No te ates a tu piedra

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Hay veces, que acciones que lleva a cabo el ser humano me sorprenden porque son extraordinarias y me hacen sentirme orgullosa de mis semejantes ,aunque otras, me repugnan. Podéis estar seguro, pensando en barbarie y cuestiones de gran impacto y enjundia, que también,  pero no siempre es así, a veces el daño es más sencillo, más callado e igual de cruel. Me refiero a pequeñas maldades al alcance de todos, a las que no damos importancia y que las hacemos y publicitamos a diario,  sin pensar en sus consecuencias y efecto en los demás.

Es cierto que cuando hablamos de bullying en el colegio, de acoso escolar, todos nos ponemos en la situación de pequeños indefensos siendo atacados con crueldad y sin ninguna justificación y no nos cuesta empatizar con ellos para rechazarlo, denunciarlo y trabajar por desterrarlo.

Sin embargo hacerlo con personas mayores, espejo en el que se miran muchos niños, parece menos cruento. Por el simple hecho de tener ventaja sobre ellos en alguna cuestión, sofocar nuestras bajas pasiones, como la envidia y la ira, quedar por encima o ganar a alguien con sucias tretas, entonces, todo vale.

He tenido que asistir al vapuleo tuitero de varias personas en pocos meses. Personas, que si hay algo que las defina es su bondad y su dedicación a los demás. Por cuestiones que en 140 caracteres dijeron en el pasado y años después salen a la luz, con la intención que conlleva haberlos  buscado, descargado y guardado y lo peor, ni siquiera con la intención de dañarles a ellos, sino como armas arrojadizas para acabar con otros fines mayores.

Sin pensar ni un momento en esas personas, en sus mentes y corazones sufridores sin motivos, de un pasado remoto que no  pueden cambiar, del que sin embargo reniegan y que  pretende acabar con sueños, a pesar de considerarles sólo un daño colateral.

No todo vale, ni en política, ni en la vida, para salirte con la tuya. Una victoria que necesita de estos sacrificios no puede ser, ni celebrada, ni bien empleada, porque parte de un vicio de inicio, el engaño torticero, el sufrimiento vacuo y  la mentira.

Sólo ver las caras de estos jóvenes subidos en una montaña rusa, debatiéndose entre la tristeza y rendición más infinita y la ira más absurda me hace comparar esta serie de acciones con una imagen recurrente en mi cabeza.

Hacer reo a alguien de su pasado es como atarle una piedra, lanzarle al agua y dejarle conscientemente desaparecer. Te parece cruel, exagerado, rara la metáfora. Piensa en algo similar que te haya ocurrido a ti. Algo que ocurrió en tu vida desagradable. Algo que pensaste  y ya no piensas, algo que dijiste, hiciste y quieres olvidar y que tienes derecho a hacer.

Decía Nietzche que: “ Lo que no te mata te hiere de gravedad y te deja tan apaleado, que luego aceptas cualquier maltrato y te dices a ti mismo que eso te fortalece”.No sólo te lo digas, haz que te fortalezca. Escribe tu propia historia de resiliencia, aprendiendo del golpe para levantarte y seguir adelante. Eso te hará diferente.

No te ates a tu piedra, todos podemos cambiar, si queremos.

Seguro que ya ni siquiera eres la misma persona que la semana pasada, que el mes pasado. Crecer significa eliminar y analizar pensamientos y reacciones para poder cambiar y mejorar. El pasado no tiene remedio más que cambiando tu presente. Cada día es una nueva oportunidad para empezar, a pesar de todo, a pesar de todos…

 Tenemos esa posibilidad y nadie puede negarnos que ese crecimiento nos lleve a pensar distinto y a actuar distinto.La comprensión que pedimos a otros para con nuestros cambios, debe ser un primer paso para no juzgarles y atarles a los suyos.Necesitamos practicar la comprensión y la empatía con los demás. No sólo cuando no tenemos nada que perder sino cuando creemos que lo contrario nos haría ganar.

