«Haz lo que puedas, con lo que tengas, estés donde estés». Theodor Roosevelt

mundo

Cuando hacemos referencia al poder de los pensamientos y a cómo nuestra mente nos ayuda en nuestra vida diaria, muchos de nosotros no sabemos cómo hacer el análisis para saber el funcionamiento de nuestro principal mecanismo, la mente.

Saber si nuestra mente es feliz o no, puede ser un arduo trabajo o un trabajo de campo que podemos hacer relativamente fácil estando atentos y que nos puede arrojar muchos datos sobre lo qué realmente sucede allí dentro y como mejorarlo.

Los mensajes que a diario obtenemos de nuestro entorno, de los demás, de distintos medios de comunicación, mezclados con nuestros recuerdos y experiencias, nos provocan demasiados conflictos para poder desentrañar preguntas como si somos felices, nosotros solos.

A veces nos sentimos culpables por poseer o disfrutar de muchas más cosas que otras personas a nuestro alrededor, de estar alegres cuando otros lo están pasando francamente mal y de otras muchas cuestiones que nos impiden o excusan para pensar en acciones mucho más cercanas y sencillas que contribuyen a hacer de este mundo un lugar mejor.

Cuántas veces has dicho una palabra amable a algún desconocido,o algún compañero de trabajo al que nunca has hablado, a cuántos extraños has sonreído sin motivo, has cambiado el humor de alguien, ayudado a alguien, incluso que no conocías, escuchado, regalado algo, invitado, agradecido, elogiado, alegrado el día…

A veces cuando veo como muchas personas intentan arreglar el mundo a golpe de agresividad, de crítica feroz, de ira, insulto, para ridiculizar o menospreciar, de querer tener la razón , pensar que sólo existe su solución, avergonzar y juzgar a los demás, pienso, en a qué mundo están pensando llevarnos cuando utilizan esos métodos que  tratan así a sus semejantes, a los próximos y a sus iguales…por nuestro bien…

Las sociedades que se asientan en la vergüenza y en la culpa no son sociedades sanas, ni dignas de modelaje o defensa. No quiero que la mía sea así. 

Sociedades que escriben solidarias cartas a personas a cientos de kilómetros mientras son incapaces de compatibilizarlo haciéndolo con quienes están sufriendo a su lado, o simplemente siendo amables con quienes les rodean y no piensan como ellos.

La felicidad para mí se construye desde dentro, desde tus pensamientos y acciones. Desde lo simple y sencillo que parece ser lo que más cuesta. Siendo consciente de que nuestro entorno cambia principalmente cambiando lo que más trabajo implica, nuestra actitud. Estamos dispuestos a influir en esto…

Construyendo, animando, alentando, apoyando, entusiasmando a nuestros padres, madres, amigos, compañeros, vecinos. Haciéndoles partícipes de lo importante que es nuestra labor en nuestro entorno, con los demás. Con nuestra palabra, nuestra acción.

Comprométete contigo mismo, toma la determinación de que vas a formar parte de ese cambio, seguro de que tus acciones son lo más importante que puedes poner en marcha para hacerlo y que tu entorno más próximo, es tu reto.

Cada vez que pienses en un conflicto internacional, en una situación injusta, escuches alguna noticia que te impacte y sobre la que te sientas impotente. Idea algo para hacer inmediatamente donde estés. Recuerda las palabras de Theodor Roosevelt.

No intentes excusarte con la necesidad de la ejecución de grandes hazañas, que obtengan un gran reconocimiento. Recuerda que cada acción que lleves a cabo a tu alrededor será parte de esa aventura interior que te llevará a ser más feliz y a compartir esta felicidad con quienes te rodean, modificando tu mundo.

Algunas ideas para empezar… sé generoso y comparte con nosotros las tuyas

  • Deja tu cambio en la máquina del café. Imagina quien lo encuentre que afortunado se sentirá.
  • Ve sonriendo por la calle y saludando a todos.
  • Ayuda a alguien que veas cargado o agotado.
  • Pregunta a alguien cómo está, muestra interés por él.
  • Llama a alguien para agradecerle algo.
  • Elogia sinceramente a alguien.

fotografía:moviespix.com

Debates improductivos

debate

 

No puedo dejar pasar la ocasión de una nueva campaña electoral para hacer una reflexión sobre los atávicos e improductivos métodos que seguimos utilizando en los debates entre candidatos, para convencernos o unos a otros, o al votante, en el mejor de los casos, o mejor dicho, para sólo vencer al adversario.

