Cuando hablamos de personas, a veces pasamos por alto lo complicado que es serlo y realmente lo mucho que lo dificultamos entre todos. Mientras desde fuera todos vemos idílica la vida de los demás, comparada con la nuestra, de puertas para dentro nuestros pensamientos y nuestro diálogo interior pueden hacernos pasar malos ratos y tener luchas a diario.
Ser vulnerable y parecerlo está penado con el desprecio de muchos, que suelen ser a los que les cuesta reconocerse en los demás. No ser tan fuerte como la sociedad te exige acaba escondiendo nuestros temores tras finas capas de todo tipo de ayuda secreta. Nos empeñamos en comparar nuestro interior con toda la información que poseemos, con el exterior de los demás de los que apenas sabemos nada, idealizando sus aptitudes y capacidades en detrimento de las nuestras.
Nos hemos empeñado en no pedir ayuda para nada, ni siquiera en reconocer que la necesitamos para determinadas cuestiones de nuestra vida que se nos hacen muy cuesta arriba. Simular que todo va bien produce, entre otros, un efecto, todos los de tu alrededor te sacarán del radio de detección de ayuda y sólo algunos más observadores conseguirán ver por encima de ese delgado telón que se empeña en ocultarlo todo, y se acercarán a ti.
Si somos humanos, lo normal es que tengamos emociones, de todo tipo, buenas, malas, que pasemos por todo tipo de situaciones, más o menos agradables y que reaccionemos de una u otra forma. Lo importante de todo esto, no es evitarlas, puesto que respecto de algunas no podemos hacerlo, sino que consigamos tener la suficiente seguridad en nosotros mismos para reconocer esos miedos, trabajarlos y socializarlos sin complejos, antes de que sea demasiado tarde y hayamos dejado de hacer cosas, entre otras de vivir, por no querer enfrentarnos a ellos.
Todo esto pensaba, mientras leía la entrevista de Amanda Seyfried de Olivier O´Mahony en Yo Dona, no porque me pareciese diferente su vida o su carrera como actriz especialmente interesante sino por el titular que destacaba el periodista : “Tomo antidepresivos y no veo por qué tendría que ocultarlo”. Destacar que alguien torturada por la ansiedad puede desempeñar un papel notorio en nuestra sociedad parece ser noticia, pero en este caso no desde el punto de vista de una víctima sino de una persona valiente que manifiesta su derecho a tener miedo al rechazo, y que declara “me gusta complacer a la gente pero eso, a la larga, resulta agotador” algo que nos ayuda a plantearnos las prioridades a la hora de elegir entre nosotros y lo que piensen los demás.
Pero no sólo hagamos el esfuerzo de reconocernos vulnerables y haciéndolo mejoremos el nivel de energía vital que necesitamos a diario, sino que podemos empezar por no etiquetarlo, ni ponerlo de relieve o manifiestarlo sobre los demás. Es sencillo verdad, todos en algún momento necesitamos ayuda, aprendamos a pedirla y a darla sin grandes aspavientos con comprensión y compasión.
Si Madrid, ha coreado al unísono, durante una semana “A quién le importa”, hagámoslo realidad y démonos permiso para ser nosotros mismos, a pesar de ser humanos y por ende, vulnerables.
Aquí puedes leer la entrevista íntegra http://www.elmundo.es/yodona/lifestyle/2017/06/24/594b888ce2704ec8378b45d3.html
Fotografía del medio : GTRESONLINE