
Bailar dentro y fuera de una discoteca, cantar dentro y fuera de un karaoke, disfrazarte en una fiesta o vestir diferente, contar un chiste sin gracia, tocar un instrumento delante de alguien, participar en una competición, montar un negocio, una organización, hablar inglés con cualquiera, hacer todo eso que deseas y no atreves. ¿Qué importancia tiene?
El miedo al “qué dirán”, “al ridículo”, la obsesión por hacerlo perfecto, por no mostrarlo hasta que consigas que parezca que no te cuesta, que no lleva esfuerzo. La preocupación por no saber qué opinarán, o cómo juzgarán los demás nuestras acciones, movimientos, resultados, frases puede hacer que cualquiera de nosotros con su increíble potencial se quede en uno más del montón.
Me encanta ver cómo ahora todos los pequeños tienen la oportunidad de dar clases de teatro, de danza, de música y tener acceso a tener una relación fluida y normal con su cuerpo, con sus habilidades, con su desarrollo físico y mostrarlo en público, haciendo caso omiso a sus miedos, sin ese ego tan acrecentado que tenemos los demás y que nos impide no sólo ser nosotros, sino ser felices.
Si para algo es necesario librase de esto es para ser emprendedor, da igual si es en política, en la empresa, en tu barrio o en tu grupo de amigos. Ser capaz de entender que, complacer a todo el mundo es un planteamiento básico de la infelicidad y que no tiene que ver con éxito, es fundamental.
Pensar y reconocer que muchos de los que hoy son gurús en sus áreas de desarrollo, a alguien le parecieron no dignos de mención, de empleo o de tener en cuenta en su día, puede que te haga plantearte dos vertientes, una la fácil, la que afirma que tuvieron suerte, de manera que le quitas todo protagonismo a la persona y dos, la que sabe que son muy pocos los que soportan la presión de tener que luchar, recabar durante algún tiempo resultados no queridos, los que perseveran a pesar de lo que opinen los demás, quienes que no arriesgan y viven a expensas del azar.
¿Son esos que te juzgan y critican quienes te van a ayudar a triunfar?, ¿son ellos los que pueden estar orgullosos de su legado?. ¿son ellos los depositarios de tu felicidad y tu confianza, en quienes piensas cuando decides rendirte?
¿Qué es lo peor que podría pasar si los resultados no son los que esperas?, ¿qué problema tienes con revisar, analizar, modificar y seguir?, ¿prefieres ser del montón?, ¿rendirte?
Hace tiempo que reflexiono sobre las diferencias que existen entre nuestro espíritu emprendedor y el de los países que son punteros en esto. Mientras nosotros pensamos en el “qué dirán”, ellos ya están en el “mira cómo lo hago”.
Minimizar en espacio y tiempo que existe entre lo que pensamos y su puesta en marcha, dividiéndolo en pequeñas tareas diarias factibles, marca la diferencia.
Cuanto más tiempo transcurra, más testigos y vigilantes imaginarios tendremos, más excusas que razones, además escucharemos, seguro ampliado, a aquellos que nos desaniman por encima de quienes nos alientan. Haciendo de nuestra simple tarea una épica hazaña.
¿Qué dirán?.¡Y a quién le importa!
Serán ellos felices por ti, vivirán y llevarán a cabo tu sueños por ti, se divertirán y reirán por ti también.
¿Cuántas cosas estás dejando de hacer por lo que digan de ti?
¿Cuántas experiencias te quieres perder por poner todo tu confianza y tu seguridad en el exterior?
¿Qué es lo peor que puede pasar, que se rían, que murmuren? ¿ y si no lo haces evitarás de cualquier forma todo esto?
Da un paso al frente y empieza a reírte tú de ti mismo, así no te sorprenderá que otros se sumen.
Si dicen que digan, por cierto, ¿Quiénes?
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