 Si queremos una segunda oportunidad, ¡qué menos que dársela a los demás!

 

 

 

No es justo

justicia

 

Dar a cada uno lo que le corresponde o le pertenece ha sido una búsqueda y una lucha presente en mi vida desde que tengo uso de razón. Estoy segura de que mis circunstancias, mi entorno y mi socialización contribuyeron definitivamente a que la justicia estuviese arraigada en mis más profundos valores junto con mi compromiso social.

Esto ha tenido su vertiente positiva y su vertiente menos bondadosa pero a la que he conseguido domar y os cuento cómo.

Mi participación en asociaciones universitarias, en la defensa de la igualdad de oportunidades y en la política durante todos estos años ha estado guiada por defender y mantener este valor. Esto me hacía que ocurriese lo que ocurriese, no flaquease en ningún momento. Esta determinación me ha hecho ser inasequible al desaliento, me ha inspirado para aprender, saber y  conocer de qué manera podía hacer este mundo más justo.

No he escatimado en esfuerzos personales de todo tipo para hacer ver y evitar que las injusticias se cometiesen por doquier o al menos tan cerca de mí. No dude en abandonar cosas, emprender  otras y luchar por ello. Si algo conseguía provocarme, era una injusticia.

Esa energía que me ha ayudado a estar años defendiendo contra viento  y marea posturas en solitario por el hecho de creer que eran justas, tenía su lado menos atractivo, a su vez me convertían en una persona seria, pensativa en exceso y preocupada, que se enfrascaba en cualquier discusión o debate en el que alguien demostrase poner sus intereses antes que el bien común, aprovechándose del sistema.

Era encender una mecha que difícilmente podía apagar hasta que no agotaba a mi interlocutor asaeteándole a preguntas y argumentos hasta dejarle sin fuerzas. La injusticia producía en mí, lo que el pelo en Sansón, una fuerza hercúlea.

Conseguía a base de aciagos resúmenes, eso sí totalmente  verídicos y comprobables inocular esa intranquilidad a todo el que me quería escuchar en mi afán por darlas caza y evitar cuantas más injusticias mejor, sin reparar, ni entender las razones de cada uno para no hacerlo. Algo que sufrieron los míos en primera persona.

Efectivamente era incapaz de salir de esa vorágine por mí misma  y si alrededor veía que las personas se habían rendido y plegado a un sistema injusto se generaba en mí una nueva erupción volcánica, con el consiguiente riesgo de magma para mi mente y mi cuerpo.

Tuve que utilizar mi propia travesía del desierto para poder reflexionar sobre este valor y su influencia en mi vida. Conseguí darme cuenta de que la justicia no depende en un porcentaje tan alto de lo que yo controlo y puedo hacer como creía, que para mi paz interior, para mi libertad, para mi familia tener ese valor haciéndolo depender de mí en tan alto grado conseguiría acabar con mi salud y la de mi entorno, sin conseguir victoria alguna, necesitaba energía para el largo camino que me esperaba.

Ahora es mi salud antes y sin dejar que la justicia no sea un valor imperante en mi vida, busco dentro de mí en qué puedo trabajar o emplear mi energía que sea más útil, menos estéril.

Soy escrupulosa en no cometer injusticias,  apenas juzgo, soy compasiva y trabajo para  ayudar a que las personas que lo deseen, encuentren dentro de ellas la fuerza para ser mejores, para que sean más capaces de enfrentar estas cuestiones   y aunque  todavía sufro algún arrebato accidental,  sigo trabajo desde otra perspectiva más positiva, para  que quienes, no sé si por rendición, abnegación o costumbre, las toleran o las llevan a cabo, vean las bondades de al menos no cometerlas ellos después.

Cometer una injusticia es peor que sufrirla”.  Aristóteles

Sé que con esta táctica tengo la mente mucho más clara para poder afrontar esa cuestión pero sigo pensando  como Willy Brandt que “Permitir una injusticia significa abrir el camino a todas las que siguen.”

 

No sé si es justo o no pero nos vemos el lunes 😉

¡Buen fin de semana!

¿Empiezas por el espejo?

espejo

En nuestro camino encontramos algunas veces personas que, tras nuestro primer contacto con ellas, no parece que tenga mucho futuro esa amistad o incluso ese encuentro. Un mal gesto, una mala contestación y todo lo que podría ser un agradable intercambio se transforma en una agria situación de la que sólo obtenemos malestar.

Hace algunos años yo misma hubiese huido de estas situaciones, incluso habría albergado esa desagradable sensación de haber sido herida durante algún tiempo, o esa otra obsesión de lo que le podía haber dicho y no dije, desde que trabajo mi interior, todo eso ha cambiado.

Entiendo que mientras yo voy por la vida libre de cargas y he tenido que luchar sólo contra mis propios miedos y fantasmas, otras personas llevan mucho más tiempo luchando esas y otras batalla peores que ignoro. Muchas de ellas no saben o todavía no poseen herramientas para encontrar una salida mejor que expulsar esos “demonios”  contra otros.

No haber recibido todo el afecto y el amor en nuestros primeros años puede haber abierto heridas que necesitamos cerrar. A veces lo hacemos en falso  y henchidos de rabia, aumentamos nuestra autoestima como refuerzo, como defensa, pero nuestra relación con los demás no acabará de sanar.

En otros casos esa superación pasa por trabajar en nosotros la resiliencia, que nos hace menos vulnerable a las situaciones difíciles y nos ayuda a hacernos fuertes en nuestra vida. Pero nuestras heridas, nos continuarán acompañando.

Para reconocer estas situaciones en nosotros mismos y en los demás, se requiere un arduo trabajo de desarrollo personal y una apuesta definitiva por querer ser  feliz.

Estas heridas hacen que confiemos menos en los demás, que seamos más posesivos y celosos y que utilicemos nuestra imaginación para magnificar muchas de estas situaciones y nos hagan sufrir. Harán  que prefiramos permanecer al margen de relaciones y sentimientos de otras personas para alejarse del riesgo de sufrir.

La reflexión de este post no es buscar culpables fuera de nosotros, sobre estilos de familia, de padres, de relaciones, lo importante es cómo podemos ayudar a los demás a que esas heridas tarden menos en cerrarse.

Seguramente habrás presenciado miles de situaciones en que el comportamiento de la persona es inexplicable, rudo, ególatra, desagradable y tantas veces también ha ido seguido de un comportamiento de la persona con la que interactúa similar, de huída, o de crítica. Con esa reacción, sólo refuerzas el comportamiento anterior y no ayudas en la lucha interior que está librando. No hagas de espejo, mientra esa persona lo hace contigo.

Recuerda que las personas que son felices no tienen necesidad de demostrar nada, ni de sentirse heridas, ni de herir o desatar su peor parte frente a estas personas.

Son quienes conscientes de la responsabilidad al 100% de su propia mente, deciden tomarla y hacer que esa interactuación sirva de ayuda más que de lucha, sabiendo que no hay mejor medicina que la que a esa persona le ha sido negada, el amor y la comprensión. Hazlo de manera que la confianza y la paz puedan crecer en su corazón.

Quédate, interésate por esa persona y ofrécele lo que no tiene. Consigue que su sentimiento cuando te vayas, sea mejor que cuando llegaste. De ti depende tener éxito.

Para comportarse igual que la mayoría, ya hay muchos, si quieres empezar un cambio en el mundo, empieza por quién ves en el espejo, por  ti, recuerda esta canción:

“Si quieres hacer del mundo un lugar mejor, mírate a ti mismo y entonces, haz un cambio”

Man in a mirror, Michael Jackson

 

Inspiración: “Happiness” Matthieu Ricard