EXPECTATIVAS SALUDABLES

img_0162

 

Nos pasamos la vida gestionando expectativas y de ello depende, en gran parte, nuestra felicidad. Sobre todo cuando el resultado de éstas lo controlamos en muy poco porcentaje. Muchos podrían ser los ejemplos que puedo reflejar o que tú puedes imaginar pero hoy quiero referirme a algunas cuestiones que dependen de la salud.

No consideramos que las enfermedades sean parte del camino, y por lo tanto sufrirlas o padecerlas nos parece una maldición divina que nos aparta de lo que realmente entendemos como vida. No reparamos durante años en lo que el cuerpo necesita, ni invertimos mucho tiempo en escucharlo y cuidarlo, y menos relacionamos este descuido y abuso con el eventual mal funcionamiento de nuestro mecanismo.

Esto no quiere decir que todo dependa de nosotros, ¡ojalá! muchas veces combinaciones fuera de nuestro alcance nos sorprenden, aunque tampoco somos conscientes de lo que podemos conseguir al optimizar lo que sí depende de nosotros, poniendo todo de nuestra parte.

Pero no sólo se trata de cuidarse. Cuando empezamos con síntomas, creemos que pasará enseguida o que tomando esto o lo otro mejorará, aunque pocos hemos visto a nadie curarse de un resfriado en menos de siete días, tomes lo que tomes. Otra diferencia entre esperanza y resultado.

Cuando vas al hospital, sólo piensas en cuándo saldrás, no en salir de allí cuando estés bien, en que los resultados serán estos o los otros. Si te dicen uno o dos días por supuesto piensas en uno y si finalmente estás más, tu predisposición a estar allí ya no es la misma. ¿Qué ha ocurrido diferente?

Cuando sólo pensamos en sólo un escenario y una sola opción inmutable es cuando ocurre que nos convertimos en inadaptados y por lo tanto sufrimos el doble con cada cambio que no teníamos previsto, o que no hemos querido valorar porque no nos interesa tenerlo en cuenta.

Ser feliz requiere flexibilidad, tolerancia en la posible producción de múltiples resultados y admitir que los malos y los buenos resultados son caras de la misma moneda, no todos son buenos momentos y a veces son increíblemente duros.Es cierto que decirlo es fácil y sufrirlo es muy distinto pero y si nos imaginásemos en más situaciones y dibujásemos más opciones, no estaremos más preparados para cuando llegue el cambio, el incidente, el accidente, la enfermedad.

Nos creemos a salvo de todo mientras no nos toca y cuando ocurre no estamos preparados para asumir que somos tan potenciales acreedores de todo como cualquier otro. La tolerancia a que las expectativas acaben llevándonos a otros resultados no esperados y a la vez luchar porque sean en la medida en la que podamos los que queremos, estoy segura de que nos acercarán un poco más a disfrutar de la vida mucho más y  a menudo. Prueba y me cuentas.

El funambulista

funambulista

 

EL FUNAMBULISTA

 Quiero dejaros hoy esta reflexión para acabar el día. Es una metáfora que seguro os hará pensar, como a mí,  sobre muchas cuestiones:

 “En la ciudad de Varsovia un rabí se encuentra reunido con sus discípulos. De repente entra en la sala un joven y se dirige al maestro:

– Venid, venid rápido, quiero mostraros algo incomprensible.

 Sale todo el grupo y el joven les conduce a una de las hermosas plazas de la ciudad. Allí un funambulista está atravesando la plaza a muchos metros de altura. El discípulo

entonces le pregunta al maestro:

– Vos que lo sabéis todo, ¿cómo es que un hombre se gana la vida jugándosela?

 Podría hacer de peluquero, de zapatero, de labrador… pero ¿por qué se juega la vida cada día en las alturas?

 El maestro responde:

– No lo sé. Sólo sé que cuando está ejerciendo su trabajo no mira hacia abajo a ver si los espectadores le tiran monedas en el sombrero.”

 

Justo lo relacionaba con otro libro sobre el que estoy, cuyo título es “Eat-Q” de Susan Albers para comer concentrado y no presa de tus emociones. Dándole vueltas también lo he relacionado esta tarde con los ejercicios en el gimnasio. Todo concluye con la importancia de situar el foco de atención en lo que estás haciendo en ese momento, y de esa forma no sólo lo disfrutas el doble, sino que lo haces lo mejor que sabes.

 

 Imagínate, ¿comerás mejor, menos y más sano, si no estás poseído por emociones, ni positivas ni negativas?

 ¿Cuánto menos, te  lesionarás  al concentrarte en el músculo que quieres trabajar, controlando en todo momento el peso,  el movimiento, mejorando tu técnica y aprovechando más tu esfuerzo?

 ¿Cuándo estás pendiente de lo que estás haciendo?

 ¿Cuántas veces haces una cosa, rápido para pasar a otra, pensando en una tercera?

 ¿Cuándo haces algo estás pendiente de los demás? ¿De cuestiones como si te ven, te reconocen lo que haces,  sienten tu esfuerzo?

 ¿Qué te cuesta respirar tres veces profundamente antes de cambiar de actividad para prestar toda tu atención, con todos tus sentidos en  lo que vas a hacer? Seguro que  vas a ser capaz de concentrarte más y mejor.

 

¿Qué crees que le pasaría al funambulista si su foco estuviese en todas estas cosas y no en el paso que está dando?

Lo porvenir

futuro

Si  de repente nos sorprendemos pensando en algo, boquiabiertos o cariacontecidos, seguramente tendrá más que ver con el pasado y con el futuro que con nuestro momento actual.

En pocas ocasiones concentramos nuestra energía en lo que hacemos y sin embargo no escatimamos en derrocharla con temores, deseos y  esperanzas que nos alejan de las circunstancias actuales.

