Te encuentras en cualquier reunión, hablando en grupo o acabas de ver de nuevo a una persona y de todas las cosas que le puedes preguntar y sobre las que te puedes interesar acerca de ella o de ellos, te restringes a enfermedades, sucesos desagradables o comentarios molestos.
Hace tiempo que practico “comparte tus alegrías, no tus penas” aunque a veces el mundo parece confabularse en contra y muchos a mi alrededor practican lo contrario.
No sé si es cultural, hábito o adicción pero la selección de temas cuando entablas una conversación con una persona no tienen nada que ver con lo que yo considero sano y potenciador.
Pero mi sorpresa va más allá cuando manifiesto mi opinión y la respuesta de la mayoría consiste en “si no preguntas por esas cuestiones parece que no te preocupas”, pues bien yo que soy responsable de las emociones que provoco en los demás y de mi propio estado interior me niego a preguntar por todas esas cuestiones que, cuando estás fenomenal, te condenan a volver a revivir emociones que te entristecen, te afligen, te preocupan y no aportan nada. Yo no tengo esa adicción.
Siento si a alguien le parece descortés pero a mí hacerlo me parece insalubre. Yo creo que quien ha sufrido pérdidas, enfermedades o cualquier eventualidad con las que la vida nos sorprende a todos, a menudo, son propiedad única e intransferible de sus dueños y sus derechos también por lo tanto si esa persona no quiere hablar espontáneamente de esos temas o no los saca a colación, no seré yo quien lo haga.
Además yo en mi comportamiento voy más lejos y aunque esté preocupada o molesta con «mis temas» no los saco a relucir por deferencia hacia los demás, puesto que nunca sabemos cuándo podrá ocurrirnos algo a cualquiera de nosotros. Valoro tanto el tiempo que pasamos divirtiéndonos, distraídos y sin esos pensamientos que en ningún caso pretendo afligir con mis luchas. Mi supuesto desahogo, conexión y reconexión con mi negatividad, no quiero que sea la carga de los demás. Para ello también trabajo que ni siquiera me delate mi fisiología. «Yo mal, no todo mal».
Tanto es así que he comprobado cómo, no hablando de ello, apenas vuelvo sobre esas emociones negativas, continúo mi día con alegría y no dejo que me visiten a menudo, con lo que he resuelto varias cuestiones, con esa sencilla acción.
Soy la única responsable de la energía que llevo conmigo y en ningún caso quiero que sea negativa.
¡Por favor haz tú lo mismo!
Foto:fullwillpower