Imagina que tu mente es como un ordenador en el que vas abriendo aplicación tras aplicación sin cerrar ninguna. Además en el buscador abres pestaña tras pestaña, todas con asuntos sobre los que tienes que tomar una decisión.
Cada vez tarda más en abrirse la siguiente, la batería se consume incesantemente y al final se puede incluso bloquear. Pues eso que vemos tan gráfico en el caso de una máquina es lo que ocurre en nuestra mente cuando tenemos muchas cosas que hacer o decidir y no somos capaces de sacarlos de ahí.
Una gran lista de cosas que hacer en la que las preocupaciones laborales se suman a las familiares, las personales y las de los demás para tejer una oscura madeja que no solo no nos deja descansar sino que magnifica la cantidad de tareas a las que debemos prestar atención amargándonos la existencia con un sentimiento de estar atrapado en esa maraña.
Además el funcionamiento del cerebro hace que como son procesos abiertos, automáticamente revise todos los que hay para no olvidarlos provocando una decepcionante sensación de no resolver apenas nada.
Si decidimos tomar cartas en el asunto, como mucho, hacemos una lista con palabras inconexas que nos recuerden el tema. Esto nos produce una relajación porque parece que ya pueden salir de nuestra mente pero si al lado de esas palabras no hay apuntada la siguiente acción para resolver e ir cerrando pantallas no habremos avanzado nada.
Recordad somos los que hacemos, no lo que pensamos, ni lo que sentimos. ¡A por ello! ¡Acción!
