No te ates a tu piedra

piedrass

 

Hay veces, que acciones que lleva a cabo el ser humano me sorprenden porque son extraordinarias y me hacen sentirme orgullosa de mis semejantes ,aunque otras, me repugnan. Podéis estar seguro, pensando en barbarie y cuestiones de gran impacto y enjundia, que también,  pero no siempre es así, a veces el daño es más sencillo, más callado e igual de cruel. Me refiero a pequeñas maldades al alcance de todos, a las que no damos importancia y que las hacemos y publicitamos a diario,  sin pensar en sus consecuencias y efecto en los demás.

Es cierto que cuando hablamos de bullying en el colegio, de acoso escolar, todos nos ponemos en la situación de pequeños indefensos siendo atacados con crueldad y sin ninguna justificación y no nos cuesta empatizar con ellos para rechazarlo, denunciarlo y trabajar por desterrarlo.

Sin embargo hacerlo con personas mayores, espejo en el que se miran muchos niños, parece menos cruento. Por el simple hecho de tener ventaja sobre ellos en alguna cuestión, sofocar nuestras bajas pasiones, como la envidia y la ira, quedar por encima o ganar a alguien con sucias tretas, entonces, todo vale.

He tenido que asistir al vapuleo tuitero de varias personas en pocos meses. Personas, que si hay algo que las defina es su bondad y su dedicación a los demás. Por cuestiones que en 140 caracteres dijeron en el pasado y años después salen a la luz, con la intención que conlleva haberlos  buscado, descargado y guardado y lo peor, ni siquiera con la intención de dañarles a ellos, sino como armas arrojadizas para acabar con otros fines mayores.

Sin pensar ni un momento en esas personas, en sus mentes y corazones sufridores sin motivos, de un pasado remoto que no  pueden cambiar, del que sin embargo reniegan y que  pretende acabar con sueños, a pesar de considerarles sólo un daño colateral.

No todo vale, ni en política, ni en la vida, para salirte con la tuya. Una victoria que necesita de estos sacrificios no puede ser, ni celebrada, ni bien empleada, porque parte de un vicio de inicio, el engaño torticero, el sufrimiento vacuo y  la mentira.

Sólo ver las caras de estos jóvenes subidos en una montaña rusa, debatiéndose entre la tristeza y rendición más infinita y la ira más absurda me hace comparar esta serie de acciones con una imagen recurrente en mi cabeza.

Hacer reo a alguien de su pasado es como atarle una piedra, lanzarle al agua y dejarle conscientemente desaparecer. Te parece cruel, exagerado, rara la metáfora. Piensa en algo similar que te haya ocurrido a ti. Algo que ocurrió en tu vida desagradable. Algo que pensaste  y ya no piensas, algo que dijiste, hiciste y quieres olvidar y que tienes derecho a hacer.

Decía Nietzche que: “ Lo que no te mata te hiere de gravedad y te deja tan apaleado, que luego aceptas cualquier maltrato y te dices a ti mismo que eso te fortalece”.No sólo te lo digas, haz que te fortalezca. Escribe tu propia historia de resiliencia, aprendiendo del golpe para levantarte y seguir adelante. Eso te hará diferente.

No te ates a tu piedra, todos podemos cambiar, si queremos.

Seguro que ya ni siquiera eres la misma persona que la semana pasada, que el mes pasado. Crecer significa eliminar y analizar pensamientos y reacciones para poder cambiar y mejorar. El pasado no tiene remedio más que cambiando tu presente. Cada día es una nueva oportunidad para empezar, a pesar de todo, a pesar de todos…

 Tenemos esa posibilidad y nadie puede negarnos que ese crecimiento nos lleve a pensar distinto y a actuar distinto.La comprensión que pedimos a otros para con nuestros cambios, debe ser un primer paso para no juzgarles y atarles a los suyos.Necesitamos practicar la comprensión y la empatía con los demás. No sólo cuando no tenemos nada que perder sino cuando creemos que lo contrario nos haría ganar.

 Si queremos una segunda oportunidad, ¡qué menos que dársela a los demás!

 

 

 

En el mismo bando

fuego

 

Parejas, hermanos, socios, amigos, compañeros, jefes y empleados, ¿cuántas veces nos descubrimos en una discusión estúpida que comenzó por una trivialidad y se ha convertido en un asunto de estado?

¿Cuántas veces inmersos en esa conversación buscamos y rebuscamos argumentos que nos hagan tener razón, olvidando para qué podría servir semejante debate y cuál podría ser su finalidad ?

¿Qué nos hace obcecarnos,  mimetizarnos con nuestros argumentos y atacar cruelmente cualquier posición en contra?

Acaso no empezamos hablando con quienes queremos, con quienes trabajamos, con quienes vivimos, ¿qué ocurre con esa emoción que es la ira y nos devuelve a estados primarios en los que no somos capaces de ser conscientes de lo que pensamos, y lo que es peor, de lo que decimos.

Ocurre también en la  mayoría de los debates políticos y discusiones, en los que la única opción es hundir al contrario con argumentos que le impacten y le hagan vulnerable, entre quienes lo que deberían hacer, es cooperar desde las distintas posiciones para llegar a un entendimiento cordial  y una mejor solución.

Estos arrebatos iracundos en los que lo único que se expone es el niño que todos llevamos dentro y quienes lo ven desde fuera sólo ven eso, inmadurez  en actitud pueril. Consiguiendo rencores y divergencias que acaban siendo insalvables.

Es cierto que el autocontrol es una capacidad que tienen mayormente los grandes líderes, en los que es habitual, antes de lanzarse contra el otro, mirarse críticamente , hacia dentro y después  hablar y juzgar a los demás.

¿Cuántas veces te has arrepentido de algo que has dicho con la única intención de quedar por encima, de anteponer tu ego al de los demás, te creerte diferente, único, distinto…mejor y has conseguido lo contrario?

¿Cuántas de esas veces atreverte a decir eso que pensaste sólo para hacer daño, te ha compensado? ¿Cuánto te ha durado la emoción de sentirte bien, al dejar mal a alguien?

Y si en lugar de hablar, consigues respirar y convencerte de que en realidad estáis en el mismo bando, ¿o no es cierto que en tu casa estéis todos en el mismo bando? , ¿en el trabajo, o  entre tus amigos?

¿Cuándo pensaremos antes de alterarnos que nos une algo más, querernos, ayudarnos, y que a pesar de que oigamos algo que no deseamos o que no pensamos, estamos en el mismo bando?

A veces la mejor respuesta es el silencio y escuchar, pero no de cualquier manera sino con compasión, con la intención de que esa ira que arde en el cuerpo y la mente de quien quieres, se apague sola, sin acelerantes, ni más leña en ella.

Es  Thich Nhat Hanh quien define esta situación como : “Cuando estás enojado sufres porque te estás abrasando en las llamas del infierno. Cuando sientes una gran desesperanza o envidia, estás en el infierno”

Te dejo una selección de un texto suyo para practicarla.

“Escuchar compasivamente alivia el sufrimiento

Cuando una persona habla llena de ira, es porque está sufriendo mucho. Y al estar sufriendo tanto, se llena de amargura. Siempre está dispuesta a quejarse y a culpar a los demás de sus problemas. Por eso te resulta tan desagradable escucharla e intentas evitarla. Para comprender y transformar la ira, debemos aprender la práctica de escuchar compasivamente y de hablar con afecto.

Hay un Bodhisatva – un Gran Ser o un Despierto ñ que es capaz de escuchar profundamente y con una gran compasión. Se llama Kwan Yin o Avalokitésvara, el Bodhisatva de la Gran Compasión. Todos debemos aprender a escuchar atentamente como hace este Bodhisatva. Así podremos orientar de forma muy concreta a los que acuden a nosotros para pedirnos ayuda para restablecer la comunicación perdida.

 Si escuchas con compasión a una de esas personas, quizá· alivies un poco el sufrimiento que siente; sin embargo, aunque lo hagas con la mejor intención del mundo, no podrás escucharla profundamente hasta que no hayas practicado el arte de escuchar compasivamente.

Si eres capaz de sentarte en silencio y escuchar con compasión a esa persona durante una hora, podrás aliviarla de mucho sufrimiento. Escúchala con un único objetivo: para que pueda desahogarse y sufra menos. Durante todo el tiempo que la escuches, mantén viva tu compasión.

 Mientras lo hagas, has de estar muy concentrado. Debes centrarte en la práctica de escuchar con toda tu atención y todo tu ser: con ojos, oídos, cuerpo y mente. Porque si solo finges estar escuchando sin poner el cien por cien de ti mismo, esa persona lo sabrá y no podrás aliviar su sufrimiento.

Si sabes cómo practicar el respirar conscientemente y puedes mantenerte centrado en el deseo de calmar su sufrimiento, podrás conservar tu compasión mientras la escucha. El escuchar compasivamente es una práctica muy profunda. No escuchas para juzgar o culpar, sino simplemente porque deseas que esa persona sufra menos, sea tu padre, tu hijo o hija o tu pareja. Aprender a escucharla la ayudar de veras a transformar su ira y su sufrimiento.”

 

 

Recuerda que estáis en el mismo bando, ¿no?

 

Comunicación caníbal

canibalismo

 

Si pensamos en esta práctica, el canibalismo, como mínimo, confluyen en nosotros varias emociones negativas, y son muchas las imágenes, sensaciones e historias  desagradables que cruzan nuestra mente.

En principio  lo vemos como algo lejano que no ocurre, a pesar de alguna película o serie, cerca de nosotros. Si bien es una práctica que al final muchos lo asociamos  sólo con comernos a nuestros congéneres, tiene más que ver con rituales y actos religiosos que con el sostén alimenticio y es esto último lo que me hace pensar en la analogía que hace Covey de su relación con la comunicación.

Cuando  interactuamos con alguien, ya sea en casa, en el trabajo  o en cualquier otro lugar, en reuniones grupales o individuales podemos observar que nuestra comunicación tiene mucho que ver con la práctica de comernos a nuestros iguales. Agresiva, a la defensiva,  no contribuyen a acordar sino a rivalizar.

En psicología el canibalismo responde a impulsos agresivos –orales no controlados , un acto originado por el deseo de dominación y es ese mismo deseo el que se impone en nuestras conversaciones.

Piensa si no en cuántas de nuestras conversaciones estamos a la defensiva, nos damos por aludidos y nos defendemos de críticas que creemos van dirigidas directamente hacia nosotros.

 

Cuántas veces cuando empiezas a hablar para pedir algo, lejos de ir al grano, comienzas por un reproche general que indispone a tu interlocutor contra ti. “ Como tú nunca estás disponible, ahora me puedes ayudar” Cómo apetece ayudar eh!

 

En cuántas ocasiones utilizas “ tú eres” colocándole una etiqueta a quien hablas seguida de un “ siempre” que le enjaula en ella. “ Tú que siempre estás a lo tuyo” . ¿Así pretendes que cambie?

 

Cuántas veces  te mantienes callado en una reunión sin proponer, y de repente cuando alguien dice algo te abalanzas sobre la idea, mordiéndola  hasta despedazarla sin apenas reparar en ello. Eso, ¿cómo se llama?

Todas estas interaccione están regidas por valores de supervivencia ancestrales en los que lo que hay detrás es “quienes quieren que tú caigas” y de los que te defiendes agresivamente.

“Tener la razón”, “dejar claro quién manda”, aparentar que sólo existen dos opciones “conmigo o contra mí” son caminos destructivos que minan nuestra energía, enrarecen y contaminan nuestro entorno y como el propio canibalismo, sólo son  rituales,  hábitos que no cubren ninguna necesidad básica humana.

Sólo siendo conscientes de que tenemos estos hábitos podemos comenzar la renovación. Hacer nuestros entornos menos agresivos, menos infructuosos y dramáticos.

 La clave de este cambio, que no es nada fácil, es la escucha consciente, que va más allá del mensaje que la persona emite y que indaga en la adaptación al entorno habitual en el que ha vivido esa persona, tratando de entender qué nos quiere decir con su actitud que necesita. Seguramente cuestiones de supervivencia, salario y seguridad.

En lugar de dejarnos contaminar por ella, rindiéndonos por cansancio o falta de paciencia,  podemos dilatar en el tiempo la respuesta agresiva que dejará salir al primitivo que llevamos dentro.

A veces parece un esfuerzo titánico, siempre merecerá la pena esa victoria personal que nos hará conscientes del poder que tenemos con nuestro propio autocontrol.

 

Para empezar siempre puedes pedir perdón.

¿Te animas a ser diferente? Yo sí . A entrenar 😉

 «La comunicación, después de todo, no es tanto una cuestión de inteligencia como de confiar en los demás y aceptarlos con ideas y sentimientos, y de admitir el hecho de que son diferentes y ellos también piensan que tienen razón» Stephen Covey  

«Usa altavoz»

altavoz

 

 

Aunque el lunes es un día en el que apetece hablar más de lo entretenidos que hemos pasado el fin de semana que de reuniones y estrategias para afrontarlas, sí que sé que es el mejor día para que os hable de ésta y así os pueda ser de utilidad practicarla.

Una de las cuestiones que más me impactó, de mi primer encuentro con el alemán,  fue la posición de los verbos conjugados en las frases, había que esperar al final o casi de la misma para saber qué hacía el sujeto. Eso que en principio me parecía una complicación, acabó teniendo una parte positiva para mí, para el desarrollo de las conversaciones. La necesidad de escuchar toda la frase, evitaba que fueses interrumpido en los preliminares de tu intervención.

En castellano, sin embargo es casi lo primero que decimos, de esta forma intervenir para modificar, agregar, suponer, lo que otros van a decir o hacer, es una debilidad que, a veces, hace imposibles nuestras reuniones.

Ya sean en los “Consejos de Administración Familiares” o en las reuniones de trabajo, no dejar que las personas hablen con tranquilidad, exponiendo sus argumentos y relacionando temas, es algo bastante cotidiano.

Impide que escuchemos lo que quiere transmitirnos la persona y por lo tanto, evita enriquecer nuestras ideas, además muestra poco respeto por nuestro interlocutor y sus reflexiones. Puede que además coarte la iniciativa de personas para proponer, o que las indisponga frente a nuestra posición por defecto de forma. Tiene tantas implicaciones negativas que verdaderamente hacer un esfuerzo para que esto no ocurra, puede ser definitivo en nuestras estrategias para optimizar el tiempo y el talento.

Lo que hoy os propongo es acordar un “Objeto-altavoz” para cada reunión. Puede ser cualquier cosa que tengamos e identifiquemos como tal, un bolígrafo, un objeto  decorativo, etc. Puede ser siempre el mismo o cambiar si conviene por logística. Este objeto va a tener un poder vinculado a su posesión y es la escucha de todos los demás sin interrupciones. Representa el derecho a expresarse con libertad,eso sí, respetando también el tiempo de los demás. Las instrucciones de uso podéis establecerlas antes, si es necesario que todos intervengan o no, si se puede hablar o pasar, si se puede coger aleatoriamente o si se requiere alguna otra acotación previa.

Esta estrategia permite, ser conscientes al ver el objeto de que escuchar con atención evitará muchos malentendidos, entrenará la paciencia del equipo, el respeto y  la empatía con quien está hablando. Hará que todo el mundo pueda tener su espacio para expresarse, sin miedo a ser interrumpido con opiniones y apostillas  y concentrará la atención de todos en la reunión.

Seguro que si estáis concentrados y conscientes, la reunión durará mucho menos y la productividad será mucho mayor.

Prueba, ¿qué te cuesta?, y si sale bien 😉

“Saber escuchar es el mejor remedio contra la soledad, la locuacidad y la laringitis.” William George Ward

 

Diferencias fascinantes

razas

Hace más de veinte años, empecé mi aventura vital en solitario.Después de estar al calor de mi familia y protegida por mi entorno, sin la total convicción de mis padres, comenzó mi  viaje.

A ellos les agradezco su esfuerzo para darme la oportunidad de pasar un año a miles de kilómetros de distancia de mi casa, viviendo en otra familia, aprendiendo otro idioma y sacándome las castañas del fuego yo solita, con mis dieciséis añitos recién cumplidos.

Muchas son las andanzas e historietas que puedo contar de aquel maravilloso año y de lo mucho que aprendí, pero hoy quiero hablar de algo que me impactó desde el primer día, me fascinó, abrió mi mente y cambió mis creencias, las increíbles “diferencias” que vi.

Mientras yo no acostumbraba más que a ver blancos, católicos, casados o solteros, funcionarios o empleados, de repente un mundo de posibilidades se abrió ante mis ojos, compartía mis clases con  todo tipo de asiáticos,  afroamericanos, compañeros con “varios padres”, “varias madres” y “diferentes hermanos”, católicos, budistas, infinidad de variedades protestantes  evangélicos…además, casi todas las personas que me rodeaban eran autónomos y dirigían su propios negocios, numerosas combinaciones de muchos elementos, todas nuevas para mí.

Tuve la oportunidad de asistir y observar cómo estas religiones, con la mayor normalidad, compartían centro para sus ceremonias y celebraciones, colocando y recogiendo sus símbolos después de cada culto.

Me encantaba ver, que a pesar de las diferencias entre ellos y de lo distintos que a mí me parecían, eran capaces de unirse en cuestiones como la lengua para poder comunicarse.

Ahora, después de tantos años, todo aquello me parece casi «lo normal» pero entonces me impactó, tanto, que me hizo una defensora de las inmensas posibilidades de la diferencia y de que precisamente en ella, está nuestro avance, en conseguir enriquecer entre todas el “nosotros”.

 Nunca más tuve miedo de probar nada distinto, ni de hablar con nadie ajeno, ni de cuestionarme todo, de escuchar a todos, de confiar en personas muy distintas  y si algo aprendí  de aquella experiencia es, que lo fundamental es partir de lo que nos une. Entonces lo hice y aprendí  inglés para poder comunicarme con toda esa gente interesante que pensaba, actuaba y vivía de forma muy diferente a lo que yo estaba acostumbrada.

En el colegio, las asignaturas estaban mezcladas, como si fusionasen  la formación profesional y el instituto, algo que también me forjó  la idea de que cada uno es mejor que los otros en algo, no importa en qué, siempre hay que crear la idea del beneficio para “nosotros”,  la mayoría de las veces lo somos en algo diferente y  lo importante es sacar todo el potencial posible de cada uno para hacer algo bueno juntos. Y por fin, ¡a eso me dedico!

Por eso coincido con Karen Anderson en que lo importante no es la riqueza, ni todos los estupendos títulos que tengamos colgados, lo importante es que aprovechemos todas las diferencias para conectarnos, para enriquecernos y para ver que el mundo juntos, puede ser un lugar mucho mejor para todos.

 

Os dejo  su inspirador  TED por si quieres ser un «Opportunity maker» 😉 

Y si tuvieses el poder de evitarlas…

conversaciones

 

“Crucial Conversations Tools for Talking When Stakes Are High”, este libro conforma mi práctica para este verano y quiero compartirlo con vosotros.

El verano  es una época fantástica para entrenar la comunicación, sobre todo dentro de la familia, a veces la dinámica del  resto del año con el trabajo y las pocas horas que pasamos con ellos, hacen que pasar más tiempo juntos sea un reto para muchos, aunque sólo tienes que plantearte si quieres pasar un tranquilo periodo estival o no. Está en tu mano.

Si con alguien merece la pena hacer un esfuerzo es con la familia, en ese centro de interacciones que  muchas veces olvidamos que se basa en el amor y el sufrimiento que compartimos y que o bien nos hace crecer y fortalecernos, o puede que lo convirtamos en un infierno. De nosotros depende.

Uno de los puntos básicos que podemos tener en cuenta para mejorar nuestra comunicación es reflexionar  sobre quién es nuestro sujeto activo, a quien podemos controlar y supervisar el comportamiento, que no esté fuera de nuestro alcance, ni de nuestro control, es decir,  toda la responsabilidad recae en nosotros  mismos.

Si empezamos a tener esto en cuenta y no sólo nos centramos en el contenido y el receptor  de nuestros mensajes puede que mejoremos exponencialmente nuestras relaciones. Sólo ofrecer a nuestra mente otra perspectiva a tener en cuenta más allá de lo que decimos, al tener que observar  las condiciones en las que lo hacemos, nos lleva a ser  más conscientes de nuestro  impacto.

Si conseguimos poder “salirnos” de las conversaciones y vernos desde fuera, podremos llevar a cabo más acciones que nos lleven a retomar el diálogo y no nos conduzcan a una absurda y fútil discusión.

Cualquier amenaza o cuestión negativa que advertimos nos dura, sin hacer nada más, por el cortisol suministrado, 24 horas o más de recuerdo de este desagradable episodio, así que la próxima vez que vayas a decir algo que produzca este efecto por el mero hecho de salirte con la tuya, piensa en los efectos colaterales de seguir varios días con la misma molesta sensación.

Me encanta cuando  algunas personas se autoengañan  asegurando  que a ellos  los enfados se les pasan rápido, la mayoría de las veces, se refieren a los que ellos mismos provocaron por no callarse cuestiones cruciales para la otra persona  que sabía tendrían ese efecto. Sin embargo si se han sentido agredidas por otros, les dura lo que la neurociencia confirma.

Es lo bueno que tiene la convivencia que ya sabes las teclas que no tienes que tocar para  herir a la otra persona y sin embargo, ¿qué nos lleva a ello?, ¿qué nos hace herir a las personas a quienes más queremos y que forman parte de nuestro entorno más cercano, cuyo efecto en su humor influye directamente en el nuestro?

Primero, la falta de reflexión sobre la relación que nos une a esas personas, recordar qué nos hace quererlas tanto, no es más que amor y por lo tanto sus sufrimientos y su alegría es la misma que la nuestra, si ellos sufren, sufrimos y si ellos gozan, gozamos.

 

Segundo, que nos sentimos atacados en nuestra seguridad y cuando la cosa se pone fea, sólo pensar en “claudicar” hace que nos cuestionemos a nosotros mismos. No somos capaces de abstraernos del argumento o del contenido para tener una visión más amplia que tenga en cuenta nuestros sentimientos hacia la persona que tenemos enfrente y de lo que estamos provocando con lo que decimos, del daño que infligimos. Sólo pensamos en nosotros y en cómo nos sentimos.

Tercero, que cualquiera de las vías por las que solemos transitar en las discusiones, tanto el silencio como la violencia, tienen consecuencias no deseadas para todos.

 

Unas pautas que podemos seguir este verano para conservar nuestra tranquilidad en cualquier relación, son :

  • Ser conscientes, no sólo del contenido de lo que estamos diciendo, sino de las condiciones en las que lo hacemos.
  • Darnos cuenta de cuándo la cosa se pone seria y evitar continuar.
  • Tener en cuenta la seguridad de los que nos rodean y no torpedeársela.
  • Observar si se mueven hacia la violencia o hacia el silencio como estrategia personal.
  • Observar nuestra reacción en situaciones de estrés.

 

Seguramente tras una discusión o antes de empezar siempre pienses que la culpa es del otro, y que es un _______, pero éste seguro que pensará lo mismo de ti.

¿Y si tuvieses el poder de evitarlas?, ¿lo harías?

¡¡Empieza!!

foto:asociacioneducar

El menú de tu contestador

menu

 

 

¿Qué opciones tiene el menú de «tu contestador»?, no, no me refiero al de tu teléfono, me refiero al tuyo, te pregunto por la forma en que tienes de contestar: ¿eres automático?, ¿tienes alternativas?, ¿lo haces conscientemente?, ¿escuchas antes?

Una de las habilidades que más útil te puede resultar, tanto para tu vida  como para tu trabajo  y de la que depende al 100%  que tus contestaciones sean las idóneas, es la de escuchar.

Al igual que es una de las más útiles, es  difícil  de encontrar y  también es  a la que más cuesta habituarse. La mayoría estamos acostumbrados a hablar y hablar sin parar, con discursos elaborados y automáticos  que no tienen en cuenta las peculiaridades de la otra persona, ni del tema, que no requieren mucha reflexión en el momento y por lo tanto están llenos de interpretaciones y suposiciones que hacemos sobre todos los elementos, sin más.

En muchos casos este hábito se debe a la relación estresante que tenemos con el silencio. A veces malinterpretamos que si tardamos en contestar, se debe a falta de reflejos o  de información y conocimiento. En lugar de comprobar  si hemos estado atentos a la conversación y  hemos escuchado con interés -que será cuando comprobemos que antes de decir nada, necesitaremos preguntar para completar el mensaje a la vez que mostramos interés por la otra persona- esa embarazosa situación, nos hará interrumpir, apostillar o hablar sin porqué.

En otros casos contestamos pensando sólo en nosotros mismos, en parecer graciosos, ocurrentes, irónicos, inteligentes y soltamos la primera  alambicada inoportunidad que se nos ocurre con esa intención. No teniendo en cuenta que el daño que hayamos podido provocar en la otra persona además de gratuito es difícilmente reparable, con lo que no sólo nos hemos conseguido nuestra finalidad sino que hemos recorrido largo trecho en contra. Lo mismo ocurre cuando minusvaloramos a los demás y pensando en que no nos van a aportar nada, nos empeñamos en ilustrarles constantemente, haciéndoselo notar. Si quieres animarte tú, anima a los demás, te será más rentable.

Una opción más consiste en contestar lo primero que se nos pasa por la cabeza, arrojando sobre nuestro interlocutor todas las emociones de las que somos víctimas, sin reparar en que nuestro estado de ánimo apenas tiene algo que ver con el tema que se trata o con quién se trata. Esa falta de consciencia también hará que los demás acaben etiquetándonos, como unos huraños y gruñones impenitentes.

Si realmente quieres mejorar tu dispositivo tendrás que empezar por concentrarte en escuchar mejor a los demás, en pensar que todo el mundo te puede aportar una perspectiva interesante en tu desarrollo, preguntarles e informarte sobre lo que te están contando, lo que les preocupa, hacer esto no sólo con el oído sino poner todos tus sentidos en ello, para poder leer el lenguaje corporal, el tono, los gestos y finalmente cuando vayas a contestar, piensa si lo que vas a decir merece la pena.

Cuáles han sido hasta ahora las opciones de tu contestador automático y cuáles serán a partir de hoy? 😉

 

Abróchense los cinturones

cinturon

 

Si sólo dependiese de que fuésemos buenos y eficientes en un trabajo, muchos no tendrían de qué preocuparse pero desde que las matemáticas y los números que arrojan las empresas pesan más que la meritocracia, esto ya no es un seguro para nadie.

En poco tiempo nos hemos tenido que acostumbrar a esto, a que balances y accionistas se antepongan a cualquier otra cuestión en aras de la gestión y aunque siguen existiendo personas que creen que su mayor seguridad depende de un trabajo indefinido por cuenta ajena, el escenario ya no es el mismo. Es hora de que dejemos de  poner todas nuestras expectativas en  ello.

Cuando me refiero a esto, no quiero decir que esté en contra de trabajar para otros y que crea que la panacea es tener tu propio negocio, a lo que me refiero es a que debes estar seguro que ser un recurso humano atractivo en cualquier momento para cualquier empleador y no poner todas tus expectativas en tu actual trabajo o en tu jefe. Él igual que tú, aunque en otro rango, la mayoría de las veces también es un empleado y puede que pronto esté en la misma situación que tú.

Es cierto que todavía pesa en nuestra mentalidad que los trabajos deben ser para toda la vida y que en su mayor parte, esto depende de ti. De ahí que haya muchas personas que aguanten en trabajos que odian por vislumbrar un futuro aún más oscuro fuera de él. Pues he de decirles que una de las causas de padecer la mayor parte de las enfermedades nerviosas y de corazón es esa precisamente, aguantar en un trabajo que no te gusta y al que le dedicas muchas horas. Aunque tú sabrás si te merece la pena esto para seguir en tu carrera hacia conseguir más cosas materiales, sí que me gustaría trasladarte una sugerencia.

 ¿Por qué en lugar de apostar todo a tu jefe, no  amplías tu cinturón de seguridad, fuera del que todo te da más miedo y desarrollas tus dotes de empatía y comunicación con tus compañeros y compañeras o incluso lo expandes más allá de tu departamento o área? Tener este círculo construido con una base cimentada de confianza y entendimiento, no sólo te va ayudar basándote en el viejo adagio de “la unión hace la fuerza” sino que el poder compartir con ellos con libertad tus preocupaciones y alegrías hará que tú trabajo sea menos tedioso y más potenciador de tus habilidades.

Seguramente serán ellos los que mejor entiendan tu situación  y en el caso de que  dejes de trabajar ahí podrán echarte un cable desde sus posiciones. Solos, estamos condenados a magnificar nuestras penas y a refugiarnos paralizados  en nuestros pesares, cuando de la unión puede salir cualquier otro magnífico proyecto.

Si consigues que este círculo de seguridad sea cada vez mayor, cuando te ocurra alguna cuestión imprevista no te encontrarás solo y eso te ayudará a seguir en un futuro en el que tú eres tu propia  empresa y tu entorno será la incertidumbre.

Procura  ajustarte  tu  cinturón de seguridad lo mínimo  o acabarás no pudiendo respirar.

¿Qué reconoces?

reconocimiento

Recuerdas cuándo fue la última vez que reconociste a alguien lo bien que hacía algo, lo bueno que era en esa actividad, lo acertado que había estado en ese comentario o las habilidades que tiene para algo.

Es cierto que el reconocimiento es un valor que parte de una referencia externa principal y un control propio mucho menor. Podemos merecernos el reconocimiento y no obtenerlo. Por lo tanto no es una cuestión que nos pueda preocupar en demasía puesto que a pesar de poder de esforzarnos por conseguirlo siempre está en la otra persona el hacerlo. Si estamos excesivamente pendientes de él o basamos en éste parte de nuestra evaluación pondremos nuestra autoestima en manos de otro.

Pero en este tema es precisamente la otra vertiente la que quiero tratar. La del «reconocedor». Hace tiempo que escucho, “lo que está bien hecho, bien desarrollado, pensado, ejecutado, se da por hecho que debe ser así, cuando únicamente no es correcto o no da los resultados que se esperaban, es cuando se debe manifestar”.

Privar a las personas de este reconocimiento, dice poco del liderazgo de sus jefes y compañeros,  de su justicia, de su inteligencia emocional, de su seguridad en sí mismos y sobre todo de su contribución al “Principio de Peter” en ese puesto.

El reconocimiento es parte muy importante del crecimiento de las personas, de su éxito, llena los espacios de incertidumbre con empoderamiento. Hace que los equipos mejoren sus tareas, su comunicación y su confianza. Hace que los feedback que no son tan positivos sean admitidos y aceptados como un impulso generoso de mejora.

¿Cuántas veces tu estado interno hubiese sido distinto si hubieses obtenido ese reconocimiento de tu jefe?, ¿cómo habría sido ese día?, ¿qué disposición tendrías para nuevos retos?, ¿para innovar y tomar responsabilidades?

Nunca se puede estar tan ocupado como para no reconocer el trabajo, el esfuerzo y las habilidades de los que te rodean y ponerlo de manifiesto.

Al principio te sentirás raro o incómodo haciéndolo ya que la falta de práctica te avisará de que necesitas hábito. Lo importante es que seas capaz de entender las posibilidades que se abren ante ti cuando mejoras tu ambiente, te preocupas por los demás y los haces sentirse importante.

Además por qué quedarse en el trabajo, si lo puedes trasladar a todos los ámbitos de tu vida.

Te propongo para empezar una práctica de Marshall Goldsmith:

• Haz una lista de todos los grupos importantes que hay en tu vida: familia, amigos, empleados, jefes, clientes…
• Escribe en cada grupo los nombres de las personas más importantes.
• Dos veces a la semana, elige unos días concretos y agéndalos, revisa las listas de nombres y pregúntate: ¿ha hecho alguien de estas listas algo que deba reconocer?
• Si la respuesta es SI, hazlo, envía un correo, haz una llamada de teléfono, deja una nota. Si la respuesta es NO, déjalo para otro día. No se trata de ser pelota.

Haz lo que te gusta que te hagan a ti. Si quieres reconocimiento, reconoce.

¡Buen fin de semana!

foto:reconocimientoprofesional