Mientras mece mi pensamiento una chicharra, pienso en la brevedad de la vida y la fragilidad del Ser Humano. Viendo el telediario, compruebo que si te dejas llevar por los mensajes, tu mente se convierte en una montaña rusa de emociones.
Dos muertes noticiables en el mismo día, tan diferentes y tan iguales. Cuando uno piensa en el ideal de su vida a veces se debate entre esforzarse en procurarse bienestar y entrar en esa carrera imparable que es el hedonismo o todo lo contrario, renunciar a lo material y dedicar su vida a una misión que le sobre pase y sobreviva y se centre en asistir a los demás.
El triunfo económico y convertirse en una celebridad en la profesión o en la dedicación de uno, no parece que siempre vaya acompañado de una felicidad que por otra parte muchos verían clara en esas condiciones. Casi siempre no dejas de ser tú con distintas condiciones externas y por mucho que algunas cosas materiales te falten o te sobren tu espíritu no descansa con ellas, hasta el límite de incluso acabar con tu vida.
Servir a los demás con una dedicación que va más allá de temer por la propia existencia en la asistencia a otros, es tan digno de admirar y tan difícil de elegir que pocos optamos por este camino. Sin embargo tener una misión es algo que te da una fuerza y un valor increíble que te empuja a llevar a cabo las gestas mayores. La dedicación a los demás, si algo tiene es, que deja poco tiempo a la melancolía, a la tristeza, a la autocompasión.
Me imagino qué podían estar pensando ambos en sus últimas horas, qué resumen vital puede pasar por tu cabeza, agradeces, te arrepientes, te lamentas…
Esto se mezcla con los insistentes reportajes del turismo de lujo con playas paradisíacas, yates de infinitos metros de eslora, restaurantes inaccesible y la relación causa-efecto directa de estas cuestiones con la felicidad.
Vuelvo a mi pensamiento inicial, quién podía tener acceso a estos lujos, estoy segura de que sí el actor y no el misionero. Esto me vuelve a hacer recapacitar sobre qué hace feliz al Ser Humano, qué nos hace ser eso, humanos, qué hacen todas esas cuestiones accesorias y superfluas sobre nosotros. Realmente nos hace disfrutar tenerlas o no tenerlas y desearlas sufrir.
Si corre la brisa y cierras los ojos en qué lugar del mundo puedes estar, quizá donde quieras, ¿aprecias ese momento?, poder respirar, vivir. Vives pensando en qué otro sitio te gustaría estar, con qué otra persona… entonces,¿dilapidas tu tiempo?, ¿menosprecias tu entorno?
Seguir escuchando la cigarras me hace recordar que me encanta el verano, esté donde esté, que puedo disfrutar de la energía del sol, de increíbles paseos, de largas y divertidas conversaciones con amigos, de mi familia, de todo lo que la vida ha puesto a mi disposición. ¡¡Cuánta fortuna!!
Agradecer lo que tienes siempre es un gran paso para la felicidad personal. Las cosas que más valen no cuestan dinero.