experiencias, dado que con bien dices Aruca, cada persona es diferente, experimenta la misma situación de un modo distinto y lo bueno para uno puede no serlo para el otro…Muchas gracias por compartir tus palabras!
Me gustaMe gusta
Gracias por aportar tu punto de vista, es genial!!!
Me gustaMe gusta
Muchas gracias!
Me gustaMe gusta
A Tiiii!!:))
Me gustaMe gusta