
Cuando resumo y cuento mi trayectoria vital en estos últimos tres años, la cantidad de cambios que ha sufrido y como me he ido adaptando, confirmo más mi pasión por el cambio. A medida que he ido saliendo de rutinas y estereotipos, rompiendo creencias y “comodidades”, me he sentido más libre y la creatividad y la alegría son ahora, fieles compañeras.
Nunca había sido tan consciente del símil de la “Rueda del Hámster” en la que estamos inmersos, nunca tanto como ahora. Los quebraderos de cabeza, miedos y críticas que supone el hecho de ser diferente, de no caer en la trampa de “tener que”.
Entre nuestra familia, amigos, colegio, trabajo, estructuramos nuestra mente como si estudiar, “colocarse” en un trabajo fijo en lo que sea, casarse, tener hijos y jubilarse, fuese el sumun de la vida. Cuando la mayor analogía la encuentro en el gusano que hecho capullo con la promesa de convertirse en mariposa, se enreda y enreda en su hilo, y finalmente cuando piensa y quiere salir,ya es demasiado tarde.
Ahora incluso el mantra imperante es estudiar lo que demanda el mercado, como si uno pudiese pasarse más de doce horas trabajando y encima en algo que no es su pasión, por el “mercado”. No sólo eso también tenemos que aceptar sus condiciones y si no, nos amenaza con dejarnos tirados cuando más lo necesitemos.
No os cansáis de ser amenazados con el miedo, a ser mayores, a no tener trabajo fijo, a no tener jubilación, a no tener sanidad. A diferencia de ser ilusionados con la posibilidad de encontrar un sistema mejor, ser mejor personas y tener un objetivo común. Yo no tengo miedo.
La última es el estrés formativo en quienes están sin trabajo, la sensación que tienen muchos es que necesitan más formación. Por favor, tendrían que ver sus currículum. Imposible condensar tanto máster en tan poco espacio, y aún así, la escasez de oportunidades esparcida por el ambiente les hace dudar de sus capacidades. Siempre les falta algo, cuándo será suficiente para ese supuesto puestazo fijo que imaginamos, o ya ni eso, algún trabajo “decente” en el que él, quién menos cobra y más trabaja, sea el más formado.
Tengo, tenemos posibilidades, todos, podemos seguir viviendo atenazados por la escasez y el temor o podemos poner esas energías al servicio del cambio que queremos ver, empezando por nosotros mismos. Si cambiamos por dentro, todo cambiará.
Yo lo he hecho, a través del coaching, acompaño a las personas en sus cambios, si son buenas, quieren ser mejores, si ya son los mejores, quieren ser excelentes.
Son conscientes de que su vida depende de ellos, de sus decisiones, de su actitud, de sus creencias, muchas de las cuales son limitantes y les perjudican.
Empiezan animados por un amigo que lo hizo, con el pensamiento de “yo no necesito eso” y “ yo en esto, no creo” y acaban los procesos sintiéndose responsables de su propio destino y con el necesario conocimiento de ellos mismos y de sus actitudes, como para tener la vida que desean y sentirse poderosos. Pero éste ya es otro nivel de desarrollo. No todo el mundo puede ser cliente de coaching.
Personalmente, siempre me ha interesado el cambio en todas sus vertientes. Que todos los días, además de serlo, parezcan diferentes. Esto en mí, ha sido casi una obsesión, escenificarlo un entrenamiento para mantener la perspectiva de un día nuevo en que sale “otro sol”. Otro día de oportunidades que se inicia ante mis ojos. Cambio de comida, da igual lo que sea, pero diferente, de ropa, me da igual quién sea su propietario o su procedencia, de ruta con el coche, corriendo, de libro, de peinado, de saludo, de todo lo que puedo.
Así consigo varios objetivos: diferenciar los días y renovar las ilusiones, estar atenta a las nuevas oportunidades, trabajo la imaginación, buscando las alternativas, aprendo algo nuevo y hago que mi cerebro no se acostumbre a ninguna rutina, obligándole a entrenar, haciendo conexiones nuevas continuamente.
Me he acostumbrado con estos pequeños hábitos a vivir con algo de incertidumbre, en el ahora, concentrándome en lo que estoy haciendo y en no crearme ansiedad innecesaria pensando en el futuro, ni generando nostalgia endulzando el pasado.
Cada vez que mi charleta mental, toma la iniciativa y me tienta con este tipo de pensamientos negativos adictivos, me hago consciente de dónde estoy y cómo. Me centro primero en mi respiración y la acompaso con el pensamiento, después analizo qué estoy haciendo y para qué y si puedo hacerlo mejor, cómo.
Me he descubierto en numerosas ocasiones acelerada por la película que estaba viendo, encantada con una música determinada, disfrutando de la conducción, conectada en mis sesiones… Ahora soy capaz de prever cómo reaccionar y me da menos miedo todo.
Yo, he conseguido bajarme de la rueda.
De ti depende que lo hagas tú. Al menos, cuestionas la lógica imperante…
Foto: Hamster Wiki
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