Decía Churchill que “el precio de la grandeza es la responsabilidad” y cuando lo leo no puedo más que pensar que, ese esfuerzo gustoso, se considere un precio, no es justo para la responsabilidad.
Ser responsable tiene anejo tantas virtudes que llegar a ser grande, si lo practicas, es un efecto directo de entrenarlo y no un precio que pagar.
Incorporar a tu vida el autoliderazgo, conseguir ser consciente de tus elecciones, de lo que dices y lo que haces en cada momento, poder decidir y saber que eres tú mismo quien dirige tu día, es ser responsable. Si hasta ahora contestabas lo primero que pensabas, hacías lo que te pedía el cuerpo y luego buscabas excusas y culpables, fuera de ti, para justificarte. Eso ha sido hasta hace un momento. A partir de ahora eres responsable.
Pregúntatelo: ¿soy responsable de mi vida?, ¿voy a trabajarlo en serio?, ¿ estás decidido a cambiar?,¿prefieres seguir igual?
La responsabilidad del líder es al mismo tiempo fuerte, flexible y adaptable. Consiste en responder a las distintas situaciones de manera diferente a como lo harían los demás, sin dejarse llevar por el miedo, la ira, el ego y su estado de ánimo en cada momento. Estando abierto a comprender y entender a los demás por encima de nuestras creencias y pensamientos. Sin procurar que sin tener nuestra mente y nuestra vida, piensen como nosotros, incluso sin explicarnos.
Que aquellas emociones negativas sean los motores de tu vida puede hacer que parezca al principio hayas ganado esa batalla. Poniendo todos tus recursos a su disposición, siendo reactivo, contestando lo que te pide tu primitivo, pero su naturaleza compulsiva y temporal harán que las recomendaciones y acciones que lleves a cabo bajo su influjo, sean lamentadas al poco tiempo o incluso produzcan efectos nocivos a largo plazo que requerirán el doble de tu atención.
Un ser maduro y responsable, tiene claro que su acción y su inspiración le trascienden y por ello procura que su ejemplo sea el mejor posible. Y si no es así no duda en reconocer su vulnerabilidad, su falibilidad, pide perdón, enmienda y continúa con su crecimiento y su mejora.
Su ejemplo va antes que sus consejos y sus opiniones.
Un líder responsable ve el potencial que tienen los demás y piensa en cómo utilizar el suyo propio en su ayuda, para sacarlo a la luz de la mejor manera posible. Sin avasallar, ni dar lecciones con afán de superioridad. No antepone su ego y sus conocimientos a los demás, insistiendo en sobresalir, dejar clara su autoría y hacer de menos a quienes le rodean. Todo lo contrario.
Ser responsable es ir más allá y tener unas palabras de aliento, productivas que enciendan en los demás la llama de su autoestima con generosidad. Practicando esto, uno también se hace mejor porque desactiva lo peor de sí mismo, poniendo el foco en tocar la vida de los demás para infundir esperanza, ilusión, entusiasmo.
¿De dónde nace esta responsabilidad?
- Del poder personal que te dan el autoconocimiento y el autoliderazgo, de estudiarte, analizarte, quererte y mejorarte cada día.
- De evitar excusas para asumir las consecuencias de tus actos, las de tus equipos, las de tu familia, de tu vida. Aprender de lo que te ocurre y seguir adelante.
- De acabar con la pereza, los dramas, las críticas, la resistencia al cambio, la terquedad y los lamentos.
Seguro que alguna vez te has planteado ser un líder y te ha parecido tan grande que lo has dejado, no lo has imaginado o te has rendido sin empezar.
Si decides llevar a cabo el intento definitivo, comienza por ser responsable. Potencia la acción y los resultados productivos y no busques excusas.
Buena semana!!!