Aunque  el pasado merecería  detenerse en algún aspecto, pertenece a la parte de nuestra vida, que no podemos cambiar y que en mayor medida nos producirá desgaste improductivo, el efecto de frenarnos para asaltarnos con arrepentimientos, la añoranza de cambios poco viables o nostalgias de cualquier tiempo pasado. Por lo que recuerdo,  primero, que no volverá y segundo,  que gracias a él soy lo que soy.

Para la reflexión de hoy me quedo con el futuro, aunque no para instalarlo en mi pensamiento y hacer todo tipo de conjeturas que me obliguen a desear no haber tenido nunca neuronas y menos conexiones que las una, sino para advertir sobre  lo que realmente no reparamos, el presente.

Lo  primero que se me ocurre es preguntarme si yo uso la mente o la mente me usa a mí. Cuando hablamos de que pensamos en muchas ocasiones estos pensamientos, los decido yo o  se van sucediendo en nuestra cabeza como por arte de magia. Tengo claro que de la nada no vienen así que soy yo y  casualmente la condición de la mayoría de los que se agolpan incesantemente suelen ser la inutilidad, representan cuestiones futuras que o bien por su  falta de control o por el ejercicio de la imaginación, convertimos en peligros como hidras, incapaces de ser combatidas.

Estos pensamientos alocados, sin dominar, acaban por no sólo gastar todas nuestras energías, sino a veces llegan incluso a fundirnos los plomos. Qué es lo que nos hace darles rienda suelta, como si viniesen del más allá y nosotros no tuviésemos acceso al botón de encendido/apagado. Qué nos hace no poder aclararnos ente tanto “ruido” mental y sólo desear tirar del enchufe.

No es de extrañar que, si éstas son nuestras tesis, el sufrimiento es constante y  el resultado principal es  “preocuparse”. Qué ocurre para que  a quien le empiezas a hacer preguntas, que tengan que ver con buscar una solución entre tanta maraña, acabe parafraseando al Menón de Platón “no haces otra cosa Sócrates que problematizarme y problematizar a los demás” y le asemeje  al pez torpedo.

Creer que no se puede uno desembarazar  de estos pensamientos negativos, nos hace tener la mente condicionada a las experiencias pasadas, basadas en  gran parte, en la poca experiencia que hemos tenido, magnificando la negativa. Identificamos nuestra persona con estos pensamientos, los pensamientos con  las  emociones que trasladamos a nuestro cuerpo  y éste de nuevo con el pensamiento,  retroalimentando  un pernicioso bucle.

 Alguna vez., seguro, has llegado a concentrarte en algo, de forma que el tiempo ha pasado sin que apenas te enteres y el trabajo ha sido tan productivo que te asombra. También lo puedes haber comprobado cuando haces un gran esfuerzo  físico, por ejemplo mientras corres, o cuando te aventuras en  un gran peligro, de ahí la adicción a los deportes de riesgo, o  cuando contemplas o admiras algo de una belleza extraordinaria. Cuando sientes  amor, alegría o paz. En casi todas estas situaciones podrás observar como el apagar ese ruido, además de ser posible, hace que seas  más creativo, que te sientas vivo, invencible.

“Mindfulness” o la capacidad de estar presente, aboga por utilizar la meditación para  mantener la mente en el presente, es un gran desafío para quienes hemos automatizado vivir en el pasado y en el futuro aumentando nuestros miedos  y para quienes no paramos de pensar a lo largo del día. Os dejo este vídeo, de Andy Puddicombe: basta con 10 minutos al día., No consiste en dejar la mente en blanco, ni tiene como objetivo la relajación, sino en observar la realidad tal como es, sin las construcciones que nosotros hacemos alrededor. Como pregunta Andy, cuándo fue la última vez que no hicisteis nada durante 10 minutos.

Carl Jung, hace ya un siglo, decía que lo que resistes acaba por someterte. Aceptarlo  y  después analizarlo acabaría con gran parte  de ese dolor al  que acabamos acostumbrándonos  y del que apenas podemos salir. No salimos cuando nos preguntamos en las distintas situaciones inesperadas por qué a mí, qué he hecho yo para merecerme esto… en lugar de entender que la vida es una sucesión de episodios y que de nosotros depende cómo se almacena.  Que Séneca se plantease que “ lo importante no es lo que  sufres, sino cómo lo sufres”, nos da una idea de los años que las personas llevamos cuestionando esto ,o como  cuando dice Buda “ El dolor es inevitable y el sufrimiento opcional”.

Como otra  prácticas sobre vivir el “ahora”, he encontrado en E. Tolle:

Cada vez que esteis llevando a cabo una tarea  rutinaria, coger el autobús, subir una escalera, hacer la comida, escribir en el ordenador, poned los cinco sentidos y concentraros en la respiración que tenéis para detectar las emociones que os embargan. Preguntaos. Qué está pasando dentro de mí en este momento. Interesaros por el ahora.

Cuando os asalten todos esos pensamientos futuribles que os desasosiegan, pensad quién los crea, escuchad la voz de vuestro interior, sin juzgar nada, observad desde fuera al que piensa, la conciencia que los crea dónde está, se pueden cambiar, si conseguís escuchar varias voces, estáis accediendo a un estadio superior que os ayudará a pode cambiarlos.  Eso es cambiar de actitud cuestiónate quién habla y rebate los argumentos, básate en experiencias pasadas de sufrimientos vanos. Vuelve a la respiración. Concéntrate.

Te imaginas que por no vivir “ ahora” y preocuparte en vano por el  «futuro», acabaras con tu  ”mañana”.  

Qué  vas a elegir?

 Foto:http://foro-conciencia-ambiental.blogspot.com.es