 En realidad no distan mucho de las estrategias que utilizamos en las discusiones laborales, familiares y entre amigos, por lo que tener razón es, en las discusiones, nuestra finalidad absoluta.

 Quiero aportar este texto del genial Freddy Koffman en su libro “Metamanagment” porque es la mejor forma que he encontrado para explicar el proceso:

 “Exponer en forma improductiva

El modo tradicional de exponer está basado en la guerra y en los deportes competitivos. La conversación es un juego de suma cero, mi triunfo es la derrota de mi oponente y viceversa. No hay espacio para trabajar juntos, cambiar las reglas, disolver restricciones, inventar nuevas opciones o crear valor. La estrategia principal es quitarle poder al otro. De la misma forma, la estrategia principal del otro es quitarle poder a uno. Ya que sólo hay una cantidad fija de «razón», cuanta más uno tenga, menos tendrá el otro y cuánta más tenga el otro, menos tendrá uno. En una conversación así, la manera de obtener poder (razón) es argumentar por la idea propia y socavar las ideas de los demás.

En realidad, lo que está en juego no es la razón, sino la autoestima y la imagen pública de los interlocutores contrincantes. Cada uno cree que su valor personal aumenta cuando «gana» y disminuye cuando «pierde»; por lo tanto, no hay posibilidad de cooperar. La premisa en la mente de quienes operan de acuerdo con este modelo es: «Necesito prevalecer para demostrarle al mundo que tengo razón y que, en consecuencia, soy valioso.

Tengo todos los datos necesarios y mis opiniones son las únicas razonables. Mis conclusiones son ineludibles, ya que mi lógica es perfecta. He considerado todas las posibilidades y he elegido la mejor. Cualquiera que esté en desacuerdo conmigo está en contra del objetivo y tiene intenciones ocultas. Mi trabajo es convencer a los demás de que actúen en la forma correcta (la que yo propongo), de modo tal que todos reconozcan que soy yo quien tiene razón». Este modelo afirma que sólo es posible ganar individualmente. La conversación es una contienda para probar quién vale más (es más inteligente, tiene más poder, está más informado, etc.).

Algunas estrategias del exponer improductivo son:

  • presentar opiniones como si fueran hechos comprobados;
  • no explicar ni revelar razonamientos que justifiquen la opinión;
  • no dar ejemplos ni ilustrar en forma práctica el significado de la opinión;
  • no exponer dudas ni revelar áreas de inseguridad o ignorancia;
  • evitar preguntas y objeciones;
  • argumentar que la opinión propia es la única razonable;
  • hablar más que escuchar, interrumpir a los demás;
  • demoler los argumentos de los otros.
  • impiden que los demás comprendan la posición de uno;
  • dañan los vínculos entre las personas;
  • dificultan el descubrimiento y la resolución de los problemas sistémicos;
  • crean resentimiento y resignación;
  • destruyen la efectividad colectiva;
  • generan una severa desventaja competitiva para la organización.”

Quienes  hayan acudido a algún debate o discusión,  sido telespectador u oyente podrán comprobar cómo siguen esta escaleta al dedillo.

Para hablar de temas que requieren sosiego, perspectiva y reflexión se utilizan un par de minutos en los que dónde miras, tu tono de voz, tu posición, y lo determinante que parezcas son los ingredientes para que tu parroquia te aplauda diciendo que has ganado.

 Da igual si no has entendido lo que la otra persona quiso decir, si tienes la suficiente habilidad para interpretarlo fuera de tu modo de pensar, si puedes leer entre líneas el mensaje, si a lo mejor convendría repreguntar para asegurar, da exactamente igual. Lo importante es lo que parezca y no lo que sea para poder exportar viralmente, en función del número de tus seguidores, tu versión del combate en la red.

Como es cuestión de tener la razón y de autoestima personal, y la ciudad y sus ciudadanos no tienen mucho que ver, lo importante es como vendas el resultado.

El objetivo no es entender a los demás sino abatir, rebatir, combatir, aplastar. Todo muy constructivo, ¿verdad?

Lo que a nadie le importa es cómo quedan esas maltrechas autoestimas y egos, tocados para futuros acuerdos, colaboraciones y conversaciones que vayan más allá de sus limitadas personas y se remitan a proyectos y colaboraciones.

