EXPECTATIVAS SALUDABLES

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Nos pasamos la vida gestionando expectativas y de ello depende, en gran parte, nuestra felicidad. Sobre todo cuando el resultado de éstas lo controlamos en muy poco porcentaje. Muchos podrían ser los ejemplos que puedo reflejar o que tú puedes imaginar pero hoy quiero referirme a algunas cuestiones que dependen de la salud.

No consideramos que las enfermedades sean parte del camino, y por lo tanto sufrirlas o padecerlas nos parece una maldición divina que nos aparta de lo que realmente entendemos como vida. No reparamos durante años en lo que el cuerpo necesita, ni invertimos mucho tiempo en escucharlo y cuidarlo, y menos relacionamos este descuido y abuso con el eventual mal funcionamiento de nuestro mecanismo.

Esto no quiere decir que todo dependa de nosotros, ¡ojalá! muchas veces combinaciones fuera de nuestro alcance nos sorprenden, aunque tampoco somos conscientes de lo que podemos conseguir al optimizar lo que sí depende de nosotros, poniendo todo de nuestra parte.

Pero no sólo se trata de cuidarse. Cuando empezamos con síntomas, creemos que pasará enseguida o que tomando esto o lo otro mejorará, aunque pocos hemos visto a nadie curarse de un resfriado en menos de siete días, tomes lo que tomes. Otra diferencia entre esperanza y resultado.

Cuando vas al hospital, sólo piensas en cuándo saldrás, no en salir de allí cuando estés bien, en que los resultados serán estos o los otros. Si te dicen uno o dos días por supuesto piensas en uno y si finalmente estás más, tu predisposición a estar allí ya no es la misma. ¿Qué ha ocurrido diferente?

Cuando sólo pensamos en sólo un escenario y una sola opción inmutable es cuando ocurre que nos convertimos en inadaptados y por lo tanto sufrimos el doble con cada cambio que no teníamos previsto, o que no hemos querido valorar porque no nos interesa tenerlo en cuenta.

Ser feliz requiere flexibilidad, tolerancia en la posible producción de múltiples resultados y admitir que los malos y los buenos resultados son caras de la misma moneda, no todos son buenos momentos y a veces son increíblemente duros.Es cierto que decirlo es fácil y sufrirlo es muy distinto pero y si nos imaginásemos en más situaciones y dibujásemos más opciones, no estaremos más preparados para cuando llegue el cambio, el incidente, el accidente, la enfermedad.

Nos creemos a salvo de todo mientras no nos toca y cuando ocurre no estamos preparados para asumir que somos tan potenciales acreedores de todo como cualquier otro. La tolerancia a que las expectativas acaben llevándonos a otros resultados no esperados y a la vez luchar porque sean en la medida en la que podamos los que queremos, estoy segura de que nos acercarán un poco más a disfrutar de la vida mucho más y  a menudo. Prueba y me cuentas.

Lo que no te mata…

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La vida no siempre es un camino de rosas pero sí existe la opción de elegir cómo transitar por las experiencias.

Cómo puede la propia vida  establecernos su hoja de ruta llevándonos a empujones hasta lugares donde no hubiésemos querido llegar. Cómo ocurre esto. Por qué en muchas ocasiones un hecho traumático, un incidente en nuestra vida nos supera y nos relega a meros espectadores de una película en la que estamos a merced de un guionista sobre el que nos encontramos sin ascendiente.

Para cualquier cosa en esta vida necesitamos un Plan. Hasta para pasar por estos tragos y si no, un buen acompañante que nos ayude, no dejándonos lamernos nuestras heridas, sino inspirándonos para hacernos dueños de nuestro destino.

Son muchas las personas que  a pesar  de haber pasado por estos hechos, principalmente enfermedades y accidentes, han conseguido que estos acontecimientos les ayudasen a crecer. Los especialistas lo llaman Crecimiento Postraumático.

A veces estas personas reconocen que fue  necesario que la vida les pusiera ante estas situaciones para que realmente valorasen lo que tenían, creyesen en ellos mismos, en su fuerza interior, en que lo podían superar, sintiesen el calor de los demás y priorizasen  sobre lo que les ocupaba y preocupaba.

Ninguno estamos exentos de enfermar o de tener un accidente, son cuestiones tan naturales como otra cualquiera. En realidad tampoco prestamos tanta  atención  a nuestras acciones o  cuidados físicos y psicológicos, como para creernos inmunes. Entonces qué nos hace pensar el porqué de ocurrirnos a nosotros. Qué nos hace rebelarnos contras cuestiones de esta índole. Acaso no despertamos cada mañana agradeciendo todo lo que nos ocurre, si no diésemos muchas cosas por hecho…

Cuanto más leo sobre el cerebro y  sus efectos, más relación veo entre casi todo lo que nos ocurre y lo que pensamos, y nunca he visto a nadie preocupado por esto. Es más, nuestro instinto de supervivencia, el  que nos hace estar alerta de los peligros es el sistema que dejamos en modo automático continuamente, sin trabajar otra opción.

Cuánto puede aguantar cualquier cuerpo en un modo alarma continuo. Muchos de estos pensamientos pueden estar basados en criterios más o menos objetivos, pero muchos de los peligros que nos atenazan son imaginados y tiene que ver más con el futuro que con lo que nos ocurre en ese instante. Como si el futuro estuviese asegurado, invertimos en él esfuerzo y energía a raudales.

Muchos eventos vitales no ocurren necesariamente para mejor, pero hay muchas personas que son capaces de hacer, de lo que les pasa, lo mejor. Este es un entrenamiento al que cualquiera de nosotros se puede someter y que nuestra mente  nos agradecerá.

Si podemos elegir entre ver el lado útil de las cosas, para qué dejar a nuestros patrones automáticos decidir por nosotros.

El profesor Dispenza después de estudiar miles de casos de lo que podrían denominarse “sanaciones  milagrosas” que la ciencia no puede explicar, estableció unas características comunes a todos los casos:

La primera de ellas es que estas personas aceptaban que existía algo por encima de ellos, en un aspecto espiritual que podía ayudarles.

La segunda es que tenían clara su responsabilidad en su enfermedad, teniendo en cuenta sus pensamientos y su actitud, ser víctimas y pasarse la vida en permanente estado de enfado, entre otras, habían sido causas de su estado y por lo tanto ellos mismos podían revertirlas.

Y la última es que establecieron un Plan, en el que creyeron desde el principio y no se apartaron de su ejecución. Asumiendo la responsabilidad de reinventarse  en personas que ellos mismos admirasen y no en las personas que habían sido hasta ahora.

Es cierto que podrás seguir preguntándote porqué a mí pero seguro que si pasas al siguiente nivel, el de la responsabilidad y la creencia de que puedes hacer algo, todo cambiará.

Tiene o no tiene que ver con lo que piensas…