Me encanta el concepto porque cada vez que lo escucho me recuerdo a mi misma que no soy tan importante y que seguramente aprenderé más escuchando que hablando.
Casi todos tenemos un familiar, un amigo, un compañero de trabajo que cada vez que alguien cuenta alguna anécdota, ha vivido una experiencia o simplemente se dispone a contar su fin de semana o una idea que ha tenido, otra persona escucha los primeros minutos para a continuación y sin mostrar el más mínimo interés, ni respeto por quien estaba hablando se abalanza sobre el tema para contar alguna historia similar en la que él era protagonista o conoce a alguien que en situaciones parecidas hizo esto o lo otro.
Ni siquiera se da cuenta de lo atónita que está la persona que estaba contando la historia, sentirse importante, hablar de sí mismo, hacerse el protagonista está por encima de cualquier otra cuestión. Hablamos sin escucharnos los unos a los otros de ahí que luego supongamos, no entendamos o erremos.
Esta simple acción a la que habitualmente somos adictos deja claro que mientras la otra persona hablaba, no estábamos escuchando sino buscando en nuestra mente qué decir para no desmerecer menos atención.
Siendo una práctica habitual también es un hábito que hace que las personas rechacen estar contigo puesto que en ningún momento se te ha pasado por la cabeza darles el protagonismo, no sólo que merecen sino el necesario para que a ti también te escuchen.
Conversaciones como “ una vez que fui de viaje a Roma me encontré con un compañero de clase” abruptamente interrumpida por “ ah yo también estuve en Roma y nos hizo mal tiempo” o “ yo también me encontré con un compañero en un viaje a no sé donde..:” llegan a ser habituales en algunos grupos.
Cierto es que escuchar es una habilidad escasa y de personas bastante trabajadas en el autocontrol y otras habilidades sociales a las que muchos no estamos acostumbrados pero entre no escuchar y escuchar para a continuación hacerte protagonista de la historia, no sé qué preferiría.
«El arte de escuchar no consiste en estar de acuerdo, sino en comprender profunda y completamente a la otra persona, tanto emocional como intelectualmente.»
Activa esta alerta en tu cerebro y verás qué efecto tiene tanto en ti como en los demás.Proponte el reto de no hacerlo.
Lejos de verte como una persona de recursos acabarán etiquetándote como un «narciso» con el que no se puede hablar.