 Tener la razón se convierte en un asunto de estado como si las trayectorias vitales de los que debaten fuesen una recopilación de la infinita casuística vital. Como si sus visiones fuesen tan magníficas y completas que merecen no sólo estandarización, sino exportación e imposición.

No nos escuchamos cómo hablamos, generalizamos opiniones personales como si fuesen dogmas para tener razón. Hablamos en imperativo, de nuestra realidad como la única, somos autocomplacientes y excesivamente críticos con lo demás y sus observaciones. Nos  oponemos sin ni siquiera escuchar, es más, a veces tenemos tan interiorizada la etiqueta de que “es el enemigo” que su sola presencia nos impide escucharle como automatismo y sólo pensamos en responder.

Sé que con los ánimos tan encendidos es prácticamente imposible entender que éste no es el camino ahora, a escasos días de las elecciones nadie ve otra estrategia y además a nadie le interesa.

Pero yo me comprometo, en mi vida personal a cambiar y  a seguir los consejos de Koffman, comenzando por observar como  mínimo estos planteamientos :

Pensar es infinitamente más veloz que hablar. Es imposible revelar todo lo que se piensa. Por eso es necesario encontrar formas operativas de compartir datos, razonamientos, perspectivas, intenciones, objetivos y preocupaciones. Lo primero es determinar en qué circunstancias vale la pena profundizar y hacer explícitos los razonamientos. Explicar todo lo que uno dice, en todo momento, haría imposible conversar. No explicar nada, en ninguna situación, hace imposible comprender.

“Exponer con humildad y respeto considerando las posiciones alternativas no debilita el argumento; lo re-orienta desde el control unilateral hacia el aprendizaje mutuo. En vez de operar sosteniendo que «yo estoy en lo correcto y los demás están equivocados», el exponer productivo se basa en creer que «yo veo la situación desde mi perspectiva limitada y sujeta a error”. Por eso quiero exponer mis observaciones, pensamientos, preocupaciones, intereses, y conocer las reacciones de los demás, juntos podemos crear un resultado más efectivo».

¿Te atreves a crecer? 😉

Ciudadano 0.0

manos

 

Si estás en una situación en la que te sientes vulnerable, qué haces interesado por la actualidad, viendo la televisión, oyendo la radio, participando de tertulias negativas, partidizando  tu vida.

 Sólo escuchar unos minutos de un debate televisado o de una acalorada discusión en la calle, es el ejemplo de cómo el miedo nos domina, nos hace arredrarnos y nos deja sin fuerzas.

 Cómo nos sentimos con lo que los medios dicen que está ocurriendo, cuando ellos son quienes se atribuyen enfocar lo que es lo más importante y apelan a nuestra atención sólo con amenazantes noticias para nuestra supervivencia.

 ¿Quién puede estar oyéndolo?, un paciente de quien depende su vida de ir a un Hospital, unos padres jubilados cuya única preocupación es que sus hijos encuentren trabajo, personas que debido a circunstancias similares no pueden alimentar a su gente, desempleados que buscan desesperadamente trabajo.

¿Quiénes son su objetivo?

¿Para qué te sirve esa información así contada?

¿Qué emociones te produce?

¿Qué consecuencias tiene en ti esa ración diaria?

¿Qué ambiente creamos entre todos?, uno de entusiasmo, en el que nos vemos capaces de cambiar las cosas, de animarnos unos a otros para salir de este atolladero, para aprender del pasado y no dejar que quienes velen por nuestros intereses cambian su foco…

 Quizá uno en que nos responsabilicemos de nuestros actos y vayamos más allá de lo que vemos y oímos  para siquiera analizarlo o darle una visión crítica. Encontrando un marco más amplio para toda cuestión. Pensando.

Creen de verdad que  necesitamos personas que con la misma o menos experiencia vital que nosotros, nos den recetas, digan una cosa y la contraria o quieran  dirigirnos incluso  con un control más férreo. Si estamos  todos de acuerdo en el análisis de lo que no nos gusta, pongámonos todos manos a la obra. Cada uno en lo que pueda, en lo quiera, en lo que sepa. Todo suma.

Es tan inspirador observar como florece quien no atiende a estos mensajes de temor y amenaza y se niega a someterse. Quien trabajando por ser   el cambio que quiere ver, le merece la pena desactualizarse y ser un “Ciudadano 0.0”  para volver a la esencia de la persona. Ese momento en el que todas las necesidades que nos hemos creado vuelven a la configuración inicial, ninguna. En la que no se tiene miedo porque no se tiene nada que perder y por lo tanto la manipulación cae en saco roto.

Con todas esas piedras que nos tiran en el camino para desviarnos de la consecución de nuestros objetivos y  de perseguir nuestros sueños, podemos hacer el puente que nos una y nos lleve juntos a no tener miedo. No lo transmitas.

¿Y qué si fallas?

¿Y si no haces nada?

¿Y si tienes éxito?

Lo que nadie se atreve a decirte

jefe

 

Querido, CEO, Director, Presidente,

te has planteado alguna vez qué es lo que hace que las personas dejen tu empresa, tu equipo no rinda o te ignore e incluso no te soporten y estén deseando cualquier oferta o que el panorama económico mejore para volar.

Seguro que en muchas ocasiones has pensado que “que piensen así es algo que los jefes llevan en el sueldo y lo debes asumir, sin más”, que es una cosa típica, o que con el ambientazo que hay, las personas están deprimidas, desmotivadas y  que son ellas las que tienen un problema o deben cambiar y centrarse.

Has pensado en lo que cuesta a tu empresa esa  tasa de reposición o esa falta de productividad, de innovación o de creatividad, que tú te tomas como normal, a la ligera, la formación, el reciclaje, un  nuevo proceso de selección.

Si tras analizar estos puntos de tu compañía todavía te sigues preguntado ¿qué está pasando? o ¿qué se está haciendo mal? quizá  sea el mejor momento para participar en un proceso de coaching y ampliar tu perspectiva, conectar con nuevas formas de proceder y reflexionar sobre otras posibilidades.

A lo mejor llevas tantos años haciendo lo mismo o cerca de los mismos que has acabado mimetizándote con  aquellos que a los que habías prometido, nunca  querrías parecerte, los que aplican la ley del mínimo esfuerzo en cuanto a las personas y la de  trabajos forzados en cuanto a los proyectos.

Que el coaching se aplique a otros mandos, como los managers que pasan de proyectos a dirigir personas, será de una gran ayuda, con estas sesiones conseguirán ver que todo es más fácil de lo que parece con otras herramientas  y podrán comenzar siendo líderes en sus equipos.

 Lo que ya no está tan claro es cómo conjugará esto conque tendrán por encima a personas que no recuerdan  en qué consiste el cambio, que ya no son conscientes de la importancia de valorar nuevos comportamientos y de la necesaria y  posterior, gran recompensa de este esfuerzo.

Con el tiempo se adquieren algunos hábitos que empeoran el ambiente sin casi percibirlos: valoras más tu tiempo que el tu equipo y lo demuestras por ejemplo, con las reuniones cuando tú quieres y de la duración que tú decides, estás más pendiente de tu carrera que de los que te rodean, quieres que todo el mundo deje lo que está haciendo para atenderte, aunque tú no lo haces, no elogias lo que hacen bien, no les escuchas, ni compartes información y contagias tu estrés con tu lenguaje corporal y verbal, haciendo el entorno irrespirable.

Tras un proceso de coaching serás más consciente y responsable de tus hábitos y acabarás automatizando otros más útiles. Demostrarás el interés en quienes trabajan contigo y éstos se empeñarán en la reciprocidad, en ser útiles en sus tareas y en merecer el elogio por parte de  quienes admiran y son su ejemplo y  espejo en que se miran. Debes recuperar  esas ganas de crecer personalmente que te han llevado a tu actual puesto de dirección y que seguro te impulsarán más lejos.

Si no tienes esto en cuenta porque la presión de los números en los balances te puede, acabarás desenfocando tu energía y  conseguirás que muchos de ellos acaben decepcionados,  que vean y sientan que los valores que defiende la compañía no son los que aplica y que seguramente fuera de ahí tendrán un futuro más acorde con sus principios.

La mayor parte de los que dejan su puesto de trabajo o bajan su rendimiento considerablemente se sienten incomprendidos, solos y faltos de motivación, ya incluso el dinero empieza a no ser una prioridad ante tanto hastío. No podemos permitirnos derrochar o exportar talento a otras compañías teniendo herramientas infalibles a nuestro alcance.

Si has probado todo con tu equipo y no funciona, empieza a probarlo todo contigo. Prueba con el coaching.

Foto: spanishpmo

No es justo

justicia

 

Dar a cada uno lo que le corresponde o le pertenece ha sido una búsqueda y una lucha presente en mi vida desde que tengo uso de razón. Estoy segura de que mis circunstancias, mi entorno y mi socialización contribuyeron definitivamente a que la justicia estuviese arraigada en mis más profundos valores junto con mi compromiso social.

Esto ha tenido su vertiente positiva y su vertiente menos bondadosa pero a la que he conseguido domar y os cuento cómo.

Mi participación en asociaciones universitarias, en la defensa de la igualdad de oportunidades y en la política durante todos estos años ha estado guiada por defender y mantener este valor. Esto me hacía que ocurriese lo que ocurriese, no flaquease en ningún momento. Esta determinación me ha hecho ser inasequible al desaliento, me ha inspirado para aprender, saber y  conocer de qué manera podía hacer este mundo más justo.

No he escatimado en esfuerzos personales de todo tipo para hacer ver y evitar que las injusticias se cometiesen por doquier o al menos tan cerca de mí. No dude en abandonar cosas, emprender  otras y luchar por ello. Si algo conseguía provocarme, era una injusticia.

Esa energía que me ha ayudado a estar años defendiendo contra viento  y marea posturas en solitario por el hecho de creer que eran justas, tenía su lado menos atractivo, a su vez me convertían en una persona seria, pensativa en exceso y preocupada, que se enfrascaba en cualquier discusión o debate en el que alguien demostrase poner sus intereses antes que el bien común, aprovechándose del sistema.

Era encender una mecha que difícilmente podía apagar hasta que no agotaba a mi interlocutor asaeteándole a preguntas y argumentos hasta dejarle sin fuerzas. La injusticia producía en mí, lo que el pelo en Sansón, una fuerza hercúlea.

Conseguía a base de aciagos resúmenes, eso sí totalmente  verídicos y comprobables inocular esa intranquilidad a todo el que me quería escuchar en mi afán por darlas caza y evitar cuantas más injusticias mejor, sin reparar, ni entender las razones de cada uno para no hacerlo. Algo que sufrieron los míos en primera persona.

Efectivamente era incapaz de salir de esa vorágine por mí misma  y si alrededor veía que las personas se habían rendido y plegado a un sistema injusto se generaba en mí una nueva erupción volcánica, con el consiguiente riesgo de magma para mi mente y mi cuerpo.

Tuve que utilizar mi propia travesía del desierto para poder reflexionar sobre este valor y su influencia en mi vida. Conseguí darme cuenta de que la justicia no depende en un porcentaje tan alto de lo que yo controlo y puedo hacer como creía, que para mi paz interior, para mi libertad, para mi familia tener ese valor haciéndolo depender de mí en tan alto grado conseguiría acabar con mi salud y la de mi entorno, sin conseguir victoria alguna, necesitaba energía para el largo camino que me esperaba.

Ahora es mi salud antes y sin dejar que la justicia no sea un valor imperante en mi vida, busco dentro de mí en qué puedo trabajar o emplear mi energía que sea más útil, menos estéril.

Soy escrupulosa en no cometer injusticias,  apenas juzgo, soy compasiva y trabajo para  ayudar a que las personas que lo deseen, encuentren dentro de ellas la fuerza para ser mejores, para que sean más capaces de enfrentar estas cuestiones   y aunque  todavía sufro algún arrebato accidental,  sigo trabajo desde otra perspectiva más positiva, para  que quienes, no sé si por rendición, abnegación o costumbre, las toleran o las llevan a cabo, vean las bondades de al menos no cometerlas ellos después.

Cometer una injusticia es peor que sufrirla”.  Aristóteles

Sé que con esta táctica tengo la mente mucho más clara para poder afrontar esa cuestión pero sigo pensando  como Willy Brandt que “Permitir una injusticia significa abrir el camino a todas las que siguen.”

 

No sé si es justo o no pero nos vemos el lunes 😉

¡Buen fin de semana!

Falsos dilemas

dilema

 

Economistas conductuales, como el genial Dan Ariely, han demostrado que nos regimos por la ley del mínimo esfuerzo para tomar muchas decisiones en nuestra vida y que nos planteamos las cuestiones desde ópticas bastante simplistas, rigiéndonos más tarde por esos automatismos.

Si os dais cuenta últimamente  “hay que elegir” entre estar a favor de los «ricos» o de los «pobres», que las personas tengan varias casas o se las expropien,  entre lo malo y lo menos malo,  entre el desalojo y que cada uno se busque la vida con tu banco rescatado, o estar del lado de la economía o del medio ambiente, no hay término medio, te tiene que gustar el frío o el calor, el dulce o el salado, el empleo que tienes o no tenerlo, trabajar en tu ciudad o en otro país, emprender en solitario o trabajar para otro, entre trabajo o  vida personal, entre estas medidas políticas o  las contrarias…

Estas decisiones que intencionadamente que se  plantean desde lo que los anglosajones denominan el “ Fool´s Choice”, como un dilema,  nos invitan  graciosamente con la intención de facilitarnos la vida. Hacen que estas falsas disyuntivas nos paralicen, desmoralicen y parezcamos cada vez más un rebaño fácil de guiar, al interiorizar este modo de proceder  y convertirlo en automatismos con los que vivimos. Cuando lo único que necesitamos son personas que nos abran el abanico de posibilidades en todos los campos y nos hagan trabajar y pensar con entusiasmo e ilusión para innovar, transformar y  mejorar nuestras decisiones y nuestro alrededor.

Decidir entre dos cuestiones, cuando las opciones pueden ser infinitas, hace que nos sintamos estresados, esto a su vez  hace que nuestras oportunidades y   opciones se reduzcan drásticamente, que no sintamos desvalidos, desasistidos, incapaces,  que elijamos  sin criterio y por necesidad. Es como si tuviésemos que elegir entre a quién queremos más a papá o a mamá.

A lo mejor en pequeñas cuestiones sí podemos y debemos  ser así de reduccionistas para no eternizar la cuestión,  pero en otras que afectan seriamente a nuestra convivencia y nuestro desarrollo, este simplismo nos perjudica  y no nos permite avanzar.

Cuando todavía leo cuestiones de hace cien años como recetas para gobernarnos, me espeluzna que hayamos conseguido tantos avances científicos y en el desarrollo humano y político sigamos en pañales.

Personalmente a mí ya no me convencen, ni me atemorizan con  amenazas de que la otra opción única será devastadora para mi intereses, cuando si analizo, lo que obtengo en cualquier caso es, más de lo mismo: temor. Ya me ocupa y preocupa bastante mi futuro para que jueguen con mis miedos como estrategia. Yo quiero ampliar mis opciones, oportunidades, retos, desafíos, objetivos.

Requiero unos nuevos líderes sociales, políticos, sindicales, empresariales  que empaticen con los sentimientos y necesidades actuales de los ciudadanos, no en contra de nadie, sino a favor nuestro y quiero que me resuelvan lo que acontece en la sociedad, ahora, multiplicando las oportunidades y las opciones de avance, sin causar otros problemas y resolver esos otros. Inspirándome más que desesperándome, ¿pido tanto?

Líderes, personas seguras, que antepongan nosotros a yo,  comprometidas, que no vean la vida en blanco y  negro sino que se atrevan a escuchar, a probar a pintar  con todos los colores, con conocimiento, valentía y afán de servicio a la sociedad, que  crean más en nosotros y nuestras capacidades para remontar, que en ellos, que sean capaces de partir de lo que nos une y no de lo que nos separa, que maticen, prueben e implementen sin complejos fórmulas nuevas para producir efectos nuevos.

Conmigo que no cuenten para ratoncito tras su flauta. Sólo lo haré cuando suene la música de unos músicos que realmente estén más pendientes del público que de mejorar sus instrumentos y de lo que les interesa tocar.

El poder y la autoridad

El poder y la autoridad

Luis Huete en este artículo sintetiza con gran acierto muchas de las palancas que el poder tiene en sus manos para acrecentarse y controlar o para sin imponerse convencer, moviéndose entre las dicotomías: atesorar-compartir recursos, recompensa-castigo, coacción-colaboración, deshacerse de los enemigos-atraer a los oponentes, si trasladamos estos conceptos a nuestra realidad, las palancas más éticas pasan a un segundo plano, en el que el «poder duro» toma protagonismo, una sociedad en la que los partidos políticos lejos de empatizar con los ciudadanos y hablarles a ellos, se interpelan entre sí en su única misión de «deshacerse del contrario». Cuando el mundo va hacia tendencias más cooperativas que fomentan las redes sociales, los avances científicos y las neuronas espejo, parecen ser de otra pasta y seguir «apalancados»

La responsabilidad de elegir a otros líderes con características más acordes a los resultados que queremos producir, está en nuestra mano. hagamos una buena selección de personal!!

diderot