«Destruye el muro entre el éxito y tú «

muro

 

Una de las cuestiones por las que perdemos más oportunidades de tener éxito en nuestra aventura vital es el miedo al rechazo.

 Todas esas conversaciones que mantenemos con nosotros mismos en nuestro interior, en  las que nos preguntamos y respondemos con malos augurios e insolentes pláticas. Ésas, son las que nos hacen no tener los suficientes arrestos para conseguir aquello que queremos y construyen  un muro alrededor de nosotros.

 Cuestiones como pedir un ascenso, aumento de sueldo, más responsabilidad, conseguir feedback, vender nuestros productos, tener más clientes, más amigos, mejores relaciones,  incluso conseguir que la pareja soñada nos preste atención, se hacen imposibles porque, principalmente, la persecución de estos objetivos se circunscribe sólo y exclusivamente  a nuestra mente y es sólo ahí donde  tiene lugar.

 En nuestra mente es donde imaginamos, cual quijotes, que nuestras peticiones se convierten en grandes gigantes que nos miran amenazantes con la intención de amedrentarnos y en nuestro caso consiguen, que con la “certeza” de no poder lograrlo sigamos nuestra anodina existencia acomodándonos a lo que «nos viene dado», con el consiguiente castigo mental.

Si repasamos muchas de las historias de éxito y resiliencia  de grandes héroes cotidianos, uno de sus consejos principales es acostumbrarse a que no puedes gustar a todo el mundo,  a que las personas rechazan tu petición o tu producto por muchas otras cuestiones que no tienen que ver contigo y perseverar, hacerte fuerte y no rendirte, es el músculo que más te interesa fortalecer.

Si tú piensas por ejemplo en la última persona a la que le dijiste que no, seguramente comprobarás que apenas la conocías, que ni siquiera la escuchaste, seguro que para no tener que plantearte su propuesta o que una vez que te trasladó la oferta,  no te interesó por diferentes opciones tanto emocionales, no estabas de humor o dispuesto para esas cuestiones en ese momento, como prosaicas, no tenías dinero.

En primer lugar tendrás que trazar un plan para hacer que esas conversaciones pendientes tengan lugar fuera de ti, con la persona o personas que te interesen, dejando bien claro lo que quieres transmitir y asegurándote que la persona a quien te diriges, ha entendido lo que querías exponer.

A partir de ahí, habiendo puesto todo tu empeño, tu cuota de control sobre la respuesta disminuirá y entonces tendrás que estar preparado para cualquier respuesta, positiva o negativa o simplemente otra que no has contemplado. 

Si no eres capaz de ser resiliente y de transformar esas negativas en aprendizajes y deslindarlas de tu propia persona acabarás admitiendo que todas ellas son una colección que te recuerda tus propios fracasos y empezarás a minar tu autoestima cuestionándote a ti mismo.

 Puedo contar mi propia experiencia, cuando fruto de un aprendizaje sobre el trabajo de los voluntarios en las campañas electorales norteamericanas que iban a casa de los posibles votantes para pedirles el voto y explicarles sus propuestas, nosotros  decidimos hacerlo en nuestro municipio.

 Lo que empezó siendo una tortura mental por el miedo a que ni siquiera nos abriesen la puerta, se convirtió en un genial aprendizaje que me hizo perder el miedo al rechazo y empeñarme en lo que quiero. Siempre he pensado que el ejemplo era mi mejor aliado así que era mi responsabilidad comandar la expedición.

 Hubo quien no nos abrió la puerta, quien nos abrió y no nos atendió, quien sí lo hizo muy amablemente, que fue la gran mayoría, quien nos trasladó sus negativas opiniones sobre los políticos, quien nos culpó de todos los males de la Humanidad, pero aún así, conseguimos visitar casi 5000 hogares.

Si en el primer momento que me hubiesen dicho que no, lo hubiese dejado, me hubiese rendido, habría empezado a cuestionarme a mí misma. No hacerlo me ha permitido tener esa perspectiva ganadora que valora la perseverancia porque a lo mejor no era el momento, no estaban de humor, no tenían tiempo para eso, asumimos mensajes que no eran para nosotros, era una forma de mostrar su disconformidad con la política. Miles de cuestiones que no tenían nada que ver con lo que soy.

A partir de entonces para mí sólo cuenta no rendirme. soy consciente de que cualquier paso atrás es construir mi muro. Ahora sé que el fracaso sólo está en la mente de quien no hace nada y permanece en la mente del que tampoco aprende nada de él.

Tu galería de emociones

camara

 

 

Gracias a mi móvil he encontrado un entretenimiento que no sé en qué momento, se transformó en   necesidad y pasión, la fotografía.

Buscar un lugar, una persona, un encuadre, una luz, querer captar un momento, un gesto, es algo que me entusiasma, me motiva y me alegra.

Gracias a mis amigos ahora puedo hacerlo además con una estupenda cámara reflex, que además me  implica tener que aprender cosas nuevas, interesarme por otras cuestiones y poner mi cerebro a trabajar.

Todo esto no sería posible además, sin que, hace ya muchos meses, me hubiese propuesto entrenarme en  ser más observadora.

Trabajar esta habilidad me está ayudando a ser consciente de muchas cuestiones, como poder conocer mejor a las personas, conectar con ellas, leyendo sus gestos, observando sus ademanes y dándoles la importancia que tienen, muchas veces por encima de nuestras propias palabras o articulados y automáticos mensajes.

Ser un espectador de la vida, a veces, tiene un sentido más allá de permanecer inactivo y para mí ha supuesto darme cuenta del tiempo que perdemos en cuestiones negativas y que lejos de ayudarnos a seguir, nos estancan y atan a esas perjudiciales emociones.  Estoy aprendiendo a  darle más importancia a llenar el tiempo con lo que quiero, con quienes quiero,  a darle vida a cada minuto,  para no tener que lamentarme tarde de no haberlo hecho.

También me hace salir de mí misma de mis pensamientos y tribulaciones, aparcar ese ser tan importante con el que convivo,  para poder vivir las emociones de los demás y poder compartirlas con ellos. Minimizando así esas horribles premoniciones con las que nos traicionamos a veces, que sólo ocurren en mi cabeza y que  apenas se cumplen, haciéndome padecer sin razón y  que ahora consigo relativizar y cuestionar.

A través de lo que observo y busco conscientemente para fotografiar, imagino  qué emociones podrán producir, tanto en los demás, como en mí  y cuántas me transportarán a ese momento al poder volver sobre ellas, una y otra vez.

Igual que a mí las fotografías me son útiles, cada una para recordarme un momento que me provoca emociones positivas, os propongo que a partir de ahora, de vez en cuando, hagáis una foto  conscientemente para recordar ese momento y  la llenéis  con más sensaciones. Ponedle una música que os evoque esos mismos sentimientos y asociarla a algún olor, sabor o tacto que trabaje en el mismo sentido.

Si conseguís tener una galería llena de fotos con «muchos sentidos», tendréis una almacén de emociones en vuestras propias manos, accesible para esos momentos en los que vuestro estado interior necesite un empujón extra para seros útil.

 

Opiniones navideñas

reunionesnavideñas

 

Se acercan las Navidades y las reuniones familiares. A veces no estamos acostumbrados  a compartir tanto tiempo con la familia y en otras ocasiones, son estas fechas las únicas que nos reunen, por lo tanto, de año en año vamos almacenando emociones de todo tipo asociadas a las personas que vemos tan poco, hasta hacerlas idénticas a las etiquetas que les hemos puesto desde  hace años, sin apenas cuestionarlas.

Una gran ayuda para combatir ese efecto es estar prevenido frente a estos mecanismos automáticos que hacen que, de una opinión inoportuna o desafortunada, pensemos que una persona es así o asá, sin darle una nueva  oportunidad.

Si por algo parece que reconocemos estas fechas es por el ambiente que promueven de generosidad y bondad, a pesar de que a más de uno les parezca caramelizar forzosamente unos días del año, ese espíritu puede ser el que nos ayude a mejorar nuestras relaciones familiares, algo que abundará en nuestra seguridad y confianza personal al poder extrapolarlo a nuestra vida cotidiana y laboral.

Recordar la diferencia que hay entre las observaciones y las opiniones, esto es lo que nos ayudará enormemente a no destruir nuestra felicidad, ni nuestra paz interior en estas fechas.

Las observaciones son hechos que se sostienen y comprueban por sí solos y se diferencian por esto de las opiniones que son juicios  que emitimos las personas, conforme a nuestra experiencia. A veces vertimos opiniones como si fuesen hechos irrefutables y esto produce un efecto decisivo en nuestro interlocutor, haciendo que empiece una discusión por cualquier frivolidad.

Seguro que con este simple ejemplo lo podemos entender, si yo digo “hace frío debemos subir la calefacción”, otro persona puede refutar esa opinión diciendo que “hay 23 grados, no puedes tener frío”. Esa simple introducción que parece inocua puede derivar en una conversación crucial que fastidie toda una noche al poder derivar en pensar que alguien quien imponer su criterio, en qué es lo que creemos que es cada uno, en qué gasta el dinero, en fin… en virtudes y  defectos que se convierten en una batalla campal, a cuenta de una simple opinión. Sin entender que el hecho es que “hace 23 grados” y a esa temperatura unos tienen frío y otros, calor, algo que depende  de múltiples variables, de si se está en movimiento, más o menos abrigado, alimentado…

Si conseguimos distinguir entre lo que es una opinión y lo que es observable podemos entender que lo primero es una cuestión exclusiva de la persona con su propia autoria, una interpretación personal que nada tiene que ver con nosotros o con querer ofendernos o molestarnos, es simplemente fruto de su análisis con los recursos que posea, que pueden ser más o  menos pero casi siempre distintos a los nuestros.

Muchas de estas opiniones que vertimos son automáticas y por lo tanto inconscientes, no nos damos ni cuenta de que entre nuestro público, hay personas a las que sin querer podamos aludir. Además lo escondemos con frases impersonales para no ser responsables de la opinión, no decimos “yo tengo frío” que sería lo correcto, sino «hace frío». Muchas de estas opiniones se convierten en juicios tóxicos. No añaden ni aportan nada, sólo molestan.

El no hacerlos, supone que pensamos antes de hablar. Reflexionar sobre si mostrar este tipo de opiniones merece la pena o quizá hacer este análisis previo, puede significar un aprendizaje definitivo en tu persona para saber opinar de forma productiva. Expresando «nuestra verdad», como una opción más, sin imposición y basándola en hechos que tampoco son definitivos para tener razón.

Además para que una opinión produzca un efecto en ti tienes que autorizar al emisor para que su evaluación te afecte. Ese es el momento  en el que va a hacer entrada tu espíritu navideño, encontrando mil razones por las que ese familiar tuyo ha hecho esa apreciación y por cuántas razones no te va a afectar, ni a tu humor,  ni a tu opinión sobre él. Si cambias tu actitud hacia él, cambiará la suya hacia ti.

Rompe el círculo tóxico. Diferénciate. Convierte tus Navidades en un gran aprendizaje.

«Usa altavoz»

altavoz

 

 

Aunque el lunes es un día en el que apetece hablar más de lo entretenidos que hemos pasado el fin de semana que de reuniones y estrategias para afrontarlas, sí que sé que es el mejor día para que os hable de ésta y así os pueda ser de utilidad practicarla.

Una de las cuestiones que más me impactó, de mi primer encuentro con el alemán,  fue la posición de los verbos conjugados en las frases, había que esperar al final o casi de la misma para saber qué hacía el sujeto. Eso que en principio me parecía una complicación, acabó teniendo una parte positiva para mí, para el desarrollo de las conversaciones. La necesidad de escuchar toda la frase, evitaba que fueses interrumpido en los preliminares de tu intervención.

En castellano, sin embargo es casi lo primero que decimos, de esta forma intervenir para modificar, agregar, suponer, lo que otros van a decir o hacer, es una debilidad que, a veces, hace imposibles nuestras reuniones.

Ya sean en los “Consejos de Administración Familiares” o en las reuniones de trabajo, no dejar que las personas hablen con tranquilidad, exponiendo sus argumentos y relacionando temas, es algo bastante cotidiano.

Impide que escuchemos lo que quiere transmitirnos la persona y por lo tanto, evita enriquecer nuestras ideas, además muestra poco respeto por nuestro interlocutor y sus reflexiones. Puede que además coarte la iniciativa de personas para proponer, o que las indisponga frente a nuestra posición por defecto de forma. Tiene tantas implicaciones negativas que verdaderamente hacer un esfuerzo para que esto no ocurra, puede ser definitivo en nuestras estrategias para optimizar el tiempo y el talento.

Lo que hoy os propongo es acordar un “Objeto-altavoz” para cada reunión. Puede ser cualquier cosa que tengamos e identifiquemos como tal, un bolígrafo, un objeto  decorativo, etc. Puede ser siempre el mismo o cambiar si conviene por logística. Este objeto va a tener un poder vinculado a su posesión y es la escucha de todos los demás sin interrupciones. Representa el derecho a expresarse con libertad,eso sí, respetando también el tiempo de los demás. Las instrucciones de uso podéis establecerlas antes, si es necesario que todos intervengan o no, si se puede hablar o pasar, si se puede coger aleatoriamente o si se requiere alguna otra acotación previa.

Esta estrategia permite, ser conscientes al ver el objeto de que escuchar con atención evitará muchos malentendidos, entrenará la paciencia del equipo, el respeto y  la empatía con quien está hablando. Hará que todo el mundo pueda tener su espacio para expresarse, sin miedo a ser interrumpido con opiniones y apostillas  y concentrará la atención de todos en la reunión.

Seguro que si estáis concentrados y conscientes, la reunión durará mucho menos y la productividad será mucho mayor.

Prueba, ¿qué te cuesta?, y si sale bien 😉

“Saber escuchar es el mejor remedio contra la soledad, la locuacidad y la laringitis.” William George Ward

 

¿Desempleado? ¡Actívate!

1474660_793690277360108_4484308302111209250_n

 

El coaching es un proceso para alcanzar las metas y objetivos que te propongas o para indagar sobre los cambios que quieres  hacer en tu vida.

Cuando estamos desempleados, aunque estemos rodeados, nos sentimos un poco solos  en  esta situación que  hace mella en nuestra autoestima y  mueve pilares fundamentales en nuestra  vida. Incluso evitándote que veas oportunidades que pasan cerca de ti y  tengas otras perspectivas.

Te tienes que enfrentar a situaciones familiares y personales nuevas para ti y a emociones negativas que nunca habías tenido antes. Tienes la sensación de no poder manejar la incertidumbre y la inseguridad que son habituales ahora en tu día.

Necesitas ser escuchado,  investigar por ti  mismo, todo eso,  qué es lo que sientes, escuchas y ves  y para qué te sirve.  Si necesitas ayuda, no lo dudes.  Actívate, identifica tus emociones para que tengas  las herramientas necesarias y te enfrentes con fuerza a este reto  y  recuperes la confianza y la seguridad en ti mismo.

El coaching ve las crisis personales como auténticas oportunidades de cambio. No es terapia psicológica, ni trata de resolver ningún trauma, por eso es más rápido que otras disciplinas y seguro que te ayudará.

Mi compromiso social  personal con quienes estén en esta situación es que, este proceso, que en principio sería demasiado costoso para ti, tendrá sólo el valor del 10% de mi tarifa habitual y por lo tanto podrás beneficiarte de él.

Te cuento la mecánica:

Es un proceso que dura entre 8 y 12 sesiones, depende de los avances que vayas haciendo y de lo que quieras trabajar.

 Las sesiones son una vez a la semana y duran  entre una hora y hora y media. Por lo que el proceso se extiende alrededor de dos o tres meses.

 Entre las sesiones tú mismo te propones un Plan de Acción para llevar a cabo la siguiente  semana,  entrenando  nuevas habilidades y  que posteriormente evalúas.

¿Estás harto de estar en casa castigándote?, ¿quieres empezar un nuevo camino?, ¿qué hoy sea un antes y un después en tu vida? . Da el primer paso, ponte en contacto conmigo a través de aruca@arucacoach.me 

Nice to coach you!! 😉

Algunos de quienes han hecho el proceso dicen de él:

«Con ayuda de Aruca durante un proceso de grandes cambios personales y profesionales he logrado canalizar mi potencial y fortalezas.
Las herramientas aprendidas con ella siguen siendo “clave” para estimular mis capacidades y desarrollo en todos los ámbitos de mi vida.
He disfrutado y aprendido mucho en esta fase de metamorfosis.
Coach ….. “ en continua evolución “…… lo recordaré siempre ¡¡¡

 R.M.

«Me sirvió para sentirme más segura, aumentar mi autoestima, reconocer mis defectos, ser más positiva, intentar ser más feliz cada día y por supuesto aprendí técnicas para lograr poco a poco todo esto. Aún me queda mucho por lograr.
Se lo recomendaría a todo el mundo. Y creo que sería muy recomendable para los directores de equipo de cualquier empresa.»

B.V.

«He tenido la suerte de contar con Aruca como coach. Es una profesional íntegra y honesta, que estableció confianza y cercanía desde la primera sesión. Ha sabido escucharme activamente y motivarme, marcándome y ayudándome a planificar unas metas para alcanzar los objetivos planteados. Promueve la autodisciplina y motivación para desarrollar las habilidades personales. Hoy en día no estaría donde estoy de no ser por ella»

A.C.

«Aruca proporciona un servicio de coaching muy interesante,intensivo y metódico basado en la búsqueda de respuestas a las dudas respecto de las capacidades personales y profesionales.Una reorientación en donde como interesado he logrado despejar en gran medida las inquietudes que enmarañan e impiden ver los deseos subyacentes de crecimiento profesional.»

D.P.

Tú, ¿cambias de idea?

idea

 

Me encanta debatir. Algunas personas creen, por mi insistencia, que quiero imponer mis planteamientos cuando pregunto y repregunto, pero nada más lejos de mi intención, lo único que pretendo es indagar en  la perspectiva de los demás y revisar mi proceso lógico para mejorar mi planteamiento y solución.

 Hace tiempo que entendí que lo que pienso es fruto de mis creencias, experiencias, emociones y sentimientos, por lo que de lo que yo veo o intuyo del asunto, es una infinitésima parte de lo que puede ser una realidad vista por muchas más miradas  gestadas en otras miles de circunstancias. No quiero tener razón, quiero ir limpiando mi mente de mis juicios y prejuicios para que pueda llegar a una idea compartida, común, porque sé que es en ese estadio, en el que ganamos todos.

 ¿Qué  cosas he descubierto con esta “afición”?

Hay quien asocia el debate con el conflicto y lo rechaza de entrada, les pone nerviosos, les parece que les hace vulnerables o que es demasiado agresivo y lo evitan.

Hay quien  no escucha, porque insiste una y otra vez en su planteamiento sin referirse a los argumentos del otro y cuando lo haces con los suyos, sintiéndose “acosado” cambia de tema o introduce un elemento disuasorio.

Hay quien no quiere un planteamiento holístico que vaya conectando unas cuestiones con otras y relacionando sus efectos, pero tampoco uno específico en el que haya que darle bastantes vueltas a detalles de la posición propia y a la ajena. Además de no querer reconocer, en algún caso, que en algunas cuestiones, o  no habíamos visto esa perspectiva, o necesitamos un tiempo para pensarlo.

 Cuando uno sabe que no tiene la verdad suprema y que su punto de vista es uno más, se enfrenta mejor a esta indagación a través de la palabra, sin miedos, sin tomarlo personal, sin sentirse mal, acosado, avergonzado o culpable.

 Cuando uno sabe que cambiar de opinión no sólo es sano y saludable, sino que también demuestra que utilizamos  nuestra cabeza para analizar, incorporar y matizar ideas, mejora. Lejos de entenderlo como una falta de seguridad y de confianza, cambiar de idea, significa más fortaleza, integridad y respeto por los otros, fruto del aprendizaje mutuo.

La fuerza, ocurre como con los metales, está más relacionada con la elasticidad y la flexibilidad que con la rigidez. Como decía el dramaturgo noruego Francis Picabla que  “nuestra cabeza es redonda para permitir al pensamiento cambiar de dirección”.

Tú, ¿utilizas tu cabeza?

¿Qué pasa con tu trigo?

trigo

 

 

«Cuenta una  parábola antigua. Y debe ser muy antigua porque en aquellos días Dios acostumbraba a vivir en la tierra.

 “Un día un viejo campesino fue a verle y le dijo: ―Mira, tú debes ser Dios y debes haber creado el mundo, pero hay una cosa que tengo que decirte: No eres un campesino, no conoces ni siquiera el ABC de la agricultura. Tienes algo que aprender.

 Dios dijo: ―¿Cual es tu consejo?

El granjero dijo: Dame un año y déjame que las cosas se hagan como yo quiero y veamos que pasa. La pobreza no existirá más.

 Dios aceptó y le concedió al campesino un año. Naturalmente pidió lo mejor y solo lo mejor: ni tormentas, ni ventarrones, ni peligros para el grano.

 Todo confortable, cómodo y él era muy feliz. El trigo crecía altísimo. Cuando quería sol, había sol; cuando quería lluvia, había tanta lluvia como hiciera falta. Este año todo fue perfecto, matemáticamente perfecto.

 El trigo crecía tan alto….que el granjero fue a ver a Dios y le dijo:¡Mira! esta vez tendremos tanto grano que si la gente no trabaja en diez años, aún así tendremos comida suficiente.

 Pero cuando se recogieron los granos estaban vacíos. El granjero se sorprendió. Le preguntó a Dios :¿Qué pasó, qué  error hubo?.

 Dios dijo: Como no hubo desafío, no hubo conflicto, ni fricción, como tú  evitaste todo lo que era malo, el trigo se volvió impotente.

 Un poco de lucha es imprescindible. Las tormentas, los truenos, los relámpagos, son necesarios, porque sacuden el alma dentro del trigo.

 La noche es tan necesaria como el día y los días de tristeza son tan esenciales como los días de felicidad. A esto se le llama entendimiento. Entendiendo este secreto descubrirás cuán grande es la belleza de la vida, cuanta riqueza llueve sobre ti en todo momento, dejando de sentirte miserable porque las cosas no van de acuerdo con tus deseos.»

 ¿Cuántas veces al día te quejas de algo que deseas que cambie ?

¿Qué está en tu mano cambiar de ello?

 ¿Qué haces para cambiarlo?

¿Cómo afrontas lo que no crees que puedes cambiar?

 ¿Has pensado cómo sería tu vida si  todo lo que deseas se te concediese?

 ¿Qué impacto tendría en ti? y ¿en los demás?

 ¿Con qué condiciones sabes navegar por la vida?

Si lo piensas y «lo entiendes» es difícil que todavía te sientas miserable…

El camino de Chuang Tzu

chuang

 

 “Cuando el arquero dispara gratuitamente, tiene con él toda su habilidad.”

Cuando dispara esperando ganar una hebilla de bronce, ya está algo nervioso.

Cuando dispara para ganar una medalla de oro, se vuelve loco pensando en el premio y pierde la mitad de su habilidad, pues ya no ve un blanco, sino dos.

 Su habilidad no ha cambiado pero el premio lo divide, pues el deseo de ganar le quita la alegría y el disfrute de disparar.

 Quedan apegadas allí, en su habilidad, las energías que necesitaría libres para disparar.

 El deseo del triunfo y el resultado para conseguir el premio se han convertido en enemigos que le roban la visión, la armonía y el goce.”

                                             Pasaje de  “El camino de Chuang Tzu”

Qué cantidad de obstáculos, nosotros mismos nos ponemos en el camino para ralentizar nuestro desarrollo y el disfrute de nuestra actividad.

Pensad en cómo construimos nuestros deseos…de quienes hacemos depender nuestra seguridad, ¿qué parte es reconocimiento externo?

Podéis imaginaros a una flor preocupada por crecer hacia donde alguien la vea, por si tiene buen color, o necesita más fertilizante…o quizá sólo crece.

¿Qué pasa con nuestro arquero?, ¿cuál es nuestro diálogo interior? ¿con quiénes nos comparamos?, ¿a quiénes queremos impresionar?, ¿qué queremos demostrar?

¿Qué nos decimos para paralizarnos?, ¿para no vernos a la altura? ¿Cuál es el nivel al que debemos estar? , ¿quién lo marca?

¿Qué es lo peor que nos podría pasar si dejásemos que simplemente fluyera?

¿Cuántas personas que son líderes naturales y gustan de hablar en público cuando lo tienen que hacer sufren miedo escénico e incluso pánico?

Quienes tocan sus instrumentos en solitario con increíble virtuosismo y cuando tienen que hacerlo ante alguien quedan paralizados.

Me imagino múltiples ocasiones, a quienes les cuesta correr, hablar algún otro idioma, hacerse fotografías, bailar, cantar…te fijas y obsesionas con el objetivo y la carga se hace pesada.

Y si en lugar de pensar en para qué, pensásemos sólo en disfrutar concentrados  y consiguiésemos reservar esa energía para hacerlo conscientemente…sólo jugando…

¿Cómo cuidas tu invernadero?

invernadero

 

 

Piensa en tu equipo de trabajo, en tu organización, en tu familia, en tu grupo de amigos y reúnelos mentalmente en un invernadero, el espacio en el  que vas a construir.

Piensa en un lugar en el que ellos, como plantas, deben crecer  y vivir pero, hazlo desde tu perspectiva como  jardinero encargado de que todas lleguen a buen puerto.

Si te das cuenta, en casi todos los grupos hay muchas plantas que tú no has elegido y sin embargo están  ya situadas en tu invernadero, por lo tanto, ya son tu responsabilidad y por lo tanto parte de tu cuidado.

Si quisieses ser  un buen jardinero, qué te parece en primer lugar, informarte sobre qué tipo de plantas y cómo son los cuidados que requieren, las que tienes a tu cargo. En este caso te conviene escuchar y observar durante bastante tiempo cómo se desenvuelven “tus plantas” en ese  entorno.

Si esta fase la llevas a cabo minuciosamente podrás concluir, qué cuidados son los que hacen crecer a tus plantas, es decir, cuáles son los valores importantes para ellas en los que basan sus decisiones, qué les motiva e importa y cuáles son las circunstancias en las que mejor se desarrollan.

En este periodo es cuando tú  empiezas a valorar con qué plantas quieres contar en tu invernadero porque son compatibles, cuáles mejoran el ambiente y con cuáles no quieres contar por su toxicidad, por requerir excesivos cuidados y/o porque perjudican a las demás. Observando además si probando con otras técnicas  u otras instrucciones sobrevivirían o convivirían  sin ser perjudiciales para  el entorno.

Es tu responsabilidad, como jardinero, crear un entorno de apoyo y confianza en el que todas las plantas se sientan a gusto, por lo tanto, lo que no podrás hacer es imponer tus reglas o tus criterios sin tener en cuenta las peculiaridades de las especies que quieres que crezcan dentro.

Es decir, que puedes optar por escogerlas o hacerlas todas iguales a ti, por lo que algunas no podrían seguir allí, por elegir otras distintas que te puedan ayudar a innovar y a mejorar el desarrollo de las que tienes, aunque tú no seas el protagonista sino un mero observador. Puedes optar por las más sensibles y delicadas que te necesiten continuamente y te hagan sentirte imprescindible. Quizás por las que no necesitan casi cuidados, y entonces no decidirás en función de otros criterios a los que renunciarás porque necesitan más esfuerzo. Imagina alguna más de las infinitas situaciones posibles …

O quizá puedes poner el reto y el desafío en ti mismo y ser capaz de tener un invernadero con una buena representación de todas esas plantas que te gustan por distintas razones y querer ser tan buen jardinero que tu combinación y tus cuidados sean la clave de tu éxito.

Para ello tendrás que elegir y descartar muchas veces puesto que, algunas de esas plantas no podrán o no querrán vivir juntas, y dar gusto a todas, siempre,  no tendrá solución con abono y riego igual.

La adecuada temperatura, humedad,  las horas de luz, de dedicación, en conjunto los factores ambientales serán los que tengan que ser constantes. De ti depende hacer un buen análisis de lo quieres que en él viva, el placer que te reporten, lo que aprendas. lo que crezcas   y lo que acabes haciendo de él.

¿Has pensado alguna vez en cómo es tu invernadero?

La sandalia

sandalia

La Sandalia

«Cuentan que un occidental viajaba por la India en tren en un vagón abarrotado. Un hindú
charlaba amigablemente con otros con los pies apoyados en la ventana abierta. En una
curva le cae una de las sandalias y de repente coge la otra que le quedaba y la lanza por
la ventana.

El occidental le dice:
– Pero qué haces hombre, por que tiras la sandalia que te quedaba.
Y el hindú sin alterarse responde:
– Qué haré yo con una sandalia. Al menos el que encuentre la primera que tenga
próxima la segunda.»

Tú, ¿qué hubieses hecho?

¿Qué crees que puedes extraer de esta metáfora hindú?

¿Qué cosas dejas ir? ¿A qué cosas te aferras? ¿Te son útiles?

¿Cómo afrontas los cambios? ¿ Te gustan? ¿Te asustan?

¿Cómo reaccionas ante los imprevistos? ¿Positivamente?¿Te enfadas? ¿Te bloqueas?

¿Qué eres capaz de aprender de lo que te ocurre sin haberlo planificado?, ¿eres activo o reactivo?

Merece la pena una reflexión para conocerse un poquito mejor. Buena suerte.

Aquelarre, ¿sí o no?

aquelarre

 

En una sala de espera, los minutos parecían horas, era tan pequeño el espacio que se hacía inevitable entablar conversación. Cinco personas, llega alguien que conoce a una de las otras cuatro. Comenzaban una animada charla acerca de la prisa que la persona tenía, entre las razones, debía atender a  su pareja.

Los nervios hicieron su aparición, insistentemente uno tras otro iban mirando el reloj, miraban hacia arriba, suspiraban y movían sus piernas y pies incansablemente, incluso a alguien que con sus dedos repiqueteaba en el brazo del sillón.

La conversación que empezó, y que tenía como argumento las necesidades de ayuda de la persona, era alimentada por todas  las demás, que intervenían sin tener apenas información y pensando sólo en ellas, comenzaban a decir, “ que se lo haga ella/él ”, “no sabe hacer nada”, “no puede vivir sin mí”, “estoy sacrificado/a todo el santo día”, “soy su esclavo/a”, “ahora me pasará algo por ir tan deprisa” “no tengo tiempo para mí”…

Los “invitados” a la reunión no dudaron en ir incrementando sus críticas hacia la pareja de la persona que hablaba, por sus caras yo pensé que tenían en mente a alguien en concreto de su alrededor y con esa inspiración se enfocaban en la persona, para  así liberarse de  sus propios pensamientos.

 

¿Qué podemos hacer ante tal aquelarre?

 

Ahora lo he integrado y practicado a raíz de mis aprendizajes y entrenamientos cotidianos,  pero aquella vez  fue instintivo, no podía lidiar con tal cúmulo de emociones y comentarios negativos, que iba subiendo como el suflé.

Le pregunté a la persona en cuestión, ¿qué le había hecho compartir su vida con esa persona? Entonces todo cambió, de repente, con una pregunta, como casi siempre…

La persona empezó a desgranar los cuidados, mimos y atenciones que había recibido de su pareja durante años, cómo se habían apoyado en los malos momentos y cómo habían disfrutado de los buenos, lo duro que, entre los dos, habían trabajado para  sacar una familia adelante, de la que estaban profundamente orgullosos.

Decidí entonces seguir ahondando en esas experiencias positivas, haciendo que la persona las enriqueciera con detalles y se dejase absorber por ella. Le invité a pensar en ambas emociones y a valorar cuáles pesaban más, esa experiencia negativa con la que llegó y que estaba alimentando o todas esas experiencias positivas que tenía en su vida. La persona orgullosa de sus logros y de su historia, se transformó, su cuerpo se abrió, su sonrisa apareció, sus ojos miraban con un brillo especial hacia arriba y la tensión de aquella pequeña habitación se esfumó.

De repente todo el mundo se contagió y  empezó a excusar sus anteriores opiniones amoldándolas a esa nueva versión de lo que había sido su vida. Enfocando en la cantidad de experiencias positivas que había vivido y vivía y que pasaba por alto a menudo, insistiendo en rememorar devastadores resúmenes negativos,  una y otra vez.

Todavía recuerdo una frase de un texto del gran Milton Erickson que ante un paciente que le decía convencido  “ya no quiero a mi mujer», él replicó, “ pues vaya y quiérala”.

Depende del resumen que hagas, así será tu historia.

 Tú decides, si aquelarre o no.

Buen fin de semana!!! 😉

 

 

El funambulista

funambulista

 

EL FUNAMBULISTA

 Quiero dejaros hoy esta reflexión para acabar el día. Es una metáfora que seguro os hará pensar, como a mí,  sobre muchas cuestiones:

 “En la ciudad de Varsovia un rabí se encuentra reunido con sus discípulos. De repente entra en la sala un joven y se dirige al maestro:

– Venid, venid rápido, quiero mostraros algo incomprensible.

 Sale todo el grupo y el joven les conduce a una de las hermosas plazas de la ciudad. Allí un funambulista está atravesando la plaza a muchos metros de altura. El discípulo

entonces le pregunta al maestro:

– Vos que lo sabéis todo, ¿cómo es que un hombre se gana la vida jugándosela?

 Podría hacer de peluquero, de zapatero, de labrador… pero ¿por qué se juega la vida cada día en las alturas?

 El maestro responde:

– No lo sé. Sólo sé que cuando está ejerciendo su trabajo no mira hacia abajo a ver si los espectadores le tiran monedas en el sombrero.”

 

Justo lo relacionaba con otro libro sobre el que estoy, cuyo título es “Eat-Q” de Susan Albers para comer concentrado y no presa de tus emociones. Dándole vueltas también lo he relacionado esta tarde con los ejercicios en el gimnasio. Todo concluye con la importancia de situar el foco de atención en lo que estás haciendo en ese momento, y de esa forma no sólo lo disfrutas el doble, sino que lo haces lo mejor que sabes.

 

 Imagínate, ¿comerás mejor, menos y más sano, si no estás poseído por emociones, ni positivas ni negativas?

 ¿Cuánto menos, te  lesionarás  al concentrarte en el músculo que quieres trabajar, controlando en todo momento el peso,  el movimiento, mejorando tu técnica y aprovechando más tu esfuerzo?

 ¿Cuándo estás pendiente de lo que estás haciendo?

 ¿Cuántas veces haces una cosa, rápido para pasar a otra, pensando en una tercera?

 ¿Cuándo haces algo estás pendiente de los demás? ¿De cuestiones como si te ven, te reconocen lo que haces,  sienten tu esfuerzo?

 ¿Qué te cuesta respirar tres veces profundamente antes de cambiar de actividad para prestar toda tu atención, con todos tus sentidos en  lo que vas a hacer? Seguro que  vas a ser capaz de concentrarte más y mejor.

 

¿Qué crees que le pasaría al funambulista si su foco estuviese en todas estas cosas y no en el paso que está dando?

Yo quiero

yo quiero

 

Escucho a una persona hablar de todos los “tengos” y “deberías” que tiene su día a día  y veo cómo físicamente todas esas cuestiones se le acumulan en  cabeza y hombros, haciendo  que para su cuello sea cada vez más difícil salir a flote y no desparecer, a medida que se encorva cada vez más.

Entre ellos se esconde lo que hemos oído o leído o nos han dicho que debe ser, por ejemplo  una madre o un padre, lo que debe hacer, lo que tiene que hacer para ser bueno, qué se supone que debe hacer un jefe, un empleado, qué deberías hacer si tienes que estar saludable, qué no, todos, tópicos y lecciones tienen algo en común, vienen del exterior.

Aún viniendo de ahí ejercen sobre nosotros una presión que difícilmente encajamos para bien, principalmente, porque la usamos para castigarnos con lo que deberíamos sin cuestionarnos si es lo mejor para nosotros.

¿Has reparado alguna vez en cuántas veces al cabo del día decimos “tengo que” o “debería esto o lo otro”?, acaso alguien mejor que nosotros sabe lo que queremos.

Esta presión en muchos casos acaba teniendo su consecuencia en que hagamos algo que no queremos o dejemos de hacer algo que sí. Implican una regla que hemos almacenado, sin pensar conscientemente en ello.

A veces incluso vamos más allá y se los imponemos a otros, “tendrías que” o “deberías hacer esto o lo otro” lo decimos sin reparar en las implicaciones que  tiene en los demás y en que, en la mayoría de los casos, lo recomendamos cuando ni siquiera nosotros los hacemos, aunque parece que sí tenemos claro cómo se debería.

“Debería hacer algo de ejercicio” ¿Qué posibilidades tiene de hacerse o de mantenerse en el tiempo?

“Tengo que perder peso”, esto seguro que lo diré para castigarme mientras me como algo hipercalórico.

“Debería cambiar de trabajo” lo pienso cuando me va mal y porque nadie en su sano juicio aguantaría lo que yo pero ¿lo voy a hacer?

“Para conseguir esto tengo que esforzarme” ¿quiere esto decir que a mí me costará ese esfuerzo o existe la posibilidad de que lo consiga de otra forma?

Cuando alguien “tiene que hacer algo” es una imposición externa que no viene de dentro, si no, decimos “quiero hacer esto o lo otro”. Cuando modificamos nuestro lenguaje y dejamos fuera esos términos, nuestra presión baja.

¿Quién dice realmente quién tiene qué ?

¿Tienes que o quieres?

¿Cuándo tienes más entusiasmo, cuando quieres o cuando tienes que o deberías?

 

¿Qué te parece transformar tus “debería”, “no debería” y “tengo que” o “no tengo que” por  “quiero” o no “quiero”? ¿Cambia o no, la película?

¡Ilumina a los demás!

happy

 

La mejor forma de disfrutar de la vida y ser felices es , como decía Baden Powell, hacer felices a los demás. Cuando te planteas este objetivo en tu vida, comenzar siempre merece un periodo de reflexión o nuestra meta se puede tornar en un hábito que nos agote la energía y no responda a su ulterior fin.

Imaginaos cuando alguien hace un enorme esfuerzo para realizar algo en favor de alguien y esta otra persona, no sólo no lo reconoce, sino que tampoco lo agradece. ¿Qué puede ocurrir en este caso?

Habréis seguro oído “con la de cosas que he hecho por él o por ella”, “siempre tratando de darle gusto”, » siempre dedicado a los demás”, “encima de que lo hago por él”. Todas estas lamentaciones a posteriori se podían haber evitado si hubiésemos pensado un poco en los demás y no sólo en nosotros mismos.

Amar o querer a los demás, con el significado de la amistad, implica ser conscientes de querer transmitir alegría y felicidad allá donde vamos, para hacerles menos pesada la carga a quienes tenemos cerca, incluso a los que están librando una batalla interior.

Para hacerlo, no podemos pensar en lo que a nosotros nos gusta o desagrada, no podemos ponernos en su situación siendo nosotros con nuestras circunstancias y experiencias sino ser capaces de, como dice el viejo proverbio indio, haber andado en sus mocasines durante días,

¿Cómo hacemos eso?, observando y escuchando a la persona para saber qué hacer, en qué ayudar, percibir su situación real que puede distar mucho de la que nosotros imaginamos, puesto que cada mente es un mundo en su configuración.

Podemos pasarnos años tratando de hacerlo a nuestra manera y no conseguir nada o todo lo contrario que alguien nos  ayude tanto y en cuestiones que no necesitamos, que nos haga dependientes.

Para hacer felices a los demás hay que comprenderles, llegar a esto a través de ver, escuchar y preguntar y además tiene otro efecto positivo y consiste en que cuando sabes el porqué de los comportamientos de los demás, ya no lo tomas como algo personal, te cuesta mucho menos entender y perdonar, sabiendo que no todos tenemos todos los recursos para resolver sobre  nuestras propias tribulaciones.

A partir de hoy, ¿qué te parece  hablar menos y escuchar más?, con atención, pudiendo llegar a comprender mejor  a quienes antes etiquetabas y agradabas según tu baremo. Adaptándote al suyo con sus experiencias y  patrones.

 

Hacer felices a los demás tiene un efecto en ti que te gustará comprobar, aunque para ello dejes de pensar precisamente en eso, en ti.

¿Qué relación tienes con tu pasado?

lagartija

 

Agradezco a Pedro Pablo Sacristán la creatividad derrochada en este cuento, que tan útil me  resulta  como analogía de la función del pasado y nuestra relación con él.

Estoy segura de que “Juanija Lagartija” no os dejará indiferentes.

“Juanija Lagartija vivía entre unas piedras en el campo. Como a todas las lagartijas, le encantaba tomar tranquilamente el sol sobre una gran roca plana. Allí se quedaba tan a gustito, que más de una vez había llegado a dormirse, y eso fue lo que pasó el día que perdió su rabito: unos niños la atraparon, y Juanija sólo pudo soltarse perdiendo su rabo y corriendo a esconderse.


Asustada oyó como aquellos niños reían al ver cómo seguía moviéndose el rabito sin la lagartija, y terminaban tirándolo al campo después de un ratito. La lagartija comenzó entonces a buscarlo por toda la zona, dispuesta a recuperarlo como fuera para volver a colocarlo en su sitio. Pero aquel campo era muy grande, y por mucho que buscaba, no encontraba ni rastro de su rabito. Juanija dejó todo para poder buscarlo, olvidando su casa, sus juegos y sus amigos, pero pasaban los días y los meses, y Juanija seguía buscando, preguntando a cuantos encontraba en su camino.

Un día, uno aquellos a quienes preguntó respondió extrañado «¿Y para qué quieres tener dos rabos?». Juanija se dio la vuelta y descubrió que después de tanto tiempo le había crecido un nuevo rabito, incluso más fuerte y divertido que el anterior. Entonces comprendió que había sido una totería dedicar tanto tiempo a lo que ya no tenía remedio, y decidió darse la vuelta y volver a casa.

Pero de vuelta a sus rocas, precisamente encontró su rabito al lado del camino. Estaba seco y polvoriento, y tenía un aspecto muy feo. Alegre, después de haber dedicado tanto tiempo a buscarlo, Juanija cargó con él y siguió su camino. Se cruzó entonces con un sapo, que sorprendido le dijo:

– ¿Por qué cargas con un rabo tan horrible y viejo, teniendo uno tan bonito?
– He estado meses buscándolo – respondió la lagartija.
– ¿De verdad has estado meses buscando algo tan feo y sucio? -siguió el sapo.
– Bueno – se, excusó Juanija- antes no era tan feo…
– Mmm, pero ahora sí lo es, ¿no?… ¡qué raras sois las lagartijas! –dijo el sapo antes de largarse dando saltos

El sapo tenía razón. Juanija seguía pensando en su rabito como si fuera el de siempre, pero la verdad es que ahora daba un poco de asco. Entonces la lagartija comprendió todo, y decidió dejarlo allí abandonado, dejando con él todas sus preocupaciones del pasado; y sólo se llevó de allí un montón de ilusiones para el futuro.”

 

Reflexionábamos sobre la orientación en el tiempo en “La psicología del tiempo” y concluíamos que los que vivir del pasado negativo y el presente fatalista son las peores opciones que uno puede elegir.

¿Has pensado alguna vez cómo te influye tu pasado?

¿Cómo lo revives?, ¿te impulsa?, ¿te reconforta?, ¿te castiga?

¿Para qué te sirve?

¿Qué puedes hacer, pensar o sentir para que esa sensación cambie y sea positiva?

Imagina que estás ayudando a tu mejor amigo a ver la parte positiva de sus vivencias, ¿realmente es tan importante que lo viva tan traumáticamente?

¿Cuánta energía pierdes en rememorar acontecimientos pasados negativos?

¿Cuántas veces te cuestionas “Y si hubiese hecho esto”, “y si hubiese hecho lo otro”?, ¿cuán lejos sabes que te llevarán estas preguntas?, ¿dónde te conducen?, ¿construyen o destruyen tu paz interior?

 ¿Te parece justo juzgar hechos del pasado con los conocimientos que tienes ahora?

¿Qué puedes aprender de ello que te ayude y te anime en tu presente, en tu futuro?

Si eres capaz de ver en Juanija un reflejo de lo que ha podido ser tu vida hasta ahora, ¿piensas seguir buscando tu rabo?, o ¿acarreando una que ya no necesitas?

Seguirás mirando al suelo con vergüenza o nostalgia mientras la vida pasa frente a ti, o con las manos ocupadas en algo que ya no te interesa, ni te ocupa, mientras pierdes agarrar todas esas oportunidades que la vida te ofrece.

 Si vives en el pasado y lo recuerdas constantemente con nostalgia puede ser que tu presente no sea muy interesante, o no le prestas la suficiente atención o tu futuro no lo visualizas muy halagüeño.

Piénsalo, toma una decisión  y avanza.

 No te crees adicciones innecesarias.

Libérate de tu pasado.

Puedes ser quien tú quieras, sólo con decidirlo. 😉

Buen fin de semana!!!

¿Te esfuerzas para ser feliz?

felizemotionoc

 

 

Puede parecer más fácil funcionar con los planteamientos que uno tiene desde siempre que aventurarse a entrenar o reflexionar sobre otras posibilidades. Sobre todo porque esto último requiere un esfuerzo añadido que no todos queremos realizar.

“Más vale lo malo conocido…”, “piensa mal y…” todas esas frases que a veces decimos sin pensarlas, no son inocuas, nos hacen enfocarnos en precisamente esto, lo negativo y magnificamos su efecto en nosotros, dándole poderes sobrenaturales.

Cuando poco a poco vamos conociendo más sobre nuestra mente y su funcionamiento, descubrimos un mundo de posibilidades que entrenadas con consciencia nos harán la vida más grata.

 Quien quiere seguir con sus planteamientos de siempre, podrá decir que no todo puede ser felicidad, que todo el día no se puede estar bien, que es imposible…, inventando infinidad de excusas y generalizaciones para no tener que hacer ningún esfuerzo.

 Ser consciente implica que vives en el mundo, que conoces situaciones horribles que otras personas están viviendo, a veces crees que lejos de ti, aunque en muchas ocasiones están más cerca de los que piensas y puedes hacer más de lo que haces por ellas. Pensar en positivo no significa que no veas esto, que no trabajes para que las situaciones de muchos mejoren, que no sepas que enfermedades y experiencias negativas  de todo tipo afectan a las personas cada día.

Significa que sabes que pensar en positivo es mejor para ti y para los que te rodean, qué prefieres tener a tu lado alguien que te anima, te enseña a ver el lado bueno de las cosas, a aprovecharlo para los malos momentos, te alegra la vida y te estimula a crecer a alguien que sólo pone su atención en lo negativo, relatando una y otra vez experiencias personales adversas, cotilleando y quejándose mientras  encima te culpa de verlo todo con cristales rosas.

Séneca hace miles de años decía que “La tristeza, aunque esté siempre justificada, muchas veces sólo es pereza. Nada necesita menos esfuerzo que estar triste”. La tristeza, como  la mayor parte de los sentimientos negativos es rendirse a la pereza y lo comparto totalmente, para ver la parte buena de la vida hacemos un esfuerzo porque nuestra naturaleza ha estado durante años concentrada en las amenazas para sobrevivir.

Para hacer felices a los demás, aprender de toda experiencia, no vivir en el miedo, la culpa y la vergüenza hacemos un esfuerzo, cierto es que una vez que lo practicamos hasta  interiorizarlo, podemos vivir en este modo. No en el reactivo.

Pocas veces reflexionamos sobre la cantidad de riesgos que corremos a diario y no se materializan, y como no lo advertimos ni reflexionamos, tampoco agradecemos que no ocurran. Sólo cuando alguno nos afecta, ponemos nuestro foco en ello para preguntarnos ¿por qué a mi? Seguramente porque vivimos, y porque esto significa correr riesgos y porque si tú no los corres conscientemente, ello no significa que a ti no te ocurra nada, sigues con muchas  posibilidades de que la vida te sorprenda con algo.

Pero no parece muy justo que con la cantidad de horas que tiene el día y la multitud de cosas buenas que ocurren a tu alrededor en cada momento, no seas capaz de disfrutar de muchas de ellas con deleite, apenas les des importancia  y luego sólo enfoques en lo que no responde a tus expectativas.

 ¿Qué haces para ser feliz?

Busca ahora mismo a tu alrededor algo o alguien que pueda proporcionarte una agradable experiencia. No le des muchas vueltas desde tu teclado, a quien te sirvió el café. Una vez que hayas pensado en esa persona o en esa cosa en la que nunca antes habías reparado recuerda todo lo positivo que te ha proporcionado. Pon tus cinco sentidos en ello, recuerda sonidos, olores, imágenes y disfruta de tu escena. Agradécelo.

Si consigues hacer esto 4ó 5 veces al día unos cinco minutos, estarás haciendo más de lo que crees por tener una mente agradecida que te proporcione cada vez  más felicidad, ayudándote a tener presente el lado positivo de la vida, ese que no acostumbras a ver!! ;).

¡¡Buena suerte!!

¿ Te debo algo?

obligado

 

 

Quiero acabar la semana, blogueramente hablando, con un cuento sufí con el que podemos reflexionar sobre multitud de situaciones, con el trasfondo de la obligación, es decir, “sentirse obligado”.

“El Mulá estuvo a punto de caer en un pozo lleno de agua.

Un hombre que se hallaba cerca, y a quien él apenas conocía, lo salvó. Después de aquel hecho, cada vez que se encontraban, el hombre le recordaba el servicio que le había prestado.

Después que esto se repitió varias veces, Nasrudín lo llevó hasta el pozo, se tiró dentro, quedó con la cabeza justo al nivel del agua y gritó:

 

-Estoy tan mojado como lo hubiera estado si no me hubieras salvado. ¡Ahora puedes dejarme en paz!”

 

¿Cómo te comportas tú cuando te hacen un favor?

Difiere en algo si lo habías pedido o no

¿En quién  piensas cuando lo haces en cada situación?

¿Qué es lo que esperas que ocurra en ambas?

¿Cómo te sientes al haberlo hecho?

¿En dónde o en qué pones el foco?

¿Qué pasa cuando eres tú el que haces el favor? ¿te lo piden o los haces sin que te lo soliciten?

¿Cómo te comportas entonces?¿ qué diferencia existe?

¿Cómo te sientes?

¿Qué esperas?

¿Qué haces o dejas de hacer para no estar en esas  posiciones?

Coincides con Ayn Rand en que:

“Ningún hombre puede tener el derecho de imponer a otro hombre una obligación no escogida, un deber no recompensado o un servicio involuntario”.

Crees como Hobbes que:

“Los favores obligan, y la obligación es una esclavitud.

 

¿Qué piensas del adagio “por la caridad entra la peste”?

 

Tus respuestas a estas preguntas te dirán mucho de ti mismo y de cómo te desenvuelves en el mundo que te rodea. Podrás reflexionar sobre por qué no pides ayuda, la cantidad de oportunidades  que te estás perdiendo por tener determinadas creencias limitantes como “a mí no me gusta deber favores” y darle vueltas a qué es lo que piensas tú cuando te la solicitan a ti.

Te ayudará a desvelarte qué recursos utilizas para conseguir cosas.

 

¿Cómo puedes cambiar esta creencia y esta situación?

Comparte tu reflexión con nosotros. Gracias!!!

 Buen fin de semana!!!

¿Qué das por hecho?

ordenes

 

 

Una de las cuestiones que más inversión de tiempo y de dinero conllevan en muchas de nuestras empresas es «dar por hecho» cosas.

Damos por hecho que todo el mundo conoce y comprende la misión y la visión de la empresa, lo que significa cada palabra, lo que conlleva y lo tiene presente.

Damos por hecho que las personas han entendido los objetivos y comprenden en qué consisten y  qué  se espera de ellos.

 Damos por hecho que, con escasa indicaciones, las personas harán el trabajo conforme a nuestras expectativas, que saben cómo hacerlo.

 Damos por hecho que tienen los conocimientos y las habilidades que se esperan para desempeñarlo.

 Damos por hecho tantas cosas que todavía usamos las viejas frases de “hazlo como siempre”, “esto ya sabes cómo hacerlo”, “sabes lo que esperamos de ti”  y  todavía creemos que tendrá inmediata respuesta afirmativa, sin que incluso el interlocutor se atreva a preguntar qué o cómo por no estar a la altura.

 La cuestión es cómo nos comportamos ante una orden que nos está clara o que no tiene suficiente detalle como para que se lleve a cabo cumpliendo lo esperado.

 La confusión tiene dos direcciones y comportamientos paradógicos : una, al que ordena le resulta más fácil e invierte menos tiempo al principio y el que recibe la instrucción por miedo o vergüenza no es capaz de preguntar para asegurase de que ha entendido lo que le piden o resolver alguna duda que tenga, por lo tanto lo hace como él cree. Esto se multiplica en estrés cuando el empleado en novel.

 Este proceso lleva a un sinfín de acciones negativas empezando por el feedback cuando se entrega, o no está bien confeccionado, o no en el plazo que se quería o no como tú querías. Entonces comienza un proceso en que las dos personas entran  en un bucle en el que piensan mal el uno del otro, culpándose mutuamente de lo que consideran un fracaso sin autoría propia. Eso enturbia el trabajo, la relación y consigue incrementar la rotación en ese departamento o con ese manager.

Si deseas que esto no ocurra así puedes establecer un procedimiento que comience por clarificar qué, cómo, cuándo y dónde debe estar efectuado el trabajo con el detenimiento necesario.

En primer lugar puedes conseguir que la persona que trabaja contigo sea capaz de dibujar mentalmente lo que necesita ser hecho, con todo tipo de detalles. Explicándole qué es lo que hace ese trabajo importante para la compañía. Puedes preguntarle si tiene alguna cuestión acerca de ello y escuchar con atención, esto te dará muchas pistas de los obstáculos que ve de entrada y podrás ayudarle. Si es una persona que lleva tiempo en la empresa puedes pedirle su punto de vista y sugerencias.

En segundo lugar, puedes comprobar qué ha entendido la persona, hazle un resumen de todo lo que le has transmitido y pídele el suyo propio  para chequear su grado de comprensión, cada persona según nuestras experiencias pasadas ponemos el foco en algo diferente que puede no ser coincidente.

 Y finalmente proporciona feedback con regularidad y no sólo negativo, sobre todo cuando se llega nuevo a un sitio o se desempeña una tarea nueva, que se encuentre apoyo en los jefes y los compañeros es algo muy agradecido e  inolvidable. No pienses en, si a ti te lo hicieron o no. Sé su entrenador, alguien proactivo y hazlo sin más.

Todo este proceso puede durar ¿cuánto?,¿diez minutos?

¿Configuras tu semáforo?

semaforo

 

Imagina que un semáforo dirigiese tu vida. Como en el elemento de circulación, las órdenes por las que te puedes regir son rojo, ámbar y verde. Como para circular, rojo significa detenerse, ámbar precaución o detenerse  y verde avanzar.

 Si ya te has situado en este elemento y detenido a pensar su funcionamiento, seguro que ya has reparado en que existe o debe existir un centro en cada ciudad en el que se regula y configura  la duración de cada luz del  semáforo en función del tráfico que hay en cada intersección.

Ahora ponte en la situación que en que tú mismo regulas el semáforo de tu vida. Puedes pensar por un minuto, ¿ en qué posición pasa la  mayor parte del tiempo tu mente?

Puedes ser de las personas cuya amígdala refiere un cerebro  que responde a una alerta continua, es decir, vives en modo supervivencia, con ese mecanismo de  la antigüedad, tiempo en que este tipo de cerebro era necesario para mantenerse vivo con las constantes amenazas de la propia la naturaleza. Tu mente continúa en este modo, de manera que se alarma por cualquier suceso que entiende es una amenaza y por ende te considera en peligro. Poniendo en marcha  cortisol, la hormona del estrés y  el sistema parasimpático,  haciéndote sentirte mal  y produciéndote una reacción excesiva  independientemente de la importancia del hecho. De debates entre un constante amarillo y un intermitente rojo. Imagina, ¿qué puede producir esto en tu cuerpo y mente?

Puede que tu amígdala te alerte igualmente de estos peligros pero tú estés alerta y no te produzca esta reacción. Es decir circules entre verde y ámbar.

Y puede que no sólo la hayas acostumbrado a vivir en alerta roja o amarilla sino que hayas conseguido a través de tu entrenamiento consciente pasar al verde y vivir tranquila, con algún amarillo que reflexionas con tu recursos y experiencias para volver al verde.

Hay quienes esperando un milagro, sólo quieren utilizar esta estrategia en los momentos en que ya han sido invadidos por el estrés, y claramente,  no funciona. Cambiar tus hábitos de pensamiento no lleva unas pocas semanas. Imagina todo el tiempo que has empleado en configurar el semáforo con el que “circulas” hasta ahora.

La buena noticia es que no tienes por qué seguir utilizando esas pautas que te mantienen a la defensiva, en guardia, alerta, estresado, que te consume ingente energía y te deja exhausto.

Dos cuestiones que la neurociencia ha puesto a tu disposición, tras conocer la plasticidad del cerebro sano hasta que mueres son la meditación, que entre otra cuestiones te ralentiza el diálogo interior, te “desenchufa” y te enfoca y el entrenamiento del pensamiento para no pasar por alto las experiencias placenteras y positivas, rememorándolas conscientemente a lo largo del día.

De ti depende ¿configuras tu semáforo?, ¿o piensas que seguir en rojo es inocuo?

¿Promueves indecisos?

indecisos

 

 

“No tiene iniciativa”

“Tarda siglos en decidirse”

«Todo lo que tengo que decidir yo»

«No puede hacer nada sin mi»

«No se decide nunca»

“Al final lo tengo que hacer yo”

“Nunca sabe lo que quiere”

Estas son algunas de las perlas que les dedicamos a las personas que etiquetamos como indecisas, y por ende débiles  y lo hacemos sin paños calientes, con crueldad y superioridad, pero ¿te has preguntado alguna vez si tienes algo que ver en ello?

Has pensado si tienes la suficiente paciencia para que esa persona  responda o actúe a otra velocidad distinta de tus expectativas, o les has dado la oportunidad de que diga  o haga algo diferente a lo que tú piensas.

Seguro que si a alguien le preguntas qué quiere comer y en los siguientes segundos le ofreces tus opciones, indicándole cuál sería la óptima, le queda poco por pensar.Sobre todo porque ya te has encargado de dejarle claro que eso se decide en segundos y si no es así, no está preparado.

Seguro que si encargas a esa persona una tarea y cuando te la entrega o la realiza no responde a tus expectativas, rápidamente le das las instrucciones pertinentes, sin reparar en preguntar por qué lo ha hecho así, o pensar que a lo mejor incluso lo ha mejorado y tú no eres capaz de verlo. Dándole a entender que su iniciativa huelga y que debe ceñirse a lo correcto que es lo que tú piensas.Ya no hablo de si encima criticas destructivamente la propuesta.

Seguro que sólo con tu propia experiencia, has visto a esa persona que no ha elegido algo, de acuerdo a tu criterio y sin dudarlo le espetas que eso no le conviene, como si supieses todo acerca de ese tema, da igual si es aceptar o rechazar un trabajo, una pareja, una actividad…es más, osas hacerlo, sin haberla vivido.

 

Incluso te has atrevido a no dejar en paz a esa persona, basándote en el chantaje moral del cariño o de la responsabilidad para no cejar en tu intento, por cualquier medio, de influir hasta conseguir tu propósito, salirte con la tuya.

Entonces de qué te quejas después sobre esa persona si la has hecho a tu imagen y semejanza, no hará o dirá nada, al menos en tu presencia, que muestre una  preferencia propia, primero por miedo a tus represalias y segundo porque tiene tan poco entrenada la toma de decisiones y la  proactividad, gracias a ti, que tomar la delantera nunca estará entre sus primeras opciones.

¿Necesitas que te consulten todo para sentirte seguro?

Quizá lo que necesites sea un viaje a tu interior para ver dónde nace ese afán de control y si tú lo tienes todo en orden.

De verdad que piensas que tu experiencia es tan fantástica como para ser el modelo a seguir por todo el mundo.

O que tu visión de futuro es parte de tu poder paranormal.

De lo que sí estoy segura es  que lo quieres hacer es ayudar a esa persona y en ese momento no encuentras más recurso que empujarla al cambio. Pero éste es una puerta que se abre desde dentro así que por qué no intentas hacerle preguntas, sabiendo que nadie tiene la respuesta ideal, y le ayudas a reflexionar para que tome su propia decisión.

Quizás aprendas algo, matices tus «verdades incuestionables» y puedas ver el potencial real de esa persona, sin tus filtros.

 

No creo que quieras ser más responsable de otras vidas que de la tuya propia.

Tú decides pero al menos luego, no le critiques. Es parte de tu obra  J

¡Buen fin de semana!