
No puedo dejar pasar la ocasión de una nueva campaña electoral para hacer una reflexión sobre los atávicos e improductivos métodos que seguimos utilizando en los debates entre candidatos, para convencernos o unos a otros, o al votante, en el mejor de los casos, o mejor dicho, para sólo vencer al adversario.
En realidad no distan mucho de las estrategias que utilizamos en las discusiones laborales, familiares y entre amigos, por lo que tener razón es, en las discusiones, nuestra finalidad absoluta.
Quiero aportar este texto del genial Freddy Koffman en su libro “Metamanagment” porque es la mejor forma que he encontrado para explicar el proceso:
“Exponer en forma improductiva
El modo tradicional de exponer está basado en la guerra y en los deportes competitivos. La conversación es un juego de suma cero, mi triunfo es la derrota de mi oponente y viceversa. No hay espacio para trabajar juntos, cambiar las reglas, disolver restricciones, inventar nuevas opciones o crear valor. La estrategia principal es quitarle poder al otro. De la misma forma, la estrategia principal del otro es quitarle poder a uno. Ya que sólo hay una cantidad fija de «razón», cuanta más uno tenga, menos tendrá el otro y cuánta más tenga el otro, menos tendrá uno. En una conversación así, la manera de obtener poder (razón) es argumentar por la idea propia y socavar las ideas de los demás.
En realidad, lo que está en juego no es la razón, sino la autoestima y la imagen pública de los interlocutores contrincantes. Cada uno cree que su valor personal aumenta cuando «gana» y disminuye cuando «pierde»; por lo tanto, no hay posibilidad de cooperar. La premisa en la mente de quienes operan de acuerdo con este modelo es: «Necesito prevalecer para demostrarle al mundo que tengo razón y que, en consecuencia, soy valioso.
Tengo todos los datos necesarios y mis opiniones son las únicas razonables. Mis conclusiones son ineludibles, ya que mi lógica es perfecta. He considerado todas las posibilidades y he elegido la mejor. Cualquiera que esté en desacuerdo conmigo está en contra del objetivo y tiene intenciones ocultas. Mi trabajo es convencer a los demás de que actúen en la forma correcta (la que yo propongo), de modo tal que todos reconozcan que soy yo quien tiene razón». Este modelo afirma que sólo es posible ganar individualmente. La conversación es una contienda para probar quién vale más (es más inteligente, tiene más poder, está más informado, etc.).
Algunas estrategias del exponer improductivo son:
- presentar opiniones como si fueran hechos comprobados;
- no explicar ni revelar razonamientos que justifiquen la opinión;
- no dar ejemplos ni ilustrar en forma práctica el significado de la opinión;
- no exponer dudas ni revelar áreas de inseguridad o ignorancia;
- evitar preguntas y objeciones;
- argumentar que la opinión propia es la única razonable;
- hablar más que escuchar, interrumpir a los demás;
- demoler los argumentos de los otros.
- impiden que los demás comprendan la posición de uno;
- dañan los vínculos entre las personas;
- dificultan el descubrimiento y la resolución de los problemas sistémicos;
- crean resentimiento y resignación;
- destruyen la efectividad colectiva;
- generan una severa desventaja competitiva para la organización.”
Quienes hayan acudido a algún debate o discusión, sido telespectador u oyente podrán comprobar cómo siguen esta escaleta al dedillo.
Para hablar de temas que requieren sosiego, perspectiva y reflexión se utilizan un par de minutos en los que dónde miras, tu tono de voz, tu posición, y lo determinante que parezcas son los ingredientes para que tu parroquia te aplauda diciendo que has ganado.
Da igual si no has entendido lo que la otra persona quiso decir, si tienes la suficiente habilidad para interpretarlo fuera de tu modo de pensar, si puedes leer entre líneas el mensaje, si a lo mejor convendría repreguntar para asegurar, da exactamente igual. Lo importante es lo que parezca y no lo que sea para poder exportar viralmente, en función del número de tus seguidores, tu versión del combate en la red.
Como es cuestión de tener la razón y de autoestima personal, y la ciudad y sus ciudadanos no tienen mucho que ver, lo importante es como vendas el resultado.
El objetivo no es entender a los demás sino abatir, rebatir, combatir, aplastar. Todo muy constructivo, ¿verdad?
Lo que a nadie le importa es cómo quedan esas maltrechas autoestimas y egos, tocados para futuros acuerdos, colaboraciones y conversaciones que vayan más allá de sus limitadas personas y se remitan a proyectos y colaboraciones.
Tener la razón se convierte en un asunto de estado como si las trayectorias vitales de los que debaten fuesen una recopilación de la infinita casuística vital. Como si sus visiones fuesen tan magníficas y completas que merecen no sólo estandarización, sino exportación e imposición.
No nos escuchamos cómo hablamos, generalizamos opiniones personales como si fuesen dogmas para tener razón. Hablamos en imperativo, de nuestra realidad como la única, somos autocomplacientes y excesivamente críticos con lo demás y sus observaciones. Nos oponemos sin ni siquiera escuchar, es más, a veces tenemos tan interiorizada la etiqueta de que “es el enemigo” que su sola presencia nos impide escucharle como automatismo y sólo pensamos en responder.
Sé que con los ánimos tan encendidos es prácticamente imposible entender que éste no es el camino ahora, a escasos días de las elecciones nadie ve otra estrategia y además a nadie le interesa.
Pero yo me comprometo, en mi vida personal a cambiar y a seguir los consejos de Koffman, comenzando por observar como mínimo estos planteamientos :
Pensar es infinitamente más veloz que hablar. Es imposible revelar todo lo que se piensa. Por eso es necesario encontrar formas operativas de compartir datos, razonamientos, perspectivas, intenciones, objetivos y preocupaciones. Lo primero es determinar en qué circunstancias vale la pena profundizar y hacer explícitos los razonamientos. Explicar todo lo que uno dice, en todo momento, haría imposible conversar. No explicar nada, en ninguna situación, hace imposible comprender.
“Exponer con humildad y respeto considerando las posiciones alternativas no debilita el argumento; lo re-orienta desde el control unilateral hacia el aprendizaje mutuo. En vez de operar sosteniendo que «yo estoy en lo correcto y los demás están equivocados», el exponer productivo se basa en creer que «yo veo la situación desde mi perspectiva limitada y sujeta a error”. Por eso quiero exponer mis observaciones, pensamientos, preocupaciones, intereses, y conocer las reacciones de los demás, juntos podemos crear un resultado más efectivo».
¿Te atreves a crecer? 